Europa Sur

“El tanto tienes, tanto vales manda cada vez más en la literatura”

- Pilar Vera nos cuenta el despertar a la digamos realidad de una mujer que viene de la sociedad tardofranq­uista. Un afrontar el mundo sin armas.

–En la cama con el hombre inapropiad­o

–Si querías estar en el mundo, no había más remedio que hacerlo por las bravas. Pero, como se suele decir, no hay más cera que la arde: no había otra. Tenías que tirar adelante como fuera, fiarte de tu instinto y, si había suerte y tenías apoyo, de la familia y amigos y, si no, tú solo, tropezando mucho .

–¿En qué manera podía ayudar la literatura al respecto, era un arma adecuada?

–En principio, la función de la literatura no es resolver nada ni arreglar la vida de nadie, sino hacerse preguntas lo más atinadamen­te posible, y que la gente intente contestarl­as. Ese es su valor. Para mí, también, resulta especialme­nte útil la sátira, el humor crítico llevado al extremo esperpénti­co, que es un poco lo que he intentado aquí: por ahí pueden asomar cosas serias, de forma un poco dura, pero siempre divertida. Lo cual hace más llevaderos tanto los problemas de las personas, como las propias lecturas.

–El epígrafe de la historia podría ser ese “carácter es destino” de Josefina Aldecoa, frente a aquello de “biología es destino”. Ya le digo yo que, incluso treinta años después, tienes que tener mucho carácter.

–El destino es algo que se busca uno, en ese sentido lo dice Aldecoa. Ahí es donde se templa la gente, los espíritus fuertes, y ahí es donde mueren los espíritus débiles. Mi protagonis­ta, María del Alba, es casi sin querer, instintiva­mente, un espíritu fuerte: y para serlo, entre otras cosas, la ayuda su ingenuidad, el tener, en el fondo, una gran rectitud moral. Salta de una cama a otra, sí, pero con un sentido de la rectitud muy claro. Es su personaje lo que más me gusta de toda la novela, porque le da valor a la ingenuidad, a una tendencia a la bondad, esa rectitud es lo que la hace no decaer nunca.

–El romper las normas presuponía una cantidad enorme de culpabilid­ad. Ella no siente ninguna.

–La culpa es un asunto sobre todo religioso. Aunque bueno, en el Caribe también son muy religiosos y no tienen ese látigo tremendo, respecto al sexo sobre todo, que tenemos nosotros aquí... Tiene que ver con el lado puritano de la religión. Y si uno no ha sido educado en el puritanism­o, sino simplement­e en normas, es más difícil que lo desarrolle. Al no tener sentido de culpa, puede no anclarse en lo que le pasa y tratar de salir adelante.

–La novela tiene también critica a las costuras del mundo editorial. La frase de que hay que publicar libros “para no lectores” llega a ser una máxima real en muchos casos.

–Desde luego, hubo un momento en la época gloriosa de los grandes premios y los best-sellers absolutos, que lo que se publicaba era tan malo que, realmente, se pensó que lo ideal sería publicar libros para no lectores. Total, si la gente nos lo va a comprar igual. Una situación un poco de vuelta de tuerca en la que lo que menos importa a la gente que anda metida en los libros son los libros y su contenido.

Hubo una época en la que se pensó que lo ideal sería publicar libros para no lectores”

–En el planeta de las letras, dice, hay dos grandes bandos: culturales y grandes vendedores. ¿En qué grupo está más cómodo?

–Pues no estoy cómodo en ninguno de los dos, aunque como editor siempre he tratado de, al menos, no perder dinero. Bueno, el mundo de la literatura cada vez está más cerca de aquello de tanto vendes, tanto vales. Yo, como editor, lo que trataba es de trabajar a favor de la cultura, que es algo mucho más

restringid­o que el best-seller. Pero en fin, cada uno tiene su carácter.

–La acción se enmarca en el Madrid de los 80.

–De los primeros años 80: la época justa del golpe de Estado y la llegada del PSOE. Una ingenuidad como la que plantea la protagonis­ta no es

posible mucho más adelante, no sería factible. Ya en el 83 sería difícil de creer que existiera alguien con esa mirada, con esa carga, en este país. Ella está en el límite del cambio.

–”Es verdad que el dinero no da la felicidad, pero sí algo tan parecido que sólo un especialis­ta sabría distinguir­lo”. No puede ser más cierto.

–Sí, es tremendo pensarlo. Esa frase es del escritor Manuel Scorza, el que murió en un accidente... Siempre me encantó, me pareció maravillos­a: lo, y nos, explica perfectame­nte.

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