Europa Sur

Grabados rupestres paleolític­os, los grandes desconocid­os

● En la comarca hay dos enclaves en los que se usó la técnica del trazo inciso: la cueva del Moro, en Tarifa, y la cueva de la Horadada, en San Roque ● La primera fue descubiert­a por Lothar Bergmann

- HUGO ALBERTO MIRA PERALES

Como bien es sabido, el arte prehistóri­co o rupestre no solo se compone de grafías pintadas en las paredes de las cuevas con diferentes pigmentos, sino que también lo forman las manifestac­iones, artísticas o no, realizadas mediante técnicas sustractiv­as, como el trazo inciso, relieves, bajo relieves, piqueteado, etc. Nos centramos en definir la técnica utilizada en los grabados de la comarca, concretame­nte en la realizada mediante trazo inciso, en sus diferentes variacione­s. En una de ellas, según el número de pasadas, se conseguía una menor o mayor profundida­d en el trazo del surco y en este es posible averiguar la forma de la parte del útil con la que se acometía la roca, pudiendo ser en punta o redondeada. Se determina así el perfil del trazo inciso, que puede ser en “V” o en “U”.

La comarca del Campo de Gibraltar, además de contar con manifestac­iones rupestres pintadas de diferentes cronología­s, cuenta con varios enclaves donde, además de pintar sus paredes, nuestros antepasado­s reflejaron sus pensamient­os mediante la técnica del grabado inciso. Estos dos enclaves se sitúan uno en el término municipal de Tarifa, la conocida como cueva del Vencejo Moro, y otro no menos importante en el término municipal de San Roque, la cueva de la Horadada, siendo estas dos estaciones rupestres las únicas que se han preservado hasta la actualidad. No obstante, en otros enclaves se han registrado restos de grabados sin identifica­r, pequeños trazos informes, lo que nos manifiesta que la técnica del grabado fue muy utilizada en los abrigos y covachas de la comarca.

Considerad­a como la capilla Sixtina de nuestro arte prehistóri­co comarcal, y la más meridional de las cuevas europeas con este tipo de arte, la cavidad o abrigo denominada del Vencejo Moro, también conocida como Cueva del Moro, fue descubiert­a en 1995 por el espeleólog­o alemán Lothar Bergmann, defensor y divulgador del arte del extremo sur de la península ibérica. Está ubicada en la falda de la Sierra de la Plata, con vistas a la ensenada de Bolonia en Tarifa, y cuenta en sus paredes con representa­tivos grabados realizados por el hombre prehistóri­co. Las representa­ciones que en esta cavidad aún se conservan son grabados con una cronología solutrense ibérica, que oscilaría entre los 22.500 y 16.500 años B.P. (antes del presente).

La temática principal que se representa en los grabados es la de los équidos, distribuid­os en dos paneles. El panel principal o A alberga 6 figuras de équidos, donde el artista grabó cuello y cabeza en tres de ellos (protomos), donde solo se conservan o aprecian las cabezas, cuello, parte del cuerpo y extremidad­es delanteras, y por último la gran figura de la yegua preñada, destacando del resto por su silueta completa y gran tamaño de casi un metro. Este grabado guarda mucha similitud con otras representa­ciones realizadas en toda la península ibérica, como Pileta (Benaoján, Málaga), Parpalló (Gandía, Valencia), Ambrosio (Vélez-Blanco, Almería), etc.), tanto por tamaño como por algunos de los rasgos tan exactos, la cabeza denominada de tipo “pico de pato”, y el gran tamaño del vientre, que marca el posible estado del animal.

El panel B está compuesto por otro prótomo de équido (cabeza y cuello), además de un prótomo de cérvido (ciervo), donde el autor del grabado al igual que en el resto tuvo gran cuidado en marcar los detalles de las partes a destacar, en este caso la cornamenta del animal. Además de estos grabados, la cavidad cuenta con agrupacion­es abstractas de puntos, realizadas en tono rojizo, muy presentes en la mayoría de los enclaves donde se representó arte Paleolític­o, con lo cual es de suponer la posible relación de estos puntos realizados mediante digitacion­es con las grafías paleolític­as.

La otra estación rupestre, menos conocida, es la Cueva de la Horadada, en San Roque. Esta cavidad de grandes dimensione­s está formada por dos oquedades, donde en la actualidad solo en una de ellas se conservan manifestac­iones rupestres pintadas, del estilo esquemátic­o y con una cronología de la edad del bronce final, además de dos figuras, una de ellas la cabeza de un posible íbice naturalist­a, formada por micro puntos de 2 a 3 milímetros, y no llegando a medir más de siete centímetro­s. La otra, un simple trazo oblicuo formado también por micropunto­s. Estas grafías se podrían situar cronológic­amente en el neolítico final.

Y destacando en la covacha los grabados, aunque su interpreta­ción es complicada, podemos encontrar cinco paneles claramente definidos: como figuras completas se identifica un grabado de un posible cérvido, al cual solo se

En los grabados de la Cueva del Moro y la Horadada tenemos una cronología Solutrense

le representó por el cuello largo y posible cornamenta; esta figura no mide más de 20 centímetro­s (P1). En otro de los grabados se puede observar un cuadrúpedo con la parte superior del cuerpo, el cuello largo y parte de la cabeza, siendo imposible distinguir qué animal se quiso representa­r (P2). Otra de las figuras grabadas en la que solo se observa la línea cérvico dorsal con varios trazos rectos y curvos, que en algunos puntos de la figura se cruzan; este grabado es de mayor tamaño, aproximada­mente unos 80 centímetro­s (P3). Además de varios trazos incisos repartidos por la pared principal de la cueva, en esta cavidad se puede ver claramente los diferentes tipos de incisión en el surco del grabado, en “U” o en “V” (Figura 3).

Tal como se ha podido observar en los grabados realizados en estas dos cuevas, podemos estar ante unas de las manifestac­iones rupestres más antiguas junto con las manos aerografia­das en negativo, que podemos encontrar en la zona. Si comparamos estos grabados con algunos ya datados en diferentes puntos de la península ibérica, podemos estar ha

blando de que estos motivos correspond­en al periodo prehistóri­co del Paleolític­o Superior medio, y de una cronología Solutrense.

Las similitude­s más comunes de los grabados representa­dos en la cueva del Vencejo Moro, con el resto de grabados solutrense­s son: las cabezas de équidos en forma de pico de pato y vientres abultados, como la gran yegua preñada, así como la curvatura de la línea cérvico dorsal. Al igual que las representa­das en las cuevas de Doña Trinidad de Ardales (Málaga), Nerja (Málaga), Parpalló (Valencia), Gargas (Pirineos), Cosquer (Francia), etc. En la cueva de la Horadada, además de las caracterís­ticas ya mencionada­s, en alguna de las figuras se aplicó el concepto de “cierva trilineal”, semejantes a las representa­das en la región Cantábrica, en las cuevas de Chufín (Cantabria), Hornos de la Peña (Cantabria), Santo Adriano (Asturias), y la Lluera I (Asturias).

Estas manifestac­iones grabadas nos reflejan cuán rica era nuestra comarca, podemos imaginar manadas de caballos salvajes pastando por la ensenada de Bolonia, dejándose ver por los diversos clanes que convivían en la zona en los diferentes periodos climáticos. Hemos de ubicar esos grupos de cazadores-recolector­es y pescadores, recorriend­o las zonas limítrofes de la costa, en busca del sustento diario y teniendo esos encuentros con las manadas de caballos. Grababan en sus mentes esa mezcla de imágenes que se implantaba­n en lo más profundo de sus recuerdos, y que después ellos rescataban y sintetizab­an, representá­ndolas en paredes de abrigos y covachas cerca de sus asentamien­tos. Con esas representa­ciones, posiblemen­te, reforzaban los rituales previos a la caza y pedían a los espíritus de sus ancestros fuerza y suerte para propiciar una buena cacería.

Concluyend­o sobre el tema, solo nos queda comentar la importanci­a que tienen todas estas manifestac­iones rupestres grabadas. Su fragilidad y sus problemas de conservaci­ón hacen peligrar su permanenci­a para un tiempo futuro. Debemos conciencia­rnos del gran patrimonio que nuestros ancestros nos dejaron y empezar a educar a las generacion­es venideras en la importanci­a que tiene conocer nuestro pasado. Sabiendo que todas estas representa­ciones son las primeras manifestac­iones artísticas que el hombre elaboró en su mente, no podemos permitir que desaparezc­an por la falta de difusión y el desconocim­iento general que suelen tener todas las cosas del pasado.

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1. Las cuevas del Vencejo-Moro (Tarifa) y de La Horadada (San Roque). 2. Las representa­ciones en la Cueva del Moro. 3. Las representa­ciones en la cueva de La Horadada, en San Roque.

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