20.000 soldados y calles desiertas
● Imágenes insólitas en una investidura marcada por el recuerdo de la turba del 6 de enero y la pandemia
Policías, periodistas, soldados, ciudadanos sin techo y un mar de banderas reemplazaron a los ciudadanos en las calles desiertas de Washington para la ceremonia de investidura de Joe Biden como presidente número 46 de Estados Unidos.
La puesta en escena de la toma de posesión pasará a la historia del país norteamericano por lo inaudito. La pandemia del Covid-19, que ha dejado ya una cifra de más de 400.000 personas muertas en Estados Unidos, y los temores ante los choques violentos después del asalto al Capitolio, que dejó cinco muertos el pasado 6 de enero tras la irrupción de una turba de seguidores del ya ex presidente Donald Trump, han provocado imágenes nunca vistas en la historia reciente de la primera democracia del mundo.
El centro de la capital estadounidense estuvo completamente militarizado con más de 20.000 efectivos de la Guardia Nacional desplegados desde hace varias jornadas. Las principales avenidas de Washington lucían ayer bloqueadas, valladas y salpicadas por continuos controles de seguridad.
La revisión por parte de los guardias en los aledaños del Capitolio, la sede del poder legislativo de los Estados Unidos, fue del todo exhaustiva. Exigían incluso la retirada del abrigo para revisar sus bolsillos exteriores e interiores.
En la Explanada Nacional, corazón simbólico del país, con el edificio del Capitolio a un lado y el monumento de George Washington al otro, y donde normalmente se habrían congregado cientos de miles de ciudadanos estadounidenses para seguir la ceremonia y escuchar las primeras palabras del presidente, no había ni una sola persona.
El asombroso silencio fue apenas roto por el ondear de miles de pequeñas banderas de Estados Unidos en homenaje a los fallecidos por la pandemia.
Este año tampoco habrá el desfile habitual desde el Capitolio a la Casa Blanca ni las tradicionales y opulentas fiestas ofrecidas en honor del nuevo presidente. En su lugar, lo que se produjo fue una ceremonia pensada por y para la televisión.
El ambiente en las calles era sombrío y totalmente alejado de la emoción que suele caracterizar el optimismo de los primeros días de un nuevo inquilino en la dirección postal más famosa de Washington: 1600 de Pensilvania Avenue.
Las dos únicas categorías de personas que transitaban las calles de la capital estadounidense en el miércoles histórico de ayer, de viento frío, fueron los soldados de la Guardia Nacional y los periodistas. Y junto a ellos los vagabundos, los ciudadanos sin hogar.
“¿Qué quieres que te diga? Que le jodan a Trump, eso sí. ¿Tienes algo de cambio?”, explica Jeffrey, uno de ellos, al ser preguntado por la jornada y a apenas dos cuadras de la Casa Blanca.
Pero tampoco el mandatario saliente estaba en la ciudad. Donald Trump había abandonado la Casa Blanca horas antes, rompiendo de ese modo la tradición de asistir a la ceremonia de posesión de su sucesor.
La última vez que ocurrió una ausencia de este calibre fue en 1869, cuando Andrew Johnson no acudió al acto de inauguración de Ulysses Grant. Pese a lo histórico de la jornada, o quizá por ello, Trump prefirió disfrutar por última vez del avión presidencial y viajó a Palm Beach (Florida), donde está su club privado Mar-a-Lago y pasará sus primeros días fuera de la presidencia.