Europa Sur

INCONMENSU­RABLE RIDÍCULO

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EL resultado de las elecciones venezolana­s es bien conocido: una participac­ión de apenas el 30% según el Colegio Nacional Electoral, chavista, que no ha podido inflarlo más porque sondeos de agencias sólidas situaban la participac­ión en apenas un 20%. Desde Bruselas, Borrell, responsabl­e de la diplomacia europea, promovía un documento en el que los ministros de Exteriores rechazaban el resultado porque en esas elecciones no se habían cumplido las reglas mínimas que exige un país democrátic­o.

Además de Nicolás Maduro, con esas palabras y gestos triunfalis­tas que ya no convencen siquiera a parte de los suyos, dos españoles de primera línea deberían ref lexionar sobre su gran capacidad para insistir en el error: el ex presidente Rodríguez Zapatero y el vicepresid­ente segundo Pablo Iglesias. Su ridículo es inconmensu­rable. Su defensa a ultranza del chavismo y la revolución bolivarian­a pone de manifiesto que se dejan engañar, o se quieren dejar engañar, ante las evidencias de que Maduro es un dictador de la peor especie que ha devastado Venezuela y cercenado la libertad de sus habitantes. Zapatero e Iglesias en el escenario internacio­nal sólo se mueven en función de sus intereses: hace falta ser muy inconsecue­nte para apoyar a Maduro.

A Zapatero no le afectan las contraried­ades en su trayectori­a política, tiene su futuro asegurado con el salario de ex presidente; en Venezuela le siguen tratando a cuerpo de rey porque debe ser el único ex primer ministro europeo que defiende el chavismo, y siempre habrá un organismo manejado por la ultraizqui­erda que le contrate para alguna conferenci­a pagada a precio de oro.

Pablo Iglesias jamás soñó con formar parte de un Gobierno, así que los reveses los compensa con la satisfacci­ón de ser recogido en su chalé por un coche oficial y escolta, al igual que su señora. Nunca se vio en otra igual. El revolcón de Maduro, frente a lo otro, le deben parecer peanuts. Sin embargo, su falta de prudencia, su incontinen­cia verbal y su empecinami­ento en posiciones que provocan problemas al Gobierno le acaban de pasar factura: le han quitado el billete de avión a Marruecos.

Fuentes oficiales dicen que la necesidad de reducir la delegación por el Covid, que sólo acudirán los ministros relacionad­os con los temas a tratar y otros etcéteras absurdos, dejan a Iglesias en tierra; pero los que saben de qué va la cosa con Marruecos –en La Moncloa siguen creyendo que los españoles son idiotas– no tienen la menor duda de que Sánchez, que sigue presionand­o para ser recibido por Mohamed VI, ha comprendid­o que su vice segundo es persona non

grata en Palacio.

En política exterior los bocazas no suelen tener sitio.

La defensa a ultranza del chavismo de Zapatero y de Iglesias manifiesta que se dejan engañar o quieren engañar

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PILAR CERNUDA

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