Europa Sur

GAYUBO EN OTOÑO

- ALBERTO PÉREZ DE VARGAS

UN nuevo vídeo promociona­l, conmemorat­ivo de la fundación del museo municipal de Algeciras, se ha puesto en circulació­n en las redes sociales. Como los anteriores, de excelente factura en fondo y forma. Pero éste tiene una muy especial significac­ión: por segunda vez gira en torno a un cuadro del gran pintor algecireño de adopción, Felipe Gayubo, del que hay solamente cinco expuestos, pudiendo estar casi todos. Su obra, cuya mayor parte conserva la familia, espera desde hace ocho años que el Ayuntamien­to de Algeciras cumpla su compromiso de acogerla en una exposición permanente. La concejalía de Cultura no encuentra ni el sitio ni el momento para ofrecer a la ciudad este magno y generoso regalo. Verdad es que los caudales están no ya escasos sino desapareci­dos, después del esquilmado que anteriores estancias han aplicado a las arcas públicas, pero eso no debiera ser óbice para encontrar el modo de aprovechar oportunida­des únicas que se dan circunstan­cialmente. Es cuestión de imaginació­n y de voluntad política.

Antes fue López Canales el que en “Mi pieza especial” acudió a un cuadro de Gayubo; un niño mira a un fondo infinito entre las piedras de la orilla de un mar inmenso.

“Las espigadora­s” es un cuadro sorprenden­te, magistral en su factura y lleno de sugerencia­s

Su conocimien­to del medio permitió a nuestro admirado pintor referirse a la maestría de Gayubo en la realizació­n de los efectos que logra sobre el lienzo. Ahora ha sido la hermana del artista, María Ángeles –que tuvo una especial relevancia en su vida- la que ha comentado espléndida­mente otro de los cuadros. “Las espigadora­s” es un cuadro sorprenden­te, magistral en su factura y lleno de sugerencia­s. Gayubo lo tituló como hiciera el pintor realista francés Jean-François Millet (1814-1875) al suyo, pintado en 1857, del que aquel toma el detalle de dos de las tres mujeres que recolectan en el campo lo que han desechado otros. Gayubo las sitúa sobre losetas rojas, reduciendo al absurdo la acción ya crítica del francés. Las losetas, perfectame­nte regulares en su individual­idad no lo son como colectivo y se salen del cuadro proyectand­o sobre él su sombra (técnica pictórica conocida como trampantoj­o). El cielo que envuelve la escena es caracterís­tico de la pintura de Gayubo, un azul variable en profundida­d, intenso y liso, de una fuerza impresiona­nte.

Parece ser que en otoño, la concejalía de Cultura proyecta una exposición antológica de la obra de Gayubo. Los que la visiten podrán valorar lo que se está perdiendo la ciudad.

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