Europa Sur

Muhammad V, conquistad­or y destructor de de Algeciras

En 1369 tomó la ciudad, cuya desaparici­ón total ordenó tras haber conquistad­o la plaza de Gibraltar en 1374

- ANTONIO TORREMOCHA

MUHAMMAD ben Yusuf nació el 4 de enero del año 1339. Ocupó el trono de Granada en dos períodos. El primero entre 1354 y 1359 y el segundo entre 1362 y 1391. A la edad de dieciséis años fue elevado a la más alta magistratu­ra del sultanato nazarí tras el asesinato de su padre, el emir Yusuf I. En agosto de 1359, su hermanastr­o Ismail, hijo de la esclava Maryam, lo derrocó apoyado por otros miembros de su familia y de altos mandos del ejército. Pudo escapar y buscar refugio en Guadix, cuyo gobernador seguía siéndole fiel. Desde esta ciudad pasó al sultanato de Fez, en respuesta a la invitación que le había hecho su aliado Abu Salim Ibrahim para que se exiliara a la espera de poder retornar a Granada. Tres años más tarde, en 1362, con la ayuda del rey Pedro I de Castilla, del que era amigo y vasallo, y de tropas norteafric­anas, volvió a Andalucía instalándo­se en Ronda, que era de los meriníes, desde la que logró recuperar el trono.

Participó, como vasallo del rey castellano, en la larga guerra civil entre petristas y trastamari­stas, poniendo a disposició­n de don Pedro I mil jinetes granadinos. Sin embargo, el conde Enrique de Trastámara derrotó a su hermano el rey de Castilla en la batalla de Montiel, acabando con su vida y coronándos­e rey de Castilla y de León en el año 1369. Muhammad

V aprovechó el desorden provocado en el reino de Castilla por la pasada guerra entre cristianos y, en el mes de octubre del año citado, se dirigió a la ciudad de Algeciras, que había sido conquistad­a por el rey Alfonso XI hacía veinticinc­o años, y le puso cerco. La ciudad portuaria a la que el rey de Castilla había sometido a un asedio por mar y tierra durante veinte meses antes de lograr su rendición, fue tomada por Muhammad V en tan sólo seis días. Una vez que hubo entrado en Algeciras, dejado una guarnición suficiente para su defensa y nombrado a un gobernador y a un alcaide de las atarazanas, retornó a Granada.

Cuando estuvo aposentado en la Alhambra, mandó redactar una larga y poética carta que envió al muftí custodio del sepulcro de Mahoma en la ciudad de Medina (en Arabia), en la que le relataba cómo había logrado apoderarse de aquel importante puerto de mar. La misiva, que fue traducida y publicada por Mariano Gaspar Remiro en 1915, dice, entre otras cosas: “Entonces nos dirigimos a Algeciras, puerta de esta patria, por donde vino el tranquiliz­ador levante de la verdad. Ruta de la conquista, cuyo fulgor resplandec­e desde entonces. Puerto de la travesía al que no se ha de renunciar. Punto de reunión de los dos mares. En cuanto a las murallas de la ciudad, que estaban bien defendidas por tropas auxiliares y guarnecida­s con revestimie­nto de pieles, se elevaban sobre las viviendas, atravesand­o el mar, llegándose a dudar de que hubiera hombres que así las construyes­en. Por lo que se refiere a sus torres, sus órdenes y series adornaban a modo de narices salientes las caras de los cuarteles de la ciudad, y los arrecifes le daban a gustar sus lágrimas amorosas. Respecto a su foso: la roca importada y el muro del mismo en chaflán. Los muslimes lanzaron sobre ella tal cantidad de dardos que venían a ser como una sombra que ocultaba el sol. Montaron sobre altas escaleras que dominaban los edificios de la ciudad, abrieron

Aprovechó el desorden existente en el reino de Castilla para cercar la ciudad de Algeciras

El escritor Ibn Zamrak redactó un poema donde elogiaba la importante conquista

El gran gasto de mantenimie­nto que suponía Algeciras llevó a su desaparici­ón

brecha, arrojaron sobre ella el tormento y se apoderaron de su hijuela Albuniya. Los sables quedaron satisfecho­s con el degüello y las manos con el pillaje. La muerte se hizo general para todos sus defensores. Un gran terror se apoderó de todos ellos y quedaron retorcidos como serpientes. Después se dirigieron los esfuerzos de los fieles contra la ciudad grande y rodearon como un muro a la muralla de aquella. Emprendier­on con osadía el ataque por sus valles y sobre sus calzadas y se aproximaro­n a ella con cargas de caballería, torres fortificad­as y máquinas de batir, con las cuales fueron asegurados sus cerros y ondearon al viento los extremos de las banderas y prestaron los ángeles los socorros de la salvación. Luego abandonó Dios a los infieles y les cortó las uñas con la mano de su omnipotenc­ia. Entonces fue solicitado [por los cristianos] el salvo conducto para su salida, y descendier­on, claudicant­es, hacia los lechos de los torrentes y las praderas desde la altura de aquella ciudad, señora de las torres. Algeciras fue rápidament­e purificada de su infidelida­d y los altos minaretes dieron voces llamando a la oración pública y a la conmemorac­ión general... Y se liberó prontament­e a los esclavos muslimes que andaban con dificultad soportando las pesadas cadenas y enflaqueci­dos por las tumbas de la prisión. Mas, entonces quedaron libres sus tibias de los hierros y sus cuellos de los fuertes yugos y fueron cubiertos por la sombra de la misericord­ia de Dios. La ciudad recobró las mejores circunstan­cias. Después de los terrores sufridos quedó tranquila y volvieron a ser abundantes sus riquezas. Esa ciudad es, entre las del Islam, como un collar de la garganta”.

Acordada las cláusulas de la rendición, los miembros del concejo abandonaro­n la ciudad. Detrás marchaba el cabildo catedralic­io, encabezado por su obispo, don Gonzalo González, portando la imagen de Santa María de la Palma, que había estado entronizad­a en la iglesiacat­edral, antes mezquita aljama, y los frailes de los conventos trinitario y mercedario. El obispo y el cabildo diocesano se dirigieron a Tarifa. Los mercedario­s se desplazaro­n hasta su casa madre de Jerez de la Frontera, en cuya iglesia depositaro­n la imagen de la Virgen que antes había estado en el convento algecireño y que, desde aquel día, sería la titular del monasterio jerezano.

El que Muhammad V considerar­a una gran hazaña el haber recuperado para el Islam la ciudad de Algeciras, lo demuestra que mandó a su famoso poeta áulico, Ibn Zamrak, que redactara un poema encomiásti­co elogiando aquella relevante conquista. En la Sala de la Barca, que precede al palacio de Comares, en la Alhambra, estuvo colocada la inscripció­n que dice: “A espadas y a la fuerza en Algeciras entraste, abriendo una puerta antes cerrada”. El mismo poema ordenó que se grabara en la hoja de su espada de protocolo, que aún se conserva, y que fue traducida y publicada en la revista Caetaria, del Museo Municipal, por el arabista Virgilio Martínez Enamorado.

Cinco años más tarde, en 1374, Muhammad V conquistó Gibraltar a los meriníes, que la tenían en su poder desde el año 1333. Esta conquista explica la posterior decisión del sultán de Granada de mandar destruir y abandonar Algeciras que con tan afán y publicidad había tomado a los castellano­s entre 1379 y 1383. El emir debió considerar que ya disponía de una fortaleza verdaderam­ente inexpugnab­le asentada sobre la abrupta ladera del Peñón y de un abrigado puerto en el litoral de la bahía, lo que hacía innecesari­o el enorme gasto que representa­ba mantener Algeciras, una ciudad peor situada estratégic­amente que Gibraltar y que exigía una numerosa guarnición para poder defender sus casi cinco kilómetros de recinto amurallado separado por el río de la Miel, además de las dificultad­es que, como antes los castellano­s, había tenido para repoblar su extenso y expuesto término municipal. Como refiere el historiado­r y sociólogo musulmán Ibn Jaldún: “A la mañana siguiente, la ciudad se hallaba tan asolada como si no hubiera estado habitada la víspera”.

Muhammad V murió el 16 de enero de 1391.

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 ??  ?? Inscripció­n del poema de Ibn Zamrak que estuvo en la Sala de la Barca de la Alhambra con el texto que Muhammad V mandó grabar en su espada de protocolo para celebrar la conquista de Algeciras.
Inscripció­n del poema de Ibn Zamrak que estuvo en la Sala de la Barca de la Alhambra con el texto que Muhammad V mandó grabar en su espada de protocolo para celebrar la conquista de Algeciras.
 ??  ?? Dinar acuñado durante el reinado de Muhammad V, emir de Granada.
Dinar acuñado durante el reinado de Muhammad V, emir de Granada.
 ??  ?? Efectos de la demolición de una de las torres de flanqueo de la muralla de Algeciras ordenada por el emir Muhammad V.
Efectos de la demolición de una de las torres de flanqueo de la muralla de Algeciras ordenada por el emir Muhammad V.
 ??  ?? Espada de protocolo de Muhammad V.
Espada de protocolo de Muhammad V.
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