PUERTOS DEL ESTADO
ES una suerte que Salvador de la Encina, presidente de Puertos del Estado, sea de por aquí. Algecireño de adopción y ceutí de nacimiento, como un buen número de políticos de la comarca, acumula tales experiencias que podría decirse de él que es un generador de esperanzas, por tantas como ha suscitado. Aunque muchas se quedaron en eso en su largo caminar desde un modesto destino como abogado de la UGT en Algeciras hasta las primeras líneas del Legislativo. Acudió a la llamada de Susana Díaz cuando esta lo requirió para volver al Congreso de los Diputados, después de un corto retiro que se daba por definitivo, y el Gobierno de Sánchez premió su discreción con este puesto desde el que tanto puede hacer por el progreso comercial del Estado.
Preocupa, no obstante, que De
La Encina sea próximo a los amplios sectores proyanitos que, por incentivos de diversa índole, crecen y se retroalimentan en torno a la roca. La feliz ocurrencia de Puertos del Estrecho, que no por elemental deja de ser buena, puede, en efecto, potenciar la presencia de puertos que como los de Ceuta, Cádiz y Algeciras, con sus diferentes enclaves en la bahía y en Tarifa, deben complementarse, en lugar de competir o mirarse de reojo como durante tantos años han hecho en la capital con el Campo de Gibraltar, socavando y retrasando su ineludible y conveniente desarrollo. Las deficiencias viarias de la comarca, sin embargo, hacen dudar de la eficiencia de esa alianza. La comunicación de Algeciras por carretera con el corredor Tarifa-Cádiz, deja mucho que desear, sobre todo en estas fechas vacacionales, la circunvalación viaria de la bahía no da para una participación activa de los enclaves urbanos e industriales asentados en sus proximidades, y el tren…, para qué vamos a detenernos en el tren. De la Encina lo sabe, pero no lo dice; se limita a abrir un nuevo capítulo de esperanzas a sabiendas de las dificultades que supone ponerlas en práctica.
Paralelamente, José Luis Yagüe, de conocida ejecutoria, desde La Tribuna, el pasado día 10, dedica un párrafo a Gibraltar aprovechando la oportunidad que le ofrece la idea de De la Encina. Empieza así: “Sabe De la Encina de las posibilidades y carencias del Puerto de Ceuta y conoce la alta profesionalidad y el prestigio a nivel mundial que tiene el Puerto de Gibraltar”. El párrafo es para activar las meninges y, mirando a las personas y a sus intenciones, lo deja a uno tan alerta como al Camborio de García Lorca cuando las voces sonaron cerca del Guadalquivir.
Preocupa que De La Encina sea próximo a sectores proyanitos que crecen en torno a la roca Se limita a abrir otro capítulo de esperanzas a sabiendas de las dificultades que suponen