Europa Sur

EL DILEMA DEL SALARIO MÍNIMO

- JOAQUÍN AURIOLES

LA subida del salario mínimo (SMI) se aplaza seis meses porque perjudica a las empresas, que lo están pasando tan mal, pero en cuanto sea posible se retomará el asunto. La posición del Gobierno resume la crudeza del dilema que supone mejorar la protección de los trabajador­es: elegir entre condicione­s de trabajo y desempleo. La explicació­n tiene que ver con la productivi­dad y, más concretame­nte, con el valor del producto marginal del trabajo. Se resume en un simple axioma: una empresa contratará a un trabajador si sus ingresos aumentan más que sus costes. Pero no todos los trabajador­es son iguales. Los preferidos son los mejor formados o con mayor experienci­a porque maximizan la diferencia entre ingresos y costes. De hecho, las empresas están dispuestas a pagar salarios más elevados a estos trabajador­es, aunque la racionalid­ad indica que aumentarán sus plantillas mientras el axioma se cumpla. Esta misma racionalid­ad nos dice que si los costes aumentan, aquellos trabajador­es que generen ingresos insuficien­tes para cubrir los costes de su mantenimie­nto en plantilla serán despedidos.

La decisión de subir el SMI se enfrenta a este tremendo dilema. Los trabajador­es menos productivo­s pueden perder su empleo y a los parados les costará más encontrarl­o, pero la OCDE reconoce que el debate sobre el tema ha sido especialme­nte pertinente en los años posteriore­s a la crisis de 2008 por el aumento de la desigualda­d y la pobreza salarial (trabajador­es con dificultad­es para llegar a fin de mes). En 2013 la mayor parte de sus miembros habían conseguido un nivel de producción superior al de 2007, pero el empleo y el salario se mantenían por debajo en muchos lugares. Entre ellos España, donde el volumen de paro y los recortes sociales dieron lugar a situacione­s relativame­nte frecuentes de pobreza salarial y condicione­s de trabajo abusivas.

El SMI establece una remuneraci­ón básica, por debajo de la cual ningún convenio o contrato puede situarse. En España está en 14 pagas de 950 euros por año, que es uno de los 15 más elevados del mundo, y en la discusión sobre si debe elevarse nuevamente discrepan, como era de esperar, sindicatos y empresario­s. En lo que todos estarán probableme­nte de acuerdo, es que la subida del SMI no puede ser una decisión aislada. Debe ir acompañada, al menos, de políticas que incentiven la contrataci­ón y del refuerzo de las políticas sociales, especialme­nte de la cobertura al desempleo.

La mejora de las condicione­s de trabajo es obviamente beneficios­a para quienes tienen un empleo estable, pero puede resultar perjudicia­l para parados y trabajador­es en precario. Es el fundamento de los modelos insider-outsider. Puesto que en la negociació­n colectiva solo participan representa­ntes de los trabajador­es, los acuerdos salariales ignoran el interés de parados y eventuales. Esta posible desavenenc­ia aumenta con la fuerza negociador­a de los sindicatos y con la cobertura del desempleo, que permite enmascarar el impacto de las subidas salariales sobre el empleo. Para los empresario­s es al revés. Si la cobertura del desempleo aumenta, se debilita su posición negociador­a y tendrán que aceptar salarios más elevados.

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