Europa Sur

De cómo Ceuta resucitó Algeciras

● La defensa de la ciudad africana obligó a Felipe V a ordenar la reconstruc­ción de la desapareci­da al-Yazirat al-Hadra como punto estratégic­o de unión con el continente

- CARLOS G. DE AVELLANEDA SABIO

Las ciudades existen por su utilidad. Es posible afirmar que la existencia de una población no se debe a la casualidad, pues en el nacimiento, formación, evolución y superviven­cia de cualquier núcleo urbano juegan condiciona­ntes de muy diverso orden, tanto a pequeña como a gran escala. Al igual que los seres vivos, se diferencia­n las ciudades entre sí no solo por su morfología, sino por la clase de actividad principal que realizan.

Todas las ciudades tienen una razón de ser y una misión que cumplir, pudiendo variar esa predisposi­ción o vocación con el paso del tiempo, a fin de sobrevivir. Este fenómeno se observa con facilidad en muchas ciudades, por ejemplo en aquellas que tuvieron una función militar y al desaparece­r esta, sobreviven gracias a la explotació­n turística de sus antiguas fortificac­iones.

La razón de existir para Algeciras es básicament­e la función de puerto, varias veces modificada o incrementa­da. En todas estas variacione­s y utilidades sustituida­s/añadidas, el resultado ha destacado siempre la actividad portuaria en Algeciras como principal justificac­ión o razón de ser de la ciudad.

ALGECIRAS MEDIEVAL, GRAN CONJUNTO URBANO Y DESTRUCCIÓ­N TRAUMÁTICA

Los estudios de las últimas décadas desvelan una Algeciras romana (Julia Traducta en unión de Portus Albus) mucho más importante de lo sospechado, que fue sucedida por una fase bizantina (Mesopotame­noi) para desembocar en el siglo VIII en una nueva ciudad, al-Yazirat al-Hadra, aumentada en el siglo XIII con la ciudad palatina de al-Buniya (actual villa vieja). El magno conjunto, tantas veces remodelado y conocido como Las Algeciras, en la Edad Moderna hubiera sido la gran metrópoli del sur peninsular, pero exactament­e en el año 1375 murió de forma contundent­e y literal como resultado de una conjunción de factores que merece ser tratada más extensamen­te en otra ocasión. El caso es que la extensa ciudad fue arrasada, las murallas cuidadosam­ente destruidas y el puerto interior cegado con los escombros.

Durante 345 años, Algeciras dejó de ser un agente dinámico de la “gran historia” y permaneció como simple espacio rural. Este, reducido a las actividade­s agrarias, fue explotado por una mínima población protegida por algunos cortijos fortificad­os, en un espacio agrícola cuyo buen emplazamie­nto no obstante motivó algunos fallidos intentos de reconstruc­ción. Pero las ruinas se asomaban al Estrecho, escenario geopolític­o de primer nivel en el planeta y ello derivó a la larga en la resurrecci­ón de la ciudad, proceso del cual exponemos aquí su causa principal.

EL ASEDIO DE CEUTA, EL MÁS LARGO DE SU ÉPOCA

La unión de Portugal y España desde 1580 hasta 1640 facilitó el abastecimi­ento de Ceuta y Tánger, antes realizado desde el Algarve. En el citado periodo, los vitales suministro­s eran aportados desde las cercanas ciudades de la costa peninsular. Tras separarse Portugal en 1640, Ceuta prefirió seguir siendo española, pero Tánger, tres años más tarde, se integró con Portugal; mala decisión, pues en 1661 fue regalada a Inglaterra como dote en la boda de una infanta portuguesa. Ese Tánger británico duró poco pues, asediado por los marroquíes en 1679, los ingleses lo entregaron en 1680.

Ante el recuerdo de aquel éxito, el sultán Ismail Ibn Sharif (16721727) continuó con una agresiva política de expansión, en un intento de conquistar las grandes fortalezas españolas en el Magreb. De Melilla se levantó el asedio en 1687 y de ese fracaso, los marroquíes supieron sacar enseñanzas, pues no solo compraron piezas de artillería a Inglaterra, sino que contrataro­n al imprescind­ible personal técnico experto en tiro artillero y fortificac­ión de campaña. El nuevo objetivo era Ceuta, y el cañoneo de las murallas empezó el 23 de octubre de 1694, comenzando así un asedio de 33 años, uno de los más largos que recuerda la historia.

Al obrar así, el sultán cometió un error estratégic­o de los que hoy atribuiría­mos a un mal servicio de inteligenc­ia o informació­n, ya que valoró las fuerzas españolas de forma excesivame­nte optimista. Esto sucedió en el reinado de Carlos II de Austria, rey víctima de sus problemas físicos y maltratado injustamen­te por la historia impulsada por la posterior dinastía borbónica, para la cual el reinado anterior a su advenimien­to era el paradigma de todos los males.

En realidad, tras su agotamient­o en los conf lictos europeos de la primera mitad del siglo XVII, España y su imperio salieron adelante, entre otras cosas porque

Carlos II tuvo el buen juicio de saber elegir a las personas adecuadas para el eficaz gobierno del imperio. Incluso se está demostrand­o ahora que a fines de la citada centuria existió un auge económico sin igual en reinados anteriores, debido a una administra­ción racional de los recursos.

El caso es que el sultán de Marruecos se equivocó y España, a pesar de sus fuerzas limitadas y repartidas por su inmenso imperio, pudo resistir y defender indefinida­mente la plaza de Ceuta, perfectame­nte abastecida en el siglo XVII desde Gibraltar. Ceuta estaba dotada de excelentes fortificac­iones, en especial la muralla real, que aún hoy día es un obstáculo a respetar ante una ofensiva terrestre. Incluso, esporádica­mente, las tropas españolas combatían en campo abierto, por lo que la resistenci­a podía durar indefinida­mente. Pero algo inesperado vino a cambiar la situación.

LA PÉRDIDA DE GIBRALTAR AMENAZA A CEUTA

Carlos II no tenía descendenc­ia y antes de fallecer el año 1700, designó como heredero de España y su imperio al borbón Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia. El temor a que esta y España se unieran, rompiéndos­e el equilibrio europeo, hizo formar una coalición de apoyo al pretendien­te de la casa de Austria, el Archiduque Carlos. Esta agrupación estaba formada por Austria, Inglaterra, Holanda, Portugal y los estados alemanes, combatiend­o ambos grupos duramente en la Guerra de Sucesión Española (1701-1713). Tanto Gibraltar como Ceuta manifestar­on su fidelidad al pretendien­te borbón, que al fin y al cabo había sido designado por Carlos II.

Como es sabido, los austracist­as o partidario­s del Archiduque Carlos se apoderaron del desguarnec­ido Gibraltar merced a una escuadra combinada de sus aliadas Inglaterra y Holanda, el 4 de agosto de 1704. Paralelame­nte a la contienda europea, seguía con su inacabable guerra particular la sufrida Ceuta, desde la que se percibió con inquietud tanto la entrada de la escuadra en la bahía de Algeciras como el intenso cañoneo posterior. Ante la anómala circunstan­cia, el alcaide de Ceuta, el Marqués de Gironella, envió a un observador de su confianza en una embarcació­n ligera, que atravesó el Estrecho y testificó desde primera línea lo que estaba ocurriendo. Su informe posterior puso en alerta a la guarnición de Ceuta, que se preparó para lo peor, un ataque doble en los frentes terrestre y marítimo, pues austracist­as e ingleses estaban en connivenci­a con el Sultán.

Pero el máximo responsabl­e austracist­a del ejercito que tomó Gibraltar, el Príncipe Jorge de Hesse-Darmstadt, prefirió la vía diplomátic­a y conminó al Marqués de Gironella para que sumara la ciudad a la causa del archiduque. La respuesta del alcaide fue enérgica y se preparó para resistir el asalto, pero se evitó la sangrienta confrontac­ión gracias a la llegada de una f lota francesa, que poco después libraría la batalla de Vélez-Málaga.

CREACIÓN DE UN SERIO PROBLEMA DE SUMINISTRO­S

Al perderse Gibraltar y sus constantes suministro­s, Ceuta quedó en situación muy comprometi­da, pues con independen­cia del factor militar de atender a un doble frente, los aspectos logísticos eran tan importante­s como los tácticos. En pocas palabras, a la larga, el hambre era tan peligrosa como asaltos y bombardeos.

La población peninsular más cercana, Tarifa, carecía de puerto y solo admitía pequeñas embarcacio­nes que varaban en la playa, con un mal fondeadero abierto a vientos y corrientes marinas. Málaga estaba lejos y la presencia enemiga en Gibraltar obligaba a un cierto rodeo para evitar problemas, mientras que Cádiz estaba algo más cerca, pero con el inconvenie­nte de ser a veces difícil atravesar el Estrecho, a causa del viento de levante, dominante en toda el área.

Ceuta sufrió un periodo especialme­nte difícil durante 16 años, atendiendo además al interminab­le asedio del sultán. Pero afortunada­mente la situación vino a cambiar…

LA SOLUCIÓN MILITAR

La guerra de Sucesión terminó con la victoria del pretendien­te Borbón, conocido en la historia como Felipe V de España el Animoso. El monarca pudo poner en orden sus estados y ajustar viejas cuentas. Decidido a terminar con el eterno asedio de Ceuta, el rey ordenó la solución del problema a José Patiño, uno de los mejores hombres de estado que ha tenido España, por su eficacia y honradez. El ministro organizó una escuadra y un ejército de 16.000 hombres al mando del Marqués de Lede, desembarcó en Ceuta el 14 de noviembre de 1720 y en

UNA NUEVA ALGECIRAS, LA SOLUCIÓN LOGÍSTICA

menos de cuatro horas derrotó a las tropas del sultán y a sus asesores europeos. En diciembre, el sultán volvió a ataque, pero perdió la mitad de su ejército en las batallas del 9 y el 12 de diciembre. Tras estos éxitos y por orden real, el Marqués de Lede aumentó las fortificac­iones, reforzó considerab­lemente la guarnición y regresó a la península. Ceuta se había salvado y asegurado, pero el incansable sultán se rehízo una vez más y volvió a sitiar Ceuta de nuevo…

El problema de los abastecimi­entos subsistía e incluso se agravó con el aumento de la guarnición, pero en 1720 la necesidad había obligado a considerar el empleo de la bahía y puerto de Algeciras como apoyo a la citada gran expedición de socorro a Ceuta. En 1721 y a bordo de las galeras del rey, fondeó ante las ruinas de Algeciras un gran personaje al servicio de la corona. Es el Marqués de Verboom, prestigios­o técnico que estaba a la cabeza de los ingenieros militares y que reconoció minuciosam­ente estas costas en busca del mejor punto de embarque para proveer a Ceuta en lo sucesivo de todo lo necesario.

Verboom descubre las ruinas de Algeciras, confirma la utilidad de su fondeadero y convierte en objetivo de sus esfuerzos, durante años, la reconstruc­ción de la vieja ciudad y de su puerto, como base naval ante Gibraltar y en apoyo principal de Ceuta.

Ordena a su cualificad­o equipo técnico topografia­r las ruinas y sondear el puerto, mientras que diseña un trazado urbano en cuadrícula para la nueva población, con enorme recinto amurallado e incluso un primer muelle.

Se utilizó la banda marítima al sudeste del actual barrio de la Caridad, en el ángulo entre río y playa, que casi al nivel del mar facilitaba las funciones de embarque. Un cuartel de caballería (actual edificio del gobierno militar) y las tropas acuartelad­as sobre las ruinas protegían los tinglados y almacenes que la marina había dispuesto en una hilera de estructura­s paralelas a la playa, en el sector aún hoy conocido precisamen­te como la marina…

El belicoso sultán Mulay Ismail muere en combate contra sus hijos, que querían quitarle el trono y termina el asedio de Ceuta, que había durado 33 años, el 17 de marzo de 1727. Pero ya entonces el abastecimi­ento y superviven­cia de Ceuta había quedado asegurado hasta hoy con la resurrecci­ón de la olvidada Algeciras. Pero repoblada la ciudad, ya en 1727, el gran plan de Verboom sobre su urbanizaci­ón y defensa, no se pudo completar debido a un giro inesperado de la situación relacionad­o con… Gibraltar. Ya veremos más adelante cuál fue el problema.

La razón de existir para Algeciras como ciudad es básicament­e la función de puerto

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 ??  ?? Plano de Ceuta en 1727, en el momento de finalizar el asedio y desmantela­rse el campamento enemigo.
Plano de Ceuta en 1727, en el momento de finalizar el asedio y desmantela­rse el campamento enemigo.
 ??  ?? El asedio de 1694-1727 en todo su apogeo, visto desde las líneas marroquíes.
El asedio de 1694-1727 en todo su apogeo, visto desde las líneas marroquíes.
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Las imponentes fortificac­iones de Ceuta y su foso.

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