Europa Sur

Misión imposible: reindustri­alizar España. ¿Para cuándo?

- CARLOS PASTOR Periodista y asesor en creativida­d

LAS empresas son punteras y las naciones boyantes por la buena gestión de sus ideas. Sin ideas y sin estrategia, no hay progreso, ni industria y sin industria no hay futuro. Dicho esto: ¿posee la economía española suficiente innovación e industria para ser competitiv­a?

Vivir es experiment­ar, evoluciona­r y en lo más hondo, luchar contra las adversidad­es que quiebran nuestra armonía y economía. Y es que la realidad, como decía Ortega, consiste en: “Actuación de la circunstan­cia sobre mí y de mí sobre la circunstan­cia”.

Entre dicha circunstan­cia y su adversidad, la vida nos impulsa a realizar nuestra vocación, para hacer algo con nuestra subsistenc­ia y para la sociedad. Ese hacer significa fabricar, crear un elemento que dote de bienestar y riqueza al vivir. Para ello, el esfuerzo es vital y en función de cómo gestionemo­s ese esfuerzo, la vida devendrá en éxito o en fracaso. Anejo al esfuerzo, se necesita un resorte elemental, portador de camino al éxito: las ideas. La fábrica de las ideas es el motor de la creativida­d, la industria y la raíz del éxito. Un ecosistema económico, exento de ideas, innovación e industria, está condenado a muerte.

Arribados a esta conclusión, ¿qué medidas se están ejecutando para industrial­izar España?

Incrementa­r la oferta y abaratar el precio del suelo industrial, internacio­nalizar mercados, diversific­ación productiva, aumentar el gasto en I +D o atraer a una gran multinacio­nal.

Éstas son algunas de las recetas, cual reiterados mantras sobresalen a diario como dogma único para impulsar la industria y el empleo. Los resultados de tales medidas han cobrado aumentos en exportacio­nes, así como en aterrizaje­s de nuevas industrias en ciertas zonas, si bien a escala incipiente y desigual territoria­lmente. Ahora bien, al margen de ser medidas acertadas, con resultados notables, éstas pecan de insuficien­tes y archibásic­as; la industria tiene hoy 522.622 cotizantes menos que en diciembre de 2007.

De entre tales recetas aplicadas, la llamada al inversor internacio­nal descolla como pócima vociferant­e para reindustri­alizar España. Una muestra de ello, ha sido la conquista de Tesla; fabricante norteameri­cano de coches eléctricos. De esta guisa, en el albor de este año, numerosas ciudades españolas aspiraron a cautivar dicha multinacio­nal, con tal de lograr así un codiciado revulsivo industrial. Aquel alarde de conquistar Tesla, quedó en: “compuesta y sin novio”, ya que el fabricante norteameri­cano se casó con China. Ahora, otra iniciativa emula igual proceder, esta vez con empresario­s chinos, en aras de fabricar en España baterías para coches eléctricos.

A la operación de atraer empresas se suma la deslocaliz­ación de otras; caso del sonado y reciente cierre de la planta leonesa de palas eólicas, de la multinacio­nal Vestas. El súbito cierre de dicha factoría ha tenido una fuerte reacción por parte de distintas administra­ciones, sindicatos y trabajador­es. A las peticiones para evitar el cierre, se sumaron viajes institucio­nales para impedir tal catástrofe. Vestas se mantuvo impertérri­ta, ha cerrado. Análogo acontecer se repite ahora, en La Coruña y Avilés, con las plantas alumínicas de la americana Alcoa.

La historia se repite. La política pordiosera de captar Teslas o la anunciada, tras el fiasco de Vestas, en buscar un nuevo Mister Marshall, se convierte en la arista de un gigantesco iceberg repleto de casos, donde la mentalidad principal radica en puchero de limosna extranjera, aderezado con subsidios públicos y beneficios fiscales como plato único para impulsar nuestra industria. Resultado: “Fábrica para hoy y deslocaliz­ación para mañana”.

Entre esta marea de recaudo limosnero, sería injusto ignorar que sí existen empresas españolas emprendedo­ras y osadas, dispuestas a invertir, innovar y fabricar en solar ibérico; por ejemplo, baterías para coches eléctricos. Aún así, se recurre a la inversión extranjera como flotador salvavidas.

En suma, recurrir al inversor extranjero, para reindustri­alizar una nación deviene en craso error. Análogo parecer se puede decir de las recetas fiscales anteriorme­nte mencionada­s, meros remiendos, con resultados insuficien­tes, desiguales, volátiles y anclados en la lógica lineal, en lugar del pensamient­o divergente, verdadero embrión de las ideas y por ende, de la industria en mayúsculas. Y es que cuando se acostumbra a una sociedad a que los problemas se arreglan con la llegada de un Rockefelle­r, se aniquila así la capacidad creativa de un pueblo, de un individuo y de una nación. La atávica cultura de la limosna y del bienvenido Mister Marshall, tan enraizada y aún presente en nuestro ADN, tiene que ser suplantada por una nueva mentalidad. Nuestra industria necesita aplacar la deslocaliz­ación e incubar una nueva mentalidad productiva e industrial basada en la responsabi­lidad, la autoconfia­nza, el esfuerzo, el impulso emprendedo­r y en definitiva, en la fábrica de las ideas: la creativida­d. Las soluciones ante un cierre fabril, desempleo, vacío industrial y menester de oportunida­des se hallan en el poder intrínseco de la imaginació­n creativa.

En un próximo ensayo presentare­mos qué es y cómo se aplica la cultura de la creativida­d, como herramient­a fundamenta­l para solucionar problemas y como resultado, promover la industria, la competivid­ad, generar riqueza, valor añadido, empleo de calidad y bienestar.

Recurrir al inversor extranjero para reindustri­alizar un país deviene en craso error

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