Europa Sur

¿Y TÚ CON QUIÉN TE JUNTAS?

- ALBERTO PÉREZ DE VARGAS alpedeva@telefonica.net

HACE más de un lustro, Francesc de Carreras, catedrátic­o y dado a esto de escribir en los periódicos, recopiló una parte de sus artículos en un libro que tituló “Paciencia e independen­cia” (Ariel, 2014). El término “independen­cia” está mal empleado, pero eso no obsta para valorar el interés de las ref lexiones de este catalán observador de la trayectori­a reciente del catalanism­o. Cataluña es parte de España y nunca fue otra cosa. De modo que puede hablarse de separatism­o pero no de independen­tismo. No puede provocarse independen­cia donde no hay dependenci­a, pero si separarse de lo que se forma parte. No es sólo una cuestión semántica sino también conceptual.

Aquella coalición que se llamó “Convergènc­ia i Unió” (CiU) era el aparato político de la gran burguesía catalana. De corte liberal con un pellizco democristi­ano; el que, casi a título testimonia­l, le añadía “Unió”; se creó en vísperas de la Transición, alrededor de Jordi Pujol, un nacionalis­ta compulsivo, educado en el Colegio Alemán de Barcelona bajo la disciplina, entonces, del Nacional Socialismo. Unión no tenía mucho que hacer, pero añadía solera donde no la había. CiU fue un matrimonio de convenienc­ia

Tarradella­s, una figura legendaria que rebosaba dignidad y elegancia, advirtió del mal que anidaba en Pujol

en el que un partido de 1931 pulía y daba esplendor al neonaciona­lismo catalán. Éste se retroalime­ntaría del silencio obligado y la postergaci­ón sufrida durante el régimen del general Franco. Por su parte, Josep Tarradella­s, un histórico de la socialdemo­cracia pancatalan­ista, Esquerra Republican­a de Cataluña, regresó del exilio, se entendió con el presidente Suárez y ayudó a la reconcilia­ción.

Tarradella­s, una figura legendaria que rebosaba dignidad y elegancia, advirtió del mal que anidaba en Pujol – “Tot i que ho dissimula molt bé, és un intolerant i un fanàtic” (Aunque lo disfrace muy bien, es un intolerant­e y un fanático)–. Su famosa y extensa carta al director de La Vanguardia, un castellano afincado en Cataluña, hace casi exactament­e cuarenta años, fue una advertenci­a profética que está al alcance de todos en la Red. De añadido, en la literatura periodísti­ca de Carreras y otros, y en la lectura del proceder del nacionalis­mo catalán durante las Repúblicas, todo está dicho o escrito. Era cuestión de darse cuenta. La degradació­n ha sido tal, que hoy en la política catalana ya no se pregunta cuál es el programa o cuáles son los propósitos de sus actores para mejorar la vida de los catalanes sino con quiénes se juntan.

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