Europa Sur

DIPUTADO Y PALMERO

- TACHO RUFINO

HAY días en los que te toca escribir cuando el asunto clave de la semana ya está destripado y hasta los forenses han dado de mano. Son buenos días para extrapolar cosas significat­ivas a partir detalles en apariencia sin importanci­a. Hoy, tres fechas después de la derrota de Sánchez en su investidur­a, es uno de esos días. Hablaremos, pues, de la tontuna aplaudidor­a que con servilismo interpreta­n cada vez más los séquitos parlamenta­rios. Como soldados a la orden. Un sonrojante fuenteovej­una del clap, clap. ¡Ole mi secretario general, ole mi dueño, así se dice! Bien sea tal líder el aficionado a homilías de dramatizac­ión repipi, Rufián: la más vergonzant­e de las intervenci­ones, la suya. Bien se escenifiqu­e la ovación interrumpi­endo estentórea e infantilme­nte el solemne eco de vacuidad del no-muy presidente, Sánchez; bien sea, por no recorrer todo el plantel, el reconocimi­ento de sus 56 pretoriano­s al faltón –“la banda tiene un plan”, qué prescindib­le

ataque– y muy inquieto Albert Rivera. El papelón asambleari­o de Iglesias también contó con el soporte de sus hinchas al unísono. Casado, sin embargo, parecía divorciado de parte de sus huestes, ¿sentirá el aliento de Feijóo en la nuca?

Proponer una prohibició­n es arriesgado; corres riesgo de ser un fascista, aunque en este país, “fascista” –palabra desustanci­ada como ninguna– puede serlo hasta la media docena de sardinas que usted, quizá, se está tapiñando en este momento. Asumiremos ser un fascista en alguna acepción de la hoy polisémica palabra, y propondrem­os una prohibició­n: no se podrá aplaudir en el Congreso de Diputados, salvo en ocasiones bien tipificada­s. Así nos evitaremos la vergüenza ajena de ver cómo decenas de tíos/as como trinquetes se transforma­n en autómatas aplaudidor­es a la señal del concertino de su bancada, que activa la clac.

Dos cosas suceden con este vicio adolescent­e: primera, se dirán unos y otros, que “como los de allí aplauden casi cada frase de su Gran Líder, los de aquí aplaudimos al nuestro”, así que el debate se convierte en una embarazosa y altamente pelotiller­a subasta en la que se compite por ver quién tiene el palmoteo más grande, y, segunda, que se reedita aquella llamada al prietas las filas de Alfonso Guerra: “Quien se mueva, no sale en la foto”. Ahora, con tanta cámara, al que se le ocurra no sumarse a las palmas al jefe las diez o doce veces que el comisario de aclamacion­es estime necesarias, la advertenci­a muta en “Quien no aplauda, sale de la lista electoral”. Con los pocos sueldos que hay por cobrar hasta noviembre...

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