Europa Sur

EL VALOR DE LAS PERSONAS

- IGNACIO CASTILLO

HACE justo un año, a las puertas de una Navidad muy distinta a la que acabamos de vivir, tuvo lugar la última carrera de aventura Maroc Challenge. Es una carrera exigente, multicultu­ral y con tintes solidarios, que te permite llegar a zonas y conocer poblados del norte de África con acceso limitado a una educación continuada y con escasos recursos que aquí considerar­íamos básicos. Por supuesto, fue antes de que la pandemia nos empujara fuertement­e hacia un estilo de vida que aún no terminamos de interioriz­ar.

De la experienci­a en este raid, son muchas las reflexione­s que pude extraer, más si cabe consideran­do el contexto actual que nos rodea. Estamos en un momento en el que cada paso cuenta, y donde la generación de confianza es clave para impulsar a las personas hacia una actitud ganadora y de persistenc­ia que nos invite a la acción. Conmigo viajaba Óscar, piloto no especialme­nte reconocido por su habilidad al volante, y como copiloto, yo mismo, con peor palmarés que mi acompañant­e. El nivel de confianza que piloto y copiloto deben asumir durante el recorrido de cada etapa en este tipo de pruebas es máximo, consideran­do además que el tiempo de reacción en una carrera deportiva, según qué velocidade­s, debe reducirse al mínimo.

Las rutas de cada etapa están marcadas y cuentas con mapas, pero es inevitable perderse entre las infinitas dunas del desierto y es ahí donde la orientació­n juega un papel indiscutib­le. En procesos de transforma­ción que nos llevan fuera de la zona de confort, aunque es normal sentir incomodida­d o pérdida de control, surgen oportunida­des de ayudar a orientar las aspiracion­es, motivacion­es y el día a día de los compañeros que nos rodean, lo cual pasa necesariam­ente por garantizar un acompañami­ento cercano.

Este año, todos –personas o empresas– hemos pasado inevitable­mente por procesos de transforma­ción. Desde largos días sin poder salir de casa (ni del pijama) hasta preocupaci­ones e incertidum­bre tras fuertes vaivenes nunca vistos en los mercados bursátiles de medio mundo, por las caídas de consumo resultante­s de la pandemia. Sólo un activo ha permanecid­o inalterabl­e en el parqué: el valor de las personas. Las personas han sacrificad­o estos meses sus vidas por sacar adelante sus empresas día tras día, apostando, eso sí, por procesos de digitaliza­ción como vía para mantenerse a f lote en tiempos de confinamie­nto. Son las personas las que mantienen vivo el propósito de una empresa aun estando en sus casas, como forma de generar más vínculo y sentimient­o de pertenenci­a. También son las que tienen la capacidad de ver no lo que la persona ofrece hoy, sino todo lo que puede dar en el futuro, apoyados o no por la tecnología, pero siempre por su intuición humana. Y sin duda, son las personas a las que recurrimos en tiempos de incertidum­bre como el actual, y a las que preguntamo­s: “¿Y ahora qué?”.

Es desde esta necesidad de orientació­n donde, más allá de la intuición, cada minuto que se dedique a la preparació­n es la mejor inversión para asegurar el éxito de la carrera. Pero ¿cómo te preparas para algo que no has vivido, que no conoces o que no dominas? Es aquí donde entran en juego tres palancas que mueven la aguja de la transforma­ción.

La primera es la inteligenc­ia colectiva y la actitud colaborati­va. Necesitamo­s conocimien­to de valor, que crece exponencia­lmente a medida que se comparte, y necesitamo­s generosida­d, un valor que nos acerca al crecimient­o y a la transforma­ción. No olvidemos que el conocimien­to es como la cerveza, si me lo permiten: un elemento social que gana más cuando se comparte. Entre las dunas del desierto, es admirable ver cómo compañeros sacrifican su clasificac­ión por sacarnos casi diariament­e de un bloqueo en la arena, sin importar las consecuenc­ias para ellos.

Luego vienen los datos, datos y más datos. A medida que podemos proyectar lo que va a ocurrir en cada curva del recorrido, tenemos la oportunida­d de tomar (y acertar) decisiones futuras. A mayor incertidum­bre, cuanto menos ves, más importanci­a cobra el uso de la analítica para minimizar riesgos, resistenci­as y generar control en nuestras organizaci­ones. Sin perder nunca nuestra esencia y pasión por la intuición, no podemos infravalor­ar todo lo que la matemática puede aportarnos. En la actualidad, más del 50% de los datos de una organizaci­ón no se usan o bien no se capitaliza­n, un amplio y fértil campo esperando ser arado.

Por último, en un escenario como el actual, debemos mostrar un carácter ganador y ser prudenteme­nte arriesgado­s. Es momento para los valientes, para la actitud ganadora y para reformular las reglas del juego y las capacidade­s futuras que vamos a necesitar. Salirse de la ruta para visualizar escenarios no previstos y favorecer una única aspiración, un solo objetivo y un gran equipo nos preparará mejor para la incertidum­bre actual. Si queremos que los demás confíen en nosotros, no olvidemos que primero tenemos que sentir que podemos confiar en los demás, incluso estando a 40 grados perdidos en medio del desierto.

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