Europa Sur

CALISTENIA

- ANTONIO SEMPERE

ASÍ es que ahora los directores de orquesta practican calistenia sobre el atril. Se lo leí a un crítico musical que comentaba en tiempo real los contoneos del letón Andris Nelsons, de 41 años. Evidenteme­nte, somos cada vez más más simples. Y no lo digo por los millonario­s que pudieron seguir en vivo desde el palacio de la música vienés el evento musical, sino por la deriva que han tomado las industrias culturales. Tan superficia­les.

Hace tiempo que la estrella del concierto es el director. Cuando en realidad, salvo en los ensayos, el director lo único que hace la mañana de autos, y en eso acertaba el cronista, es una sesión de calistenia ante las cámaras de medio mundo. Sin que ningún músico se moleste en mirarle ni de soslayo. Que la música está muy bien pautada en las partituras y el ritmo perfectame­nte marcado por las primeras cuerdas. Instalen el VAR, véanlo en cámara lenta y lo comprobará­n.

Tanto protagonis­mo se les ha conferido a los músicos que titulan sus ciclos con pomposos sobrenombr­es: Planetas, Mística, Fantástica, Nuevo Mundo. Y como si de un parque temático se tratara, las ventas suben.

¿Saben una cosa? A Europa le quedan unos cuantos Telediario­s. Hasta que a Angela Merkel le fallen las fuerzas. Pero el Concierto de Año Nuevo desde Viena, tan continenta­l, le sobrevivir­á. De la misma manera que Eurovisión. Al fin y al cabo los extremos se tocan y no difieren tanto. No son más que dos sesiones de calistenia televisada. Para todos los públicos.

Por cierto, qué listos fueron los austríacos cuando se inventaron hace 80 años este concierto, del que hasta hace relativame­nte cuatro días en España solamente se ofrecía por televisión la segunda parte y poco más. Cosas de los programado­res de siempre. ¿Por qué no se les ocurriría a los alemanes hacer lo propio con Bach? Habrían fracasado por falta de calistenia.

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