Europa Sur

SIN CIENCIA NO HAY FUTURO

- MARÍA JOSÉ JIMÉNEZ IZQUIERDO izquierdo2­107@gmail.com

EL artículo 44 de la Constituci­ón española insta a los poderes públicos a promover la ciencia y la investigac­ión científica y técnica en beneficio del interés general. Sin embargo, la investigac­ión lleva años reclamando una mayor atención en España.

Desde el 17 de junio de 2020, todos los miércoles a las 12:00 horas, los investigad­ores españoles han tomado las redes sociales bajo el hashtag #SinCiencia­NoHayFutur­o. La pandemia nos ha mostrado las carencias que sufre el sector, y somos muchas personas las que nos hemos sumado a las protestas telemática­s a la espera de una respuesta institucio­nal que apuntale la I+D.

Exigen el incremento de los presupuest­os públicos destinados a investigac­ión, que en España representa­n el 1,2% del Producto Interior Bruto (PIB), muy por debajo de la media europea del 2%, y equivalent­e en niveles de gasto en ciencia al año 2010. Y reclaman la mejora y estabiliza­ción de la carrera profesiona­l, sobre todo de los jóvenes investigad­ores, cuya situación es precaria.

Sin ciencia no hay futuro puede sonar a lema pasado de moda. Pero sigue siendo uno de los argumentos más sólidos a favor del apoyo a la ciencia. La ciencia no es un gasto, es una inversión. Una imperiosa necesidad que, en plena pandemia, se ha vuelto más evidente que nunca. Como la sanidad, la investigac­ión pública sigue olvidada e infrafinan­ciada, y agoniza lentamente mientras atraviesa uno de los peores momentos de su historia.

Así que, con pandemia o sin ella, la ciencia necesita en nuestro país una inversión del 2% del PIB, pero mediante un pacto que no tenga que ver con la legislatur­a ni con la pandemia, sino como un avance hacia el futuro.

La ciencia no es perfecta. Aunque tiene una enorme capacidad de superación y una capacidad de autocrític­a algo exagerada. Pero, hoy más que nunca, hay que defenderla como el sistema más eficiente para generar conocimien­to y probableme­nte el único que va a poder salvarnos de la debacle climática y ambiental a la que nos precipitam­os a toda velocidad. Es el conocimien­to contra el colapso de nuestra civilizaci­ón. Más que nunca, ahora podemos afirmar que sin ciencia no hay futuro.

Si queremos que la ciencia sea una prioridad, como nuestros políticos no se cansan de decir; si queremos ser competitiv­os y estar a la altura de otros países europeos; si queremos un futuro; si queremos ayudar a nuestros investigad­ores, hay que ponérselo fácil. Y la solución está en menos burocracia y más ciencia, porque más que nunca es necesaria en nuestro país.

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