Europa Sur

Pierre Cardin, la última puntada de 2020

● Fue el más visionario de los diseñadore­s del siglo XX ● Aunó talento artístico y empresaria­l, rasgo que no abunda mucho en la moda

- DIEGO J. GENIZ

SE nos fue 2020 con el dobladillo cogido. No dejando costura suelta en este vestido tan extraño que nos ha colocado por largo tiempo. El año del que ya –por fin– hablamos en pasado resultará de complicado olvido. Especialme­nte para varias generacion­es que nunca habían conocido una crisis de tal magnitud que las privara de uno de los bienes más preciados: la libertad. En este corte y confección de los 12 meses la última puntada la ha dado, con hilo negro, la muerte del más visionario de los diseñadore­s, Pierre Cardin.

A este italiano de cuna y francés de espíritu la historia lo recordará por múltiples logros, pero de él debemos destacar una cualidad de la que aún, en la actualidad, adolecen muchos de los que conforman su gremio: el ímpetu empresaria­l que siempre lo caracteriz­ó. Pierre supo aunar talento artístico y emprendedo­r. Un binomio indisolubl­e. Para él carecía de sentido cualquier creación que no entrañara un gran despliegue comercial.

Supo aprovechar la crisis que sufría Europa tras la Segunda Guerra Mundial para crear el prêt à porter. La debacle económica de entonces había empujado a multitud de mujeres a lanzarse al mercado laboral para aumentar los menguados o inexistent­es recursos financiero­s de sus hogares. Mujeres a las que había que vestir en el trabajo. Surgió entonces la “moda ponible” que ha llegado a nuestros días. Aquel invento le costó a Pierre la expulsión de la Cámara Sindical de la Alta Costura de París. Poco le importó a este genio al que años después la misma institució­n lo recibiría con toda clase de halagos. “Yo quería sacar mis creaciones a la calle. ‘Celebritie­s’ y princesas me daban igual”, confesó en una reciente entrevista quien estaba acostumbra­do desde la adolescenc­ia a codearse con la alta sociedad de la época.

Pierre fue un visionario del consumo de masas. Hasta tal punto llegó su capacidad de anticipaci­ón, que se convirtió en el primer diseñador en vender sus productos en un Japón asolado por la bomba atómica. Un nicho de mercado que supo ver antes que nadie. La exploració­n asiática le permitió hallar una fórmula comercial con la que sus productos tuvieran presencia en multitud de países. Rompió las fronteras en la distribuci­ón de la moda. Para ello, ante las elevadas tasas aduaneras que había que pagar, llegó a acuerdos con fabricante­s autóctonos de otros estados para que, a cambio de otorgarles la licencia, confeccion­aran sus artículos.

Esta estrategia le facilitó adentrarse en Japón, China, la India y Rusia. Eran años

del telón de acero donde en la Plaza Roja de Moscú triunfaban las canciones de

Raphael y los modelos de Cardin. La firma de quien había aprendido junto a

Christian Dior se convirtió en reclamo comercial. Lo impregnaba todo. No importaba dónde estampara su nombre. Era éxito asegurado. Es lo que se llama crear marca. Desde la ropa hasta el tapizado de los coches. Desde sus famosos restaurant­es Maxim’s a las latas de sardinas.

Cardin había creado un universo para un mundo en constante cambio y al que nunca puso límites por clase social ni ideología. Compartió mesa, mantel y vino con los Onassis y los Keneddy.

También con Mandela, Fidel Castro y Gorvachov .El presidente cubano, del que siempre recordaba los selectos caldos a los que era aficionado, le propuso vender habanos con su firma. Una de las veces que el capitalism­o y el comunismo más cerca han estado de darse la mano. Pierre rechazó la oferta.

Fue hijo de su tiempo, de ahí que sus diseños estuvieran impregnado­s del aire futurista propio de una época en la que el hombre pisaba la luna y comenzaba la conquista del espacio. Las figuras geométrica­s junto con materiales hasta entonces nunca empleados –como la fibra y el vinilo– marcaron muchas de sus prendas, en las que siempre seguía un patrón arquitectó­nico. Así concebía sus coleccione­s, como un edificio. “Primero las construyo y luego alojo en él los cuerpos”, llegó a afirmar.

Pierre se nos ha ido en una Navidad cogida con alfileres. Un año que ha roto las costuras de la vieja normalidad y ha traído el diseño de una nueva realidad de la que esperamos desnudarno­s este 2021. Aunque mejor no hablar de desnudos ni de ropa liviana. Ya tuvimos bastante con las campanadas. Esa noche tan hortera, que, por una vez, escapaba de los discursos superfluos y de manual. Al menos, en audiencia, se impuso la elegancia y, sobre todo, la emoción sin sensiblerí­a (aunque con festón de f lores al fondo). Para pechos asomados y centímetro­s de piel al aire ya tuvimos aquel mito de Sabrina en 1987. Aquello sí que rompió las costuras. Benditos ochenta.

 ?? D. S.. ?? Una de las últimas imágenes de Pierre Cardin.
D. S.. Una de las últimas imágenes de Pierre Cardin.
 ?? D. S. ?? El museo del diseñador en París.
D. S. El museo del diseñador en París.
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