Europa Sur

LOS PASTORES

- MANUEL GREGORIO GONZÁLEZ

ESTE año, los décimos de Lotería venían ilustrados por la Adoración de los Magos de El Bosco, cuadro de un amarillo tenue y misterioso y pintor predilecto de Felipe II, cuyo gusto vino sabiamente instigado por el cortesano y erudito Felipe de Guevara. Para la Lotería de Navidad, sin embargo, quizá hubiera sido más oportuna alguna de las adoracione­s pastoriles que abundan en nuestros museos, y que llegan antes, cronológic­amente, que el solemne y mágico cortejo de los Reyes, cuyo origen y dignidad desconocem­os, pero cuyas tumbas, si hemos de creer a Marco Polo y no al sepulcro

de la catedral de Colonia, estaban ya en número de tres en los vastos arenales persas, cada una coronada por una cúpula.

Sin salir del Prado, hubieran podido elegir La adoración de los pastores de El Greco, cuadro que se nos presenta como una extraordin­aria y nocturna fantasmago­ría, de la que parece emanar una luz azulada, electrizan­te, nunca vista, y a cuyos pies estuvo enterrado El Greco durante algunos años, en su sepultura de Santo Domingo de Toledo. El propio Murillo quiso enterrarse, y se entrerró, en la antigua iglesia de Santa Cruz, bajo el Descendimi­ento de Pedro de Campaña, aquel Pieter Kempeneer, venido de Bruselas, que trajo consigo una ternura, un suave dramatismo, desusado en Italia. También en la Catedral, donde se encuentra hoy el Descendimi­ento,

se halla, junto a la Puerta de la Natividad, el retablo del Nacimiento de Luis de Vargas, cuya obra central es una hermosa adoración pastoril, agitada, grave y colorista, pero en cuya base, en la predela, nos encontramo­s con una enigmática Adoración de los Reyes escenifica­da en unas ruinas subterráne­as. Según Nicole Dacos, se trata de la primera representa­ción de este tipo, influida por el hallazgo de la Domus Aurea de Nerón en una gruta ( de ahí la palabra grotesco) junto al Coliseo.

En cualquier caso, una de las grandes adoracione­s del XVII es la que pinta Murillo para los Capuchinos, y que se halla en el Bellas Artes de Sevilla. Ahí, en esa umbría nocturna, acogidos por una frágil y maltrecha arquitectu­ra, se realiza el milagro pictórico del calor humano, obrado por un uso avaro del color y la luz, que triunfan, con enorme cautela, de las sombras. En la Adoración de los Magos, es el tributo de la sabiduría antigua quien comparece ante el nuevo Dios. Pero aquí, en este soberbio cuadro de Murillo, es el hombre, el hombre desnudo, la humanidad más despojada y ruin, quien cobija dulcemente sus esperanzas, bajo el áspero cielo de diciembre.

En la adoración de Murillo, es el hombre, desnudo, quien cobija dulcemente sus esperanzas bajo el áspero cielo de diciembre

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