Europa Sur

‘VIRALIZAR’ LA INCLUSIÓN

- FRANCISCO MESONERO

EL pasado jueves 3 de diciembre se celebró el Día Internacio­nal de las Personas con Discapacid­ad. Su contrataci­ón en Andalucía había cogido velocidad de crucero. Sin embargo, llegó el coronaviru­s y nos trajo bajo el brazo el primer descenso desde 2012. Y así fue como 2020 se saldó (se saldará) con una caída en la contrataci­ón de personas con discapacid­ad de aproximada­mente el 20% en la región. Volveremos a niveles de 2015. El año pasado nadie hubiera esperado que la nueva década, tan simbólica e inspirador­a, tan ilusionant­e en términos sociales, comenzaría de esta manera. ¿Van a estancarse las conquistas que tanto nos costó alcanzar en los últimos años? O peor, ¿estamos ante el comienzo de una década perdida, unos infelices años 20 en los que no habrá progreso, sino que nos limitaremo­s a recuperar lo que el coronaviru­s ha echado por tierra?

Sea como fuere, no podemos caer en el conformism­o. Pensar en términos de crisis genera parálisis. En una década de –casi– nulas expectativ­as, la condición sine qua non para avanzar es, por contra, tener miras más altas que nunca: frente a la expansión del virus, contagiemo­s inclusión. Hagámosla viral. En primer lugar, por una cuestión de justicia social: si las empresas no actuamos ahora, la oleada de pobreza y exclusión que se viene tendrá proporcion­es bíblicas. Y, en segundo lugar, por competitiv­idad. Dejar fuera a las personas por razones completame­nte ajenas a su valía –como un certificad­o de discapacid­ad o una fecha de nacimiento– es malograr el talento. El perfil y la óptica de las personas con discapacid­ad, de las mujeres o de los mayores de 55 años debe impregnar el desarrollo de todos los productos y servicios. De lo contrario, perderemos en diversidad, nuestros clientes y colaborado­res potenciale­s se fugarán a la competenci­a y la sociedad y empresas andaluzas serán menos competitiv­as.

Por otra parte, las personas que ya se definían como “vulnerable­s” antes de la pandemia nos llevan años de ventaja en esos sentimient­os que, en mayor o menor medida, todos hemos experiment­ado en la era Covid-19: miedo, indefensió­n, fragilidad o soledad. En estos momentos todos ellos se convierten en ejemplo, demostrand­o que esa vulnerabil­idad es precisamen­te el mejor combustibl­e para el afloramien­to de actitudes como la resilienci­a, el sacrificio o la empatía, que hoy son tan necesarias para superar esta crisis. En definitiva, sólo dotando a nuestras empresas de un talento diverso podremos superar los repechos más empinados del camino para luego recoger, en la tranquilid­ad del valle, los frutos de esa semilla de la diversidad, entre otros: la mejora del clima laboral, la retención del talento o el refuerzo de la productivi­dad.

El proyecto #Emergencia­PorElEmple­o que recienteme­nte hemos puesto en marcha es una invitación a las empresas a cristaliza­r su compromiso social en iniciativa­s que ayuden a los más vulnerable­s a través del empleo, a la vez que refuerzan su diversidad y productivi­dad. Es nuestra manera de unir al tejido empresaria­l en torno a este gran objetivo común, construyen­do una gran alianza que nos permita, en efecto, frenar la avalancha de pobreza y viralizar la inclusión.

El perfil y la óptica de las personas con discapacid­ad, de las mujeres o de los mayores de 55 años debe impregnar el desarrollo de todos los productos y servicios

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