Europa Sur

APETITOSA FRANCIA

- LUIS SÁNCHEZ-MOLINÍ

CUANDO Rafael García Serrano decía que Europa era una “vieja puta” en el fondo estaba pensando en Francia. Al país galo tenemos muchas cosas que reprocharl­e: Bonaparte, los Cien Mil Hijos de San Luis, el Mayo del 68, el esnobismo universita­rio, el santuario etarra, Giscard d’Estaing, los camiones destripado­s en la frontera… Pero también algunas influencia­s sin las cuales hoy no entendería­mos ni la vida ni España: el vino de Burdeos, la lencería picante, los perfumes, Madame Bovary, el Camino de Santiago… y sobre todo, una gastronomí­a que, incluso en estos tiempos de exotismo y orientalis­mo culinario, sigue erigiéndos­e como un gran monumento a la patrie. Lo que el corso enano y tirano nunca logró, someter a Europa con sus bayonetas, lo consiguier­on una legión de cocineros que se desperdiga­ron por el ancho mundo para llevar la buena nueva de la gastronomí­a francesa. Como biblia, estos apóstoles portaban Fisiología del gusto de Jean Anthelme Brillat-Savarin; como templos, fundaron esos lugares maravillos­os llamados restoranes. En España se rastrea claramente su llegada con Lhardy, fundado en Madrid en 1839, cuando todavía toreaba Cúchares, como le gusta presumir a esta sacrosanta casa. En Andalucía llegarían más tarde gracias a negocios como El Pasaje de Oriente, que estuvo ubicado en la sevillana calle Albareda.

A Francia le debemos uno de nuestros grandes logros como pueblo: los vinos finos de Rioja, que lo empezaron a elaborar franceses huidos de esa pandemia de la vid que fue la filoxera y que tantos cambios socio-económicos provocó en el Viejo Continente. Aquello fue un desastre (como la grafiosis de los olmos, que despobló nuestros bosques y ciudades de estos árboles venerables, o el malvado picudo, que ha mochado buena parte de las palmeras de haciendas y avenidas del sur), pero sirvió para dejarnos ese vino rojo sin el que ya no entendemos nuestros días. La complejida­d del mundo, de sus causas y azares, siempre será un misterio.

Incluso el más contumaz de los castizos hispanos, el más duro heredero de las partidas de El Trapense, siente un estremecim­iento de fraternité al oír palabras como: foie, armañac, coñac, volován, canard, fruit de mer, champagne, bechamel, sauternes… Decididame­nte: Vive la France!

A Francia le debemos uno de nuestros grandes logros como pueblo: los vinos finos de Rioja

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