SE NOS ROMPIÓ EL HUMOR
LOS humoristas se están quedando sin humor, acorralados por tantos malhumorados, censurados y prohibidos por los colectivos que no tienen ni idea de eso tan saludable y necesario que es reírnos de nuestra propia sombra. Hubo un tiempo en el que todo chiste o parodia encontró la única respuesta de la risa y hasta de la carcajada. Hoy no. Hoy los humoristas han de enfrentarse a la protesta de tal o cual asociación que se siente ofendida y atacada por la más mínima gracia que se centre en sus representados.
Los profesionales del humor dicen tenerlo muy difícil. Millán Salcedo, Josema Yuste, Miguel Caiceo o Manolo Sarriá se quejan de este absurdo tiempo en el que nadie está para las bromas, los sketches y las imitaciones que ayer fueron sus éxitos y hoy son sus querellas, ayer les dieron aplausos y ahora les obligan a disculparse. El último ha sido Florentino Fernández por su Flosie, una parodia de otro concursante de MasterChef, Josie.
Hagan un pequeño esfuerzo y recuerden aquella televisión de años pasados, con la de los últimos tenemos bastante, no hace falta tanto como volver a la del Un, dos, tres y don Cicuta, que sería para esculos charlo ahora recriminando a las azafatas por enseñar sus poderosas carnes y curvas peligrosas. ¿Qué hubieran hecho con Victoria Abril o María Casal las feministas de hoy? Fácil de imaginar.
En una televisión como la española, con más de 60 años, cerca de treinta son suficientes para quedarnos a la altura cronológica de programas como Este país necesita un repaso o aquellos tan gesticulados espacios de Hermida y sus chicas. Sin adentrarme en La clave de una televisión sin gritos absurdos y con razonamientos educados. Ay, Lola... si largas hoy lo de Hacienda te crucifican en Twitter.
Vuelvan si pueden al fin último de esa pantalla que entretenía e informaba. La información ya no convence y el entretenimiento pisa con pies de plomo. Y el humor ya solo es parte de osados y valientes que ven más allá de los complejos y no piden perdón por un simple chiste de gangosos, de gays o de hombres calzonazos con mujeres mandonas. Carlos Latre imita a la ministra del acento cutre-andaluz y le llueve una granizada de insultos aprendidos en la escuela de la sinrazón.
Jamás la televisión estuvo tan alejada de la realidad. Por mucho que cuenten las vidas puras y duras de los famosos, por mucho que hablen con esa propiedad insultante, por muchos realities que hagan... la falsedad brilla por su presencia.
Aquellas 625 líneas eran más nítidas que cualquier plasma, lo falaz se veía a leguas y lo real era a todo color. Un color que nos llegó casi a la vez que la democracia y se va degradando hacia el blanco y negro de nuevo.