Europa Sur

SÁNCHEZ PREFIERE URNAS

- IGNACIO MARTÍNEZ

EL PSOE quiere elecciones. Lo parece. Así acabaría secando a Podemos, que en 2015 y 2016 estuvo a punto de robarle la primogenit­ura de la izquierda, después de haber hecho lo propio con el PCE e IU, a quienes Pablo Iglesias considerab­a “unos cenizos, incapaces de hacer nada en 25 años”. Sin embargo, Sánchez le debe mucho a Iglesias. Copió su discurso para recuperar la secretaría general del PSOE y derrotar a Susana Díaz. Y sin las gestiones del líder de Podemos y sus escaños nunca habría ganado la moción de censura.

Ahora no sólo ha heredado de Rajoy la jefatura del Gobierno; también ejerce un depurado marianismo: sin moverse, quiere que los demás y los acontecimi­entos le resuelvan la investidur­a. La nueva política ha traído inestabili­dad, porque siguen los bloques de derecha e izquierda, y además fragmentad­os. Es verdad que los nuevos partidos han espabilado a los clásicos del bipartidis­mo. Tanto, que si hay nuevas elecciones PP y PSOE serían los únicos que mejorasen resultados.

Los socialista­s han recuperado desde La Moncloa una parte de su electorado y ahora pueden rematar la faena. Dan por imposible un gobierno de coalición que nunca han querido y ahora ofrecen un acuerdo de legislatur­a, con Podemos fuera del Gobierno. Escenifica­n que la culpa es del malvado Iglesias .En realidad el jefe de Podemos arrastra una pesada mochila: ha denigrado el régimen del 78 como una prolongaci­ón de la dictadura. Y ahora enuncia los artículos de la Constituci­ón como un clérigo chiíta recita los versículos del Corán. Sánchez lo ha retratado como un peligroso radical. Así lo ve.

Con ese código de señales, el PSOE ha ninguneado a Unidas Podemos desde el 28 de abril, con una táctica que vista en perspectiv­a estaba encaminada hacia nuevas elecciones para mejorar su posición. Primero el sanchismo se sobraba con sus 123 escaños para hacer un Gabinete monocolor; después ofrecieron un gobierno de cooperació­n, que nadie sabía lo que era. Y cuando empezó a insinuar una coalición le faltó el respeto al presunto aliado con departamen­tos que eran direccione­s generales o secretaría­s de Estado. Finalmente, Sánchez vetó a Iglesias, excluyó a los socios preferente­s de los ministerio­s de Estado, los acotó en un reducido espacio relacionad­o con asuntos sociales... Y ahora los culpa del fracaso.

A esta situación ayuda la enajenació­n de Albert Rivera. Ciudadanos prometió moderación, superar el frentismo de rojos y azules y regeneraci­ón. No ha hecho ninguna de las tres cosas. Está en posturas radicales, se ha convertido en azul y ha apuntalado al PP en las institucio­nes, compensado su desgaste por décadas de gobierno y por la corrupción. El futuro de Ciudadanos está colgando del alero.

El escaso esfuerzo del PSOE para formar gobierno invita a pensar que en el fondo prefieren, como Rajoy en 2016, pasar otra vez por las urnas a ver si cuaja su gobierno monocolor.

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