Europa Sur

EL TOMATE NUESTRO DE CADA DÍA

- FRANCISCO ANDRÉS GALLARDO

LA mantequill­a, las margarinas y las grasas azucaradas llegaron a tener su sitio en las tostadas andaluzas con el desarrolli­smo cuando el pan con aceite de toda la vida se fue convirtió de manera injusta en “comida de pobres”. El aceite nuestro, por salud, recobró su sitio inmemorial a partir de los años 90, cuando comenzó a populariza­rse, con toda justificac­ión, la calidad virgen extra. Y a su lado, para empezar el día, el tomate triturado, también con su versión en rodajas, aunque no es lo mismo salvo que se trate de un tomate maduro de primera.

La victoria en los bares de la tostada con aceite y tomate está más que consolidad­a, rematada en muchos casos con jamón normalment­e discutible. No hay mejor forma de encarar una mañana que este trío de dorado, oro y rojo intenso.

Por eso es un agravio que el tomate se vea relegado en determinad­os bares y restaurant­es (¿por falta de tiempo? ¿por comodidad vaga?) por una tarrinita de pulpa en lata. Que sí, que en el tren y en los aviones (qué tiempos aquellos en los que todos viajábamos) por evidentes motivos de almacenami­ento el tomate ha de ir en monodosis, como el aceite. Pero el bar de la esquina nunca debe renunciar al tomate triturado. Es el acompañami­ento más fácil y sabroso y al hostelero sólo le requiere un poco de molestia triturar unos tomate maduros a primera hora para repartirlo por los recipiente­s individual­es que exigen las condicione­s de esta pandemia. Untar tomate natural sobre la tostada con aceite de oliva es un derecho universal andaluz. Trastocar ese tomate por una tarrina debería ser castigado con no repetir.

En otras latitudes se entendería que por precio o por falta de producto se pudiera renunciar al tomate natural, pero en cada uno de los establecim­ientos para desayunar en Andalucía debería ser necesario e indispensa­ble servir el puré de unos tomates de la zona. Qué pulpa tiene el tomate. El tomate nuestro. Y ya hay que ser malaje para renunciar a ellos y suplirlos por tarrinas e incluso por tomates salidos de una lata.

Ahora no es el mejor momento para el orondo fruto, ya vendrá el verano, pero incluso los ejemplares menos afortunado­s y de corchopán dotan a las tostadas de una mejor compañía que esos líquidos llenos de ácidos conservant­es de los que están envasados.

La identidad andaluza comienza en nuestros bares por algo tan sencillo con un desayuno con mollete de Espera, de Antequera o de cualquier pueblo panadero, con su tomate del día y un par de monodosis de aceite. Por cierto, y si el hostelero puede apretar en la calidad del aceite, mejor. No hay forma más sincera de sentirse andaluz al levantarno­s.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain