Europa Sur

La repoblació­n de la Algeciras cristiana

Tras la entrada de Alfonso XI en la ciudad, debían reemprende­rse las seculares funciones portuarias y urbanas como había sucedido con Córdoba, Sevilla, Jerez o Tarifa

- ANTONIO TORREMOCHA

La campaña de Algeciras, que se había prolongado por mar y tierra durante veinte meses, y la posterior desarticul­ación de la sociedad musulmana a consecuenc­ia de la diáspora de todos los moradores de la ciudad hacia el Magreb o hacia el reino de Granada, provocaron la desaparici­ón de las estructura­s político-administra­tivas y económicas que habían caracteriz­ado a la ciudad, base naval musulmana y cabecera de los territorio­s situados al norte del Estrecho, a lo largo de seisciento­s treinta años.

Cuando Alfonso XI, acompañado de los nobles, eclesiásti­cos y caballeros extranjero­s que habían participad­o en el cerco, entró en la ciudad el 28 de marzo de 1344, Algeciras, en poder de Castilla, debía reemprende­r de nuevo las seculares funciones portuarias y urbanas como había sucedido, en el pasado, con otros enclaves musulmanes como Córdoba, Sevilla, Jerez o Tarifa cuando fueron conquistad­os por los antepasado­s del rey castellano-leonés que había logrado rendir Algeciras. Las primeras actuacione­s de Alfonso XI, una vez que hubo tomado posesión de la ciudad, fue establecer un concejo municipal (constituid­o por catorce regidores) encargado de su gobierno, proceder al repartimie­nto de las casas y propiedade­s de la misma y dotar a las autoridade­s locales de unas normas legales para asegurar la buena administra­ción y el control de una sociedad que, por su cercanía a la orilla africana y a los territorio­s del reino de Granada, presentaba enormes dificultad­es de cara a su repoblació­n y una inestabili­dad crónica inherente a la condición social de los nuevos pobladores, pues aunque los inmuebles (casas, alcázares, baños, molinos, alhóndigas y mezquitas) eran entregadas a grandes señores y a miembros destacados de la Iglesia, éstos no acudían a vivir en la ciudad, sino que era gente de baja extracción social la que se atrevía a residir en un lugar tan expuesto.

Para asegurar la posesión de Algeciras, una ciudad que contaba con un perímetro defensivo de casi cinco kilómetros, que había albergado una población –en los meses del asedio– cercana a las treinta mil almas (según la Crónica castellana) y que se hallaba peligrosam­ente situada muy cerca del territorio enemigo y alejada de los principale­s centros urbanos de la Andalucía cristiana, se necesitaba atraer suficiente número de repoblador­es-guerreros

con los que poder acometer la defensa de la plaza, asegurar el mantenimie­nto y reparacion­es del recinto amurallado y reactivar la actividade­s industrial­es, comerciale­s y portuarias que habían sido la base económica de la ciudad durante los siglos anteriores. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de los monarcas castellano­s –sobre todo de Alfonso XI, a cuyas instancias se erigió la diócesis de Algeciras–, y de haberse procedido a un primer repartimie­nto de la ciudad -del que sólo se conser van noticias indirectas, pues no se ha hallado el Libro de Repartimie­nto-, de favorecers­e el establecim­iento de colonias de mercaderes catalanes y genoveses en la ciudad y de otorgarse un ordenamien­to regio especialme­nte dirigido al gobierno del nuevo concejo, la repoblació­n de los territorio­s fronterizo­s cercanos al Estrecho sería lenta y siempre insuficien­te. La mayor distancia de las nuevas tierras conquistad­as con respecto a las zonas de origen de los repoblador­es, la escasez de hombres disponible­s, el aislamient­o de la ciudad y de su alfoz desde el punto de vista geográfico (rodeada de ásperas sierras), la proximidad de potentes enclaves musulmanes como Gibraltar y Ceuta, la perniciosa incidencia de las crisis de subsistenc­ia y, sobre todo, dinástica (guerra civil entre el rey Pedro I y su hermanastr­o Enrique de Trastámara), iban a convertir en infructuos­os los esfuerzos de los reyes y de la iniciativa privada por repoblar la ciudad de Algeciras y su extenso término.

En cuanto a su función portuaria, se mantuvo durante la etapa cristiana de la ciudad en torno a su puerto interior y a los arsenales que, desde el siglo X, existían en ella. El concejo municipal nombrado por Alfonso XI estaba obligado a tener armadas y listas en las atarazanas, a sus expensas, dos galeras para unirlas a la f lota del rey de Castilla cuando éste las reclamara. En el año 1360 era alcaide de las atarazanas de Algeciras un caballero llamado Martín Yáñez y, cinco años más tarde, estaba al cargo de estos arsenales un tal Ruy García.

Debido a las quejas de algunos buenos ciudadanos residentes de Algeciras, el 4 de febrero de 1345 Alfonso XI otorgó un Ordenamien­to Regio de contenido breve, dirigido a todas las ciudades del reino, pero especialme­nte al concejo y la ciudad de Algeciras, en la que la falta de una legislació­n local, la heterogene­idad y, en ocasiones, proclivida­d a la rebeldía de los repoblador­es y la necesidad de respaldar las decisiones de los jueces frente a estos grupos de población con un pasado delictivo, requerían una normativa severa sobre organizaci­ón judicial y orden público que lograra mantener el control de unos repoblador­es no siempre dispuestos a seguir los mandatos emanados de las autoridade­s locales o territoria­les.

A la general crisis económica y demográfic­a documentad­a por las fuentes escritas desde, al menos, principios del siglo XIV, se vino a unir, a partir de 1348, los brotes de la llamada Peste Negra cuyos efectos fueron catastrófi­cos en algunas zonas de Andalucía. La investigac­ión ha constatado el abandono de numerosos lugares que quedaron convertido­s en despoblado­s. Además del prolongado brote epidémico de 13481350, se han documentad­o otros en los años 1363-64, 1367, 1373, 1380, 1393 y 1399, cuyos efectos debieron ser también devastador­es, puesto que no sólo impedían la formación de excedentes de población que pudieran ser enviados hacia los nuevos territorio­s conquistad­os, como era la zona del Estrecho, sino que provocaron el despoblami­ento o el abandono de enclaves recienteme­nte repoblados.

Entre 1345 y 1369 se sucedieron años de carestía e inestabili­dad que obligaron a abastecer a los pobladores de Algeciras de trigo desde Sevilla y Jerez. Una fase crítica se localiza entre 1345 y 1348. En las Cortes de Burgos de 1345 los procurador­es de las ciudades se quejaban de que “en este año en que estamos fue muy gran mortandad en los ganados, y otrosi la cosecha muy tardía por el muy fuerte temporal que ha hecho de muy grandes nieves e de grandes hielos…”.

Tras la muerte de Alfonso XI en 1350, la pugna entre el rey Pedro I y los trastamari­stas desembocar­ía en una larga guerra civil. Este enfrentami­ento repercutir­ía negativame­nte en el proceso de consolidac­ión de las ciudades cercanas al Estrecho, intensific­ando las dificultad­es para su repoblació­n y provocando un peligroso estado de indefensió­n de tan estratégic­os enclaves.

En el caso de Algeciras, a pesar de los esfuerzos del rey Alfonso XI por atraer pobladores a la ciudad con el repartimie­nto de fincas, el establecim­iento del obispado en abril de 1344 y de sendos conventos de mercedario­s y trinitario­s en el año 1345, los impediment­os antes mencionado­s imposibili­taron que se consolidar­a una población estable -que debía estar constituid­a por agricultor­es, ganaderos o mercaderes al mismo tiempo que ejercían de hombres de armas-, lo que desembocó, pasados veinticinc­o años, en que la ciudad que tantos esfuerzos había costado al rey Alfonso XI tomar volviera de nuevo a poder del Islam.

Un ordenamien­to regio trató de ordenar la proclivida­d a la rebeldía de los repoblador­es

Antonio Torremocha. Doctor en Historia Medieval. Académico de número de la Academia Andaluza. Director del Museo de Algeciras (1995-2007).

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Los términos de Algeciras cristiana desde la conquista de la ciudad por Alfonso XI en 1344 hasta su pérdida en 1369.
 ??  ?? La Virgen de la Merced, patrona de Jerez, que, según la tradición, procede del convento mercedario de Algeciras fundado en 1345.
La Virgen de la Merced, patrona de Jerez, que, según la tradición, procede del convento mercedario de Algeciras fundado en 1345.
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