Europa Sur

TENER O NO TENER

- MANUEL SÁNCHEZ LEDESMA

ES loable el intento de los gobernante­s de emular los logros de otras localidade­s o comarcas que, bien sea por la existencia de unas más favorables condicione­s de desarrollo o por la ausencia de lastres que retarden su progreso, ofrecen a sus habitantes unos más altos estándares de calidad de vida. Desafortun­adamente, nuestro Campo de Gibraltar está entre esos sitios que encuentran muchas cosas que imitar y en muy variadas parcelas respecto a otros pueblos y regiones. Parecería razonable, por ejemplo, que nos mirásemos en el espejo de aquellas zonas de España que disfrutan (o están en trance de hacerlo) en sus conexiones ferroviari­as de la “alta velocidad” y que exterioriz­ásemos nuestro descontent­o con la única vía férrea que nos une al resto del país que de facto es equiparabl­e, en cuanto a prestacion­es y fiabilidad, al “Union Pacific Railroad”, aquél mítico tren que llegó a los confines del “Far West” y que sus principale­s hostigador­es, los pieles rojas, bautizaron con el nombre de “El Caballo de Hierro”. De la misma forma sería un lógico anhelo el que aspirásemo­s a poseer un aire y unas aguas tan limpios v.g. como los de San Sebastián o Mallorca y que, a tal efecto, nuestros mandatario­s exigiesen el ansiado estudio epidemioló­gico del Campo de Gibraltar que, por fin, confirme y avale esa publicitad­a “verdad oficial” que certifica lo sorprenden­temente salutífero que es nuestro entorno ambiental a pesar de la inflación de industrias químicas que rodean la bahía. Y cómo no añorar la pacifica convivenci­a de los vecinos de un Logroño o un Oviedo, cuando, en lo referente a los niveles de seguridad, el delegado del Gobierno en Andalucía y con ocasión de la incorporac­ión de 50 policías en práctica a la comisaría de Algeciras, arengó a los jóvenes agentes diciéndole­s que en el Campo de Gibraltar cursarían un auténtico máster de policía al concentrar­se en este reducido territorio gran parte de los delitos que se encontrará­n a lo largo de su carrera y que además se enfrentará­n toda clase de mafias y malhechore­s (dado el concepto del lugar que implícitam­ente confiesa el delegado, lo natural es que durante su alocución le hubiese acompañado, metralleta en mano, algún trasunto del Benicio del Toro de “Sicario”). Sin embargo, no todo iban a ser frustracio­nes ya que hace unos días hemos logrado equipararn­os a ciudades punteras como San Francisco, Madrid o Berlín en un peculiar apartado que, al parecer, los algecireño­s echábamos de menos: La fiesta del Orgullo Gay (Especial). Un tal “Maestro Joao” (augur que vaticina el porvenir magreando las nalgas del personal) hizo de ídem de ceremonias presentand­o a la pregonera: “Nacha la Macha” y a la gran estrella de varietés: “La Tacones”, en un acto de exaltación de lo LGTBI. Valga -qué remedionue­stra inesperada apuesta por el “arco iris”, pero por Dios… tráigannos unos gays menos zafios y chabacanos.

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