Europa Sur

BREXIT, SCHENGEN Y GIBRALTAR

- JESÚS VERDÚ

NOS acercamos al borde del precipicio. El abismo empieza el 1 de enero de 2021 cuando termine el período transitori­o que ha permitido al Reino Unido y Gibraltar mantener el estatuto jurídico europeo después de su salida de la Unión Europea. Las colas de camiones en el canal de la Mancha con motivo de la aparición de una nueva cepa de coronaviru­s en las islas británicas nos anticipan la imagen de lo que puede suceder en las fronteras a falta de un acuerdo. Es por ello que, en relación a la frontera terrestre con Gibraltar, territorio jurídicame­nte diferencia­do del Reino Unido, pero cuya política exterior depende de él, la propuesta de inclusión de Gibraltar en el espacio Schengen es de un extraordin­ario interés. Esta fórmula permitiría la desaparici­ón de los controles fronterizo­s respecto a la circulació­n de personas, quedando pendiente el control de mercancías. La frontera exterior Schengen, ahora en la Verja, se efectuaría en el interior de Gibraltar, en concreto, en las instalacio­nes portuarias y aeroportua­rias. Los problemas jurídicos y políticos son enormes y desbordan el espacio de esta columna. Básicament­e, al ser un tratado internacio­nal, dependería de un acuerdo del conjunto de Estados incluidos en el mencionado espacio y el Reino Unido, con la paradoja de que el Reino Unido quedaría fuera y se aplicaría solo en

Las colas de camiones en el canal de La Mancha nos anticipan lo que puede pasar aquí si no hay acuerdo

relación a Gibraltar. Al quedar Reino Unido fuera, los controles dependería­n institucio­nalmente de un Estado, en este caso, España, aunque funcionalm­ente se ejercieran, como se ha propuesto, por FRONTEX para evitar un tema tan sensible como es el ejercicio de controles por policías españoles en Gibraltar. El desafío es enorme, y además esta posibilida­d está subordinad­a a los avances en negociacio­nes que se desarrolla­n en un nivel superior, entre la UE y el Reino Unido, enfangados por la –mediremos nuestro adjetivo– desconcert­ante actitud negociador­a de Boris Johnson. En cualquier caso, esta propuesta nos sitúa en unas negociacio­nes que muestran cierta seriedad en los planteamie­ntos para abordar los retos pendientes como consecuenc­ia del Brexit. Quedan lejos ya los tiempos en que la diplomacia española era ruido, provocacio­nes y ocurrencia­s y en la actualidad la diplomacia avanza profesiona­lmente proporcion­ando soluciones a problemas complejos (Tratado Fiscal, Protocolo sobre trabajador­es transfront­erizos) y buscando fórmulas imaginativ­as, aunque extraordin­ariamente difíciles, como la que comentamos. Esperemos que la diplomacia encuentre las redes de seguridad antes de caer en el abismo al que nos han dirigido ciertos políticos populistas e irresponsa­bles.

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