El matadero
Con el crecimiento de la ciudad, el edificio pasó de la calle Matadero a la orilla sur del río de la Miel, donde se celebraron corridas de toros, y de allí al barrio de Pescadores
EL abasto de carne, del mismo modo que el de otros productos de primera necesidad como el pan, el aceite, los vinos y el vinagre, en el siglo XVIII estaba controlado y regulado por las autoridades municipales con el fin de poder asegurar el suministro de la población e impedir la escasez y la subida no justificada de los precios. Para ello, el Consistorio concedía el abasto de estos productos básicos mediante subasta y por tiempo de un año obligando al concesionario, mediante el pago de una fianza, a no alterar los precios previamente fijados en el acto del remate de la concesión. En algunas ocasiones, el Ayuntamiento podía autorizar una subida de los precios de determinados productos con el propósito de recaudar fondos con los que poder ejecutar una obra importante en la ciudad o atender algún suceso imprevisto, como una epidemia o un accidente. Así sucedió en 1768, cuando solicitó licencia a la superioridad para imponer unos arbitrios o gravámenes especiales sobre la venta de vino y de vinagre con el objetivo de sufragar, con lo recaudado, las obras de construcción del acueducto que se proyectaba que habría de abastecer de agua potable a Algeciras.
El abasto de la carne a la población se hacía también de manera exclusiva mediante la subasta anual del aprovisionamiento de carnes vacunas, cabrías y porcinas. Estas subastas se hacían a través de proposiciones realizadas por escritos y hojas separadas para cada especie de ganado que eran entregadas en la sección o negociado correspondiente del Consistorio. En opinión de Manuel Pérez-Petinto (1944), con el tiempo estas proposiciones se hicieron semanalmente subsistiendo dicho sistema de abasto de la ciudad hasta el año 1868, cuando con la revolución política acontecida en aquel año se liberalizó la venta de algunos productos básicos, entre ellos el de la carne.
El primer matadero de la ciudad estuvo situado en la calle Matadero, de ahí el nombre popular que ha perdurado (oficialmente Teniente Miranda), entre esta antigua vía, que en algunos documentos de la época aparece citada como calle del Matadero Viejo, y la cercana muralla, una zona que, en los primeros años del resurgir de Algeciras estaba lindando con el campo y el ganado podía acceder hasta las dependencias del matadero sin molestar a los vecinos. Pero al mismo tiempo que la ciudad fue creciendo y se formaba el barrio de Matagorda (hoy barriada de San Isidro) y surgían casas en la ladera oeste de la ciudad (el Secano), las reses que eran conducidas hasta el matadero tenían que cruzar calles muy pobladas con los inconvenientes que tal hecho ocasionaba a los habitantes de la zona. Por tal motivo y, quizás, porque el edificio usado como matadero no reunía las condiciones exigidas para ese tipo de instalación industrial, hacia el año 1762 se construyó un nuevo matadero en las afueras de Algeciras, en la orilla sur del río de la Miel e inicio de lo que décadas más tarde sería la calle Carteya. Aquel era lugar más a propósito para la ubicación de aquella molesta instalación, pues la vía pecuaria por donde era conducido el ganado llegaba hasta él sin tener que cruzar, por aquel entonces, zonas urbanizadas. Las reses eran conducidas por la Avenida la Cañá (Cañada), la Perlita, las calles Los Arcos, Navarra y Andalucía, hasta acceder a la explanada que existía al otro lado del puente que luego se denominó del Matadero donde abría sus puertas la referida instalación industrial. Esos caminos eran viejas vías rurales por donde discurría una antigua cañada real.
Existe constancia de que, a partir de la inauguración del nuevo matadero, en su patio se celebraron corridas de toros. Según Cristóbal Delgado, en el mismo año en que empezó a funcionar este servicio, los frailes mercedarios del Convento algecireño solicitaron licencia para poder celebrar, en dicho lugar, ocho corridas cada año, autorización que le fue concedida en 1765 y que se prolongó, al menos, hasta el año 1768.
El edificio estuvo erigido con materiales de mala calidad, como pudimos comprobar los que aún conocimos los arruinados murallones del abandonado matadero en los años sesenta del siglo XX. Estaba construido con sillarejos y lajas de piedras ligadas con barro. A lo largo del siglo XIX tuvo que ser reparado en varias ocasiones. Ya en 1815 se consideraba que el matadero se hallaba casi en ruinas. Por esa fecha se debieron realizar diversas obras de reparación, pues consta que en 1818 un vecino de la localidad reclamaba al Ayuntamiento la deuda contraída con él por el maestro mayor de carpintería, Francisco Benítez Cordero, por “unas maderas para las obras del matadero”. En 1851 se acometieron otras reparaciones urgentes llevadas a cabo, en esta ocasión, por el maestro alarife Mateo Arjona, como se recoge en las Actas Capitulares de la época.
En el año 1900 el edificio se hallaba casi en ruinas, lo que obligó a una nueva reparación acometida por el Consistorio, que se llevó a cabo en 1906 incluyendo el coste de las obras en los gastos generados por la Conferencia de Algeciras. Como refieren Ana María Aranda y Fernando Quiles, en ese mismo año se produce una iniciativa particular, de la mano del industrial Eladio Infante, para construir un nuevo matadero en la llamada Vega de José Valle, cerca del acueducto de Los Arcos, que se habría de ajustar a las normas de la época. Pero, aunque la propuesta de Infante pasó por las comisiones correspondientes del Ayuntamiento, lo cierto es que nunca se hizo realidad. El edificio fue de nuevo reformado en 1930, aunque el estado de deterioro era tal que hubo que trasladar el matadero, después de la Guerra Civil, a un solar existente al sur de la barriada de Pescadores, donde permaneció hasta que el tratamiento de las reses para el consumo de las poblaciones de la comarca pasó a depender de la Mancomunidad de Municipios del Campo de Gibraltar y se construyó el Matadero Mancomunado ubicado en La Línea de la Concepción.
El matadero existente junto al río de la Miel, construido en torno al año 1762, consistía en una edificación de planta rectangular con los lados más cortos mirando al Sur y al Norte. La puerta de acceso al edificio, un portalón con arco escarzano rematado con un aparatoso muro acabado a modo de ático tendente a frontón triangular, se abría en la fachada oeste directamente al patio. La edificación estaba constituida por varias dependencias o crujías cubiertas con tejados de tejas árabes a dos aguas. Cuatro de ellas formando un patio cuadrado de pequeñas dimensiones junto a la puerta de entrada y las otras tres, más largas e independientes entre sí, situadas en el lado norte del conjunto. En la zona meridional se localizaba el gran patio conteniendo las dependencias a cielo abierto que servían de establos para las reses antes de ser sacrificadas y donde se celebraron las corridas de toros entre 1765 y 1768.
Antonio Torremocha. Doctor en Historia Medieval. Académico de número de la Academia Andaluza. Director del Museo de Algeciras (1995-2007).