Europa Sur

LA COMEDIA

- ALBERTO PÉREZ DE VARGAS alpedeva@telefonica.net

NO por muy repetida, la estrofa: “No olvides que es comedia nuestra vida/ y teatro de farsa el mundo todo,/ que muda el aparato por instantes/ y que todos en él somos farsantes”; ni por sabida o por citada puedo evitarla en este trance de escribir del cambio de tercio del exministro Illa. Los clásicos perduran porque ponen de manifiesto aspectos inalterabl­es del comportami­ento humano. Dice algún experto que esa estrofa de Quevedo, tuvo que ver en la concepción del más celebrado de los autos sacramenta­les del clérigo franciscan­o y dramaturgo Pedro Calderón de la Barca, que murió en 1681 y fue tan importante que con frecuencia se extiende hasta esa fecha y por esa razón, el Siglo de Oro de las letras hispanas. Me refiero a “El Gran Teatro del Mundo”, al que tal vez Calderón llamaría “un sermón en verso”, que nos sitúa en escena a personajes tales como “El Autor” o “El Mundo”, “El Rey” o “La Hermosura”, o, como era de esperar, “El Rico” y “El Pobre”: “¿Quién me llama,/ que desde el duro centro/ de aqueste globo que me esconde dentro/ alas viste veloces?/ ¿Quién me saca de mí?¿Quien me da voces?” espeta el personaje “El Mundo” a la llamada de “El Autor”, nada más salir a escena.

Un viejo alumno me decía, en fonética

Con la operación Illa se ha creado un personaje que puede dar la nota en la deteriorad­a Cataluña de hoy día

paladina: “maestro to`s mentira”, cuando hablábamos de la politizaci­ón de la Universida­d y se nos escapaba a borbotones la valoración del magisterio de los sabios. Nos consolábam­os pensando que el personal debía de saber lo que hacía. En esa ficción que es la historia reciente del exministro Illa ¿de qué realidad estamos hablando?. Tal vez en este hombre que ha interpreta­do su papel sin perder los nervios, se ejemplaric­e el sistema que lo ha creado. En un país como el nuestro, en el que se experiment­a con champán y se desbarata la historia, nada parece ser lo que parece. Muchos de los cuadrados del tablero no sirven más que para colocar peones. Con la operación Illa se ha creado un personaje que puede dar la nota en la deteriorad­a Cataluña. Bien que haya sido el vértice de una gestión que ha costado ya cerca de sesenta mil vidas y de tres millones de personas contagiada­s, en el tercero de los países más afectados del mundo. A un Illa torero le lloverían las almohadill­as y un Illa gestor de empresa privada estaría en el paro hace meses. Un reguero de vidas acabadas y de enseres destruidos deja el candidato. Y se va como si tal cosa y entre los aplausos de sus compañeros de reparto.

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