El conde-duque de Olivares, en Algeciras
El valido de Felipe IV proyectó en 1642 la recuperación de la ciudad destruida
La Algeciras medieval era una gran ciudad cuya conquista por el mundo cristiano fue gran empresa internacional para la que se organizó nada menos que una cruzada. Tras un asedio de dos años (1342-1344) y la conquista, celebrada en toda la cristiandad, se desarrolló una urbe cristiana cuya vida fue truncada violentamente en solo varios días del año 1369. La ciudad estaba desguarnecida a causa de la guerra civil castellana y cayó fácilmente ante el sultán Muhammad V de Granada. Este era un político oportunista y afortunado que se vio obligado a destruir Algeciras y a inutilizar su puerto exactamente en 1375, por circunstancias históricas insólitas e imprevisibles. Ya explicaremos en otra ocasión las causas tanto de la pérdida como de la citada destrucción, que constituyen una historia jugosa y poco conocida.
El caso es que Algeciras estuvo arrasada tres siglos y medio, con sus murallas, edificios y puerto destruidos o inutilizados, borrada de la faz de la tierra como ciudad, hasta el punto de que gran parte de su antiguo término fue usurpado por poblaciones vecinas y a consecuencia de la conquista de Gibraltar en 1462, se le adjudicó todo el territorio de la vieja Algeciras. Esta no quedó del todo aislada de la historia que giraba a su alrededor y se registran en relación con las ruinas de la ciudad, a lo largo de los siglos XV, XVI y XVII, una serie de acontecimientos poco conocidos que hemos tenido la suerte de ir localizando a lo largo de los últimos años.
Dada la importancia estratégica y económica de su emplazamiento, a lo largo de esos siglos también se suceden varios intentos para repoblar Algeciras, el primero ya en el siglo XIV y por parte de los musulmanes africanos, que fracasó, al igual que los intentados en los siglos XV, XVII y XVIII, siglo en el que tras los proyectos fallidos de Bartolomé Porro y Juan Laffite, triunfa el auspiciado por el Marqués de Verboom. Nos referiremos aquí a otro intento, desconocido en la historiografía comarcal y correspondiente al anterior siglo XVII.
En 1624 una gran comitiva avanzaba trabajosamente por los muy difíciles caminos de la comarca. Se trataba de la corte del rey más poderoso del mundo, el joven Felipe IV, que, acompañado por importantes personajes, realizaba un extenso viaje por los reinos de Andalucía, entonces la región más rica de España. El objetivo de ese aparatoso y caro viaje no era solo conocer y fidelizar tan notable territorio, sino aprovechar mejor sus posibilidades económicas. Ese deseo fracasó, ante la reticencia general a financiar las aventuras europeas de la corona. En lo que sí rivalizó todo el que pudo fue en ofrecer tantos agasajos y diversiones al rey y a la corte, que aquel viaje fue casi una fiesta continuada. Acompañaba al joven rey (19 años) un equipo de 300 personas entre las que figuraban personajes como Francisco de Quevedo, siendo la personalidad más relevante el conde-duque de Olivares, el mayor político de su tiempo y valido del rey, “mano del rey”, para entendernos con los seguidores de la serie Juego de Tronos.
Habían partido desde Madrid en febrero de 1624 y la visita duró 69 días, pasando por Jaén, Linares, Andújar, Córdoba, Écija, Carmona y Sevilla, el Coto de Doñana, Sanlúcar de Barrameda y Cádiz, para seguir viaje a Gibraltar, Marbella, Málaga y Granada. El regreso fue por Jaén y Baeza, finalizando el viaje en Madrid el 18 de abril. Los objetivos económicos no se cumplieron por la oposición de las ciudades a contribuir económicamente a solucionar los problemas europeos de la corona y no hubo un contacto directo con la población ni con los verdaderos problemas de Andalu
El viaje de Felipe IV por Andalucía buscaba aprovechar mejor sus posibilidades económicas