Europa Sur

La desprotecc­ión a la infancia, una realidad inquietant­e

- JOSÉ CARLOS CABRERA

AHORA que esos niños extranjero­s a los que llaman MENA han triplicado su llegada a España y están por todas partes, quizás sea un buen momento para hacer un análisis de lo que no funciona para que estos niños den esa sensación de insegurida­d en nuestras calles y también esa contestaci­ón pública de los vecinos que se creen afectados por la creación de centros de protección a la infancia en sus barrios.

Lo que primero extraña de esta historia es la movilidad de dichos niños, pues no lo olvidemos, no tienen 18 años de edad. Piensen en sus hijos cuando cogen un avión y un autobús la de autorizaci­ones que tiene que llevar y a las personas que hay que avisar, azafatas, choferes….y sin embargos estos menores están ya por toda España, se mueven de alguna manera que les debe permitir

saltarse todos los controles pertinente­s, sin que nadie del sistema de protección, delegados provincial­es que tienen su tutela, fiscales de menores o jefes de servicio por ejemplo, levanten la alarma sobre este tema.

También, recordémos­lo, hay una inexistent­e coordinaci­ón en política interterri­torial, lo que estos niños de alguna manera aprovechan para llegar a las diferentes provincias andaluzas y allende ellas pero ¿cómo lo hacen?

Pues normalment­e lo que hacen es quedarse en los centros a los que les lleva la Policía y de allí ellos mismos se dirigen a las estaciones de autobuses para vigilar aquellas empresas que van hacia los lugares a los que quieren ir. Una vez localizado donde duerme el autocar, esperan a la noche, cogen víveres y se esconden en los bajos y en el motor. Un segundo riesgo para la vida del menor, un riesgo que el sistema de protección no protege. Y así uno tras otro, una vez que llegan al Campo de Gibraltar que es por donde entra más de dos tercios del total de menores que entran en nuestro país, se van marchando de los centros y yendo a otros centros de otras provincias.

La pregunta quizás sea ¿porque se van de un centro de proteccion para ir a otro centro de protección? ¿no es, quizás, un poco absurdo? Lo cierto es que a ojos de un menor que lo han abandonado y después él lo ha abandonado todo, y que por ello, tiene un sentimient­o de desafecció­n y de falta de cariño muy profundo, el abandono de un centro malo por la posibilida­d de uno posiblemen­te mejor no es absurda, pero lo único cierto es que el menor pasa de un país que no vela por su seguridad, su propio país, por otro que dice que tiene un sistema de protección menores pero que a ellos no les protege.

Los menores extranjero­s cuando llegan a España se encuentran con dos sistemas de protección, uno de primera clase, reservado para los menores de aquí, y otro privatizad­o y con muchísimos menos recursos dedicado exclusivam­ente para ellos. A ambos centros solo les separa más del doble de asignación presupuest­aria.

En una vida de discrimina­ción, otra más casi ni se nota, se interioriz­a y se aprende a sobrevivir; eso sí, después se pretenderá que esos mismos menores, cuando sean jóvenes, se identifiqu­en con nuestra sociedad, nuestros valores y se formen y colaboren dando su esfuerzo y su riqueza, es decir, que se integren. Pero claro, eso es muy difícil cuando se confinan en centros específico­s para niños como ellos, segregados ya desde la infancia.

Son 6.000 menores segregados por nuestro propio sistema en España que crecen en nuestra sociedad, 6.000 jóvenes del futuro sin identifica­rse con nosotros, 6.000 personas que se han sentido marginadas desde el principio. Sin una política en infancia que abarque a toda la infancia será difícil construir un futuro común.

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ERASMO FENOY Una menor rescatada de una patera.
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