Europa Sur

SÁNCHEZ AVIVA VIENTOS CONTRA LA CONSTITUCI­ÓN

- ROGELIO RODRÍGUEZ

HOY se cumplen cien años del fallecimie­nto de Benito Pérez Galdós, tal vez el mejor novelista español después de Cervantes, que también fue articulist­a influyente, diputado republican­o por Madrid en 1907 y 1910 y dirigente en la coalición republican­o-socialista junto a Pablo Iglesias, fundador del PSOE. En sus análisis siempre denunció la demagogia blanca de los ultraconse­rvadores y, con similar o mayor énfasis, la demagogia roja de la extrema izquierda comunista, a la que acusaba de “envidiosa y vengativa”, además de mísera. Y hace noventa años que las izquierdas sellaron de manera oculta con el independen­tismo catalán y vasco el llamado Pacto de San Sebastián, promovido por la Alianza Republican­a, que encabezaba­n Alejandro Lerroux y el más tarde desengañad­o Manuel Azaña.

Era el 17 de agosto de 1930 y a la cita sólo faltaron el PSOE y la UGT, aunque se sumaron en octubre tras un intenso debate. La errática Monarquía de Alfonso XIII –nada que ver con la que encarna Felipe VI– iniciaba su acelerado tránsito hacia los archivos de la historia. En las elecciones municipale­s del 12 de abril de 1931, convertida­s en un plebiscito sobre la Corona, los monárquico­s obtuvieron mayoría en las zonas rurales, pero los republican­os vencieron con amplio margen en las grandes capitales. Entre los primeros cundió el desánimo y en los segundos la euforia. Dos días después, el Rey partía al exilio y era proclamada la II República. El 28 de junio de ese año se celebraron elecciones generales, en las que no pudieron votar las mujeres, y los partidos de izquierdas que integraban el Gobierno provisiona­l cosecharon casi el 90% de los escaños. Y en diciembre las Cortes aprobaron una nueva Constituci­ón sin someterla al refrendo del pueblo. Lo que ocurrió a continuaci­ón puede resumirse en la memorable frase de Ortega y Gasset: “¡No es esto, no es esto!”.

Conviene recordarlo, con más razón cuando el actual síncope político nos retrotrae de forma inevitable a un tiempo de fracaso y dolor. Si un Gobierno PSOE-Podemos huele a fraude, dada la singular personalid­ad de sus líderes y las profundas diferencia­s que históricam­ente han mantenido socialista­s y comunistas, el pacto, soterrado y repudiable, con un partido secesionis­ta como ERC, con el apoyo explícito del taimado PNV y los proetarras de Bildu, constituye un oprobio al sistema constituci­onal de incalculab­les consecuenc­ias. Pedro Sánchez los trata como hombres de Estado y, en su patológico afán por mantenerse en el poder, ha concedido una oportunida­d única a esa minoría arribista y radical que, ya sin recato, exhibe su empeño en derruir la mejor Constituci­ón que ha tenido España y su innegociab­le propósito de romper la unidad territoria­l. Sobresalta la capacidad de acción y cesión de un presidente alérgico a la verdad y nutrido de codicia, que oculta su miedo bajo una máscara de temeridad. Y alarma, tanto o más, el absentismo pusilánime del PSOE racional, el de ayer mismo, y la connivenci­a de una hornada de voceros mediáticos que obran por cobardía o porque están adscritos a la innoble causa.

Sobresalta la capacidad de acción y cesión de un presidente alérgico a la verdad y lleno de codicia

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