Europa Sur

Ya es Navidad

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No cabe la menor duda de que en esta ocasión y por un motivo más que evidente estas próximas fiestas no serán como las de antes. Sobradamen­te conocemos las causas siendo muchas las familias en las que no podrán sentarse todos a la misma mesa. Y en algunos casos nunca volverán a hacerlo. Mi entrañable recuerdo para todas ellas. Si bien no son pocos los ciudadanos que año tras año al llegar estas fechas desean discurran lo antes posible, lógicament­e sus motivos tendrán, a mí me ocurre todo lo contrario. He cumplido setenta y tres años pero no olvido que desde que empecé a gatear mi ilusión era disfrutar al máximo de estos días. Padres y suegros me educaron en ese amor al prójimo que nos transmitía­n el portal de Belén, los villancico­s y los tres Reyes Magos. Actué de igual manera con mis dos hijas y ahora comienzo a hacerlo con mi nietecita. A continuaci­ón el grato recuerdo de mi pasada Navidad…

Los más avispados ya habían barruntado con anteriorid­ad la proximidad de las fiestas alertados por el bullicioso trajín callejero del Black Friday y días más tarde por el silencioso Cyber Monday. Hábiles triquiñuel­as importadas ambas al objeto de vaciarnos el bolsillo hasta cobrar la paga extra. Si bien las innumerabl­es comidas de empresa y el reiterado reclamo publicitar­io de perfumes, vía radio y televisión, resultaron asimismo inequívoco­s avisos de la inmediatez de las festividad­es, fue otro suceso el protagonis­ta del pistoletaz­o de salida. Ocurrió en la mañana del domingo día 22 cuando despertó media España con el monótono sonsonete de los mil euros de la pedrea, premio menor del sorteo más esperado del año de la lotería nacional. No habían hecho novillos los niños del colegio de San Ildefonso. En Navidad y Nochebuena cantamos todos junto al nacimiento, menos la pequeñita que dormía en los brazos de su abuela, y tocamos la pandereta sin que se despertase. El 28, día de los Inocentes, recibí alguna inocentada. Comimos las uvas en Nochevieja, cada año más a trompicone­s por las prisas de terminarla­s con las campanadas, poco antes de abrazarnos y desearnos un feliz 2020 (ironías del destino). Solo quedaba por llegar una de las mañanas más felices en la vida de un niño, y en la de sus padres. Inolvidabl­es momentos abriendo paquetes junto a los zapatos. Nada me gustaría más que tener salud para poder volver a vivir estas sensacione­s con la chiquitina. Disfrutemo­s mientras podamos y hagamos disfrutar a nuestro alrededor. Un abrazo y mucho ánimo para todos, que ya es Navidad. Rafael Aguirre Grijalvo.

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