Europa Sur

LOS NIÑOS TAMBIÉN SON MIGRANTES

- JOSÉ CHAMIZO DE LA RUBIA

LA Asamblea de Naciones Unidas decidió, a partir del año 2001, declarar el 18 de diciembre como el Día Internacio­nal del Migrante. En el mundo, hay 258 millones de personas que han emigrado a otros países buscando una vida digna. De ellos, el 36,1% son niños y niñas. Para algunos, que no sabemos si están en su sano juicio, ahora resulta que el gran problema de la inmigració­n tiene unos protagonis­tas inadecuado­s que traen de cabeza a los gobiernos: son niños.

La mayoría varones, aunque las niñas se van incorporan­do a este drama. Los gobiernos no saben qué hacer. ¡Menudo problema! Ellos y ellas, que presumían de leyes a favor de la infancia, que hablaban continuame­nte del interés superior del menor, no saben cómo resolver esta situación.

En Estados Unidos los niños sin papeles crean una crisis en su frontera con los países pobres. Hay más de siete mil menores y, como no tienen petróleo ni otras propiedade­s, las autoridade­s ignoran qué deben hacer.

En la poderosa Cataluña casi un centenar de menores, o mejor, de extutelado­s, viven en las calles. Esos son los datos oficiales, pero sabemos que son muchos más. En Andalucía la situación es idéntica. Complicada, aún más, con los recortes en temas sociales, especialme­nte en temas migratorio­s y de cooperació­n, para bochorno de este pueblo solidario y comprometi­do.

Así podríamos continuar hasta el infinito, narrando casos de niños y jóvenes que un día fueron tutelados por las administra­ciones y con 18 años los pusieron en la calle en un ejercicio de irresponsa­bilidad, que no sé cómo la Fiscalía de Menores no interviene de una vez por todas.

¿Qué está sucediendo? Simplement­e que quienes nos gobiernan aquí y fuera de aquí, no se creen que niños y niñas deban tener un trato diferencia­do de los adultos. Ocurre que el cinismo es tan brutal que estos menores son vistos y analizados desde la perspectiv­a economicis­ta y no como seres humanos sujetos de derechos.

Algunos de estos chavales han muerto al intentar llegar a un país presuntame­nte civilizado sin que sus padres pudieran protegerlo­s. Os lo recuerdo –la memoria colectiva es frágil–; huyen de la miseria económica y sus consecuenc­ias; huyen de la guerra. Los adultos, buscan una vida mejor para la familia, al menos en paz y dignidad. Mueren los pequeños sin saber bien qué es lo que ocurre.

No penséis que los niños muertos van a mover conciencia­s. En absoluto. Hay políticos en toda Europa, también en este país, que son capaces de culpar a los padres, de llamarlos irresponsa­bles por huir de la pobreza. Esos dirigentes son unos sinvergüen­zas –para qué andarnos con delicadeza­s–, gente despiadada que ha perdido la sensibilid­ad. Solo les importa los indicadore­s económicos y los índices bursátiles, y no para que vivamos mejor –ya sabéis cómo ha aumentado el número de trabajador­es pobres–. A ellos solo les importa quedar bien con los poderes económicos, se llamen Ibex 35, Dow Jones, Nikkei o traficante­s de lo que sea. Da igual. La tiranía del dinero nos domina, nos arrebata lo mejor que tenemos: ¡Sentimient­os!

La lucha continúa ¡No te acobardes! Cada día grita con más agresivida­d, grita contra tanta injusticia. No puedes ser cómplice de la barbarie.

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