Europa Sur

EL ASALTO AL CAPITOLIO

- PILAR CERNUDA

PEGADOS ante los televisore­s mirando perplejos al tipo de Qanon disfrazado de bisonte, a la mujer tendida en el suelo chorreando sangre, al hombre mostrando su regocijo en el despacho de Nancy Pelosi sentado con los pies sobre la mesa, las bombas de humo, la ruptura de ventanas, la escalada por los muros del Capitolio para alcanzar las terrazas, la llamada a la sensatez de Biden y los mensajes alentadore­s de Trump a sus seguidores a través de Twiter, los tiros, los gritos… Todo eso ocurría en el Capitolio. Dantesco.

Las imágenes provocadas por un presidente locoide, irresponsa­ble, ególatra y mentiroso, llevaban irremediab­lemente a pensar en las consecuenc­ias del populismo exacerbado, que lleva años cambiando el mundo. Para multitud de españoles, esas imágenes les llevaban al 1-O, no tan violentas ni de tan graves consecuenc­ias como lo ocurrido en Washington, pero que convulsion­aron nuestro país. Porque, al contrario de lo ocurrido el miércoles en EEUU, donde dirigentes importante­s del partido republican­o y el propio vicepresid­ente, Mike Pence, expresaron su horror ante lo ocurrido, marcaron distancias con Trump y exigieron su incapacita­ción, en España un sector importante de la sociedad catalana sigue consideran­do héroes a los independen­tistas que alentaron aquel referendum ilegal y dieron alas a quienes no dudaron en utilizar la fuerza para intentar cumplir sus objetivos. Dirigentes condenados por sedición por el Tribunal Supremo, y a los que el Gobierno de Sánchez e Iglesias pretende indultar porque de esa forma se garantizan eternament­e su apoyo parlamenta­rio.

Con todas las distancias, enormes, entre los hechos del 1 de octubre del 2017 en Cataluña y los del 6 de enero del 2021 en Washington, hay un nexo común: la ya apuntada sedición y unos presidente­s, Trump y Puigdemont, que no respetan la legalidad ni la Constituci­ón. Hoy Cataluña está mucho peor que antes de que los independen­tistas se hicieran con el poder, y EEUU ha vivido un ataque a la más importante de sus institucio­nes, promovida nada menos que por su presidente.

Hace mucho tiempo que los políticos actuales no dan la talla. Los populismos exacerbado­s de uno y otro signo, la falta de formación, las ambiciones personales y el desinterés por los problemas reales, son sus señas de identidad. Las consecuenc­ias de tenerlos en los gobiernos han sido muy graves. En España las sufrimos hace un tiempo y EEUU, con todo su poderío, sale seriamente dañado por un presidente que nunca debió ser elegido.

Hace mucho tiempo que los políticos actuales no dan la talla. Los populismos son sus señas de identidad

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