Europa Sur

GRATIS TOTAL

- ENRIQUE MONTIEL

HABLAMOS del fuero, no del huevo, que se decía en el recio castellano. Lo de Torra, ¿cómo lo abordamos? No fue a San Millán porque iba el Rey y por lo de la revocación de los permisos a los políticos presos, condenados por el Tribunal Supremo. Además no pide, ni sugiere la convenienc­ia de, no, exige, aprieta, hace imposible la política. ¿Qué le pasa a este hombre? Por una carambola no está inhabilita­do, aunque le falten tres minutos. Pese a todo ahí sigue dando guerra, bordeando la legalidad y arremetien­do contra las institucio­nes democrátic­as españolas; es el máximo representa­nte del Estado español en el territorio de Cataluña pero, los hechos cantan, su comportami­ento es la deslealtad y la bronca. En ocasiones no sólo conviene contar hasta diez, es preciso más. Pero también hay eso en el acervo popular del cuanto más te agaches, etcétera. ¿Qué desean estos españoles del noreste, a qué callejón sin salida quieren conducirno­s al resto y a ellos mismos? En San Millán, Urkullu consiguió lo que pretendía, o casi todo lo que pretendía. Negoció duro y obtuvo réditos. Otros presidente­s encontraro­n el lugar adecuado para exponer sus legítimas aspiracion­es, las ayudas para afrontar la penosa factura que está dejando el Covid-19 en sus territorio­s. No es que fuera el lugar único en donde hacer valer los deseos y necesidade­s pero era un buen lugar, un enclave para la ref lexión de calado: la lengua que nos une nació en el monasterio en donde se reunieron con Felipe VI los presidente­s autonómico­s y el gobierno español, los primeros “vagidos” del castellano lo pusieron los monjes de Suso en sus pergaminos. Estamos ahí, en el centro inaugural de lo que hemos llegado a ser y deberemos seguir siendo, todos, unidos. Por eso llama la atención el arriscado y presuntame­nte irredento Molt Honorable, su demoníaco juego del todo o nada, la unilateral­idad por la que están presos sus políticos y esa voluntad de herirnos –en la persona de Su Majestad, las institucio­nes democrátic­as españolas, el sosiego necesario, el prestigio internacio­nal del Reino de España o directamen­te– y agitarnos, pensando que el odio de los españoles es el combustibl­e para el logro de sus objetivos imposibles. No es necesario recordar sus disparates, que le acompañará­n hasta después de su muerte, es un personaje patético, un espantajo de nuestros peores días como sociedad política. Sube el clamor de que todo esto no puede salirle gratis total, nos la jugamos como sociedad abierta, libre y plural. Lo discutible, sea discutido. Y lo negociable, negociado. Lo de Torra y otros no tiene un pase. Quieren ser o ellos o nosotros, gratis total, y eso no…

Torra no pide, ni sugiere la convenienc­ia de, no, exige, aprieta, hace imposible la política. ¿Qué le pasa?

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