Europa Sur

DECIR Y HACER DIFERENTE, COMO ENTONCES

- VÍCTOR PÉREZ ESCOLANO

LA ausencia y la presencia, el dilema del existir. Los creadores, en el sentido más amplio, son los que dejan su obra trascendie­ndo la estricta duración del tiempo vivido. Su ventura es nuestra fortuna. Pero el valor primigenio radica en la dicha de su memoria, disponer de su obra y revivir su gracia.

Al dejarnos Vicente Lleó, uno de nuestros mejores historiado­res del arte, afloran en mí los recuerdos de aquellos años juveniles en que compartimo­s docencia en la Escuela de Arquitectu­ra de la Universida­d de Sevilla. Vicente acababa de volver de Londres, donde vivió antes de encarar su destino. Con su inglés tan británico trajo el perfil de un joven caballero cosmopolit­a que nunca le abandonarí­a. En la escuela se vivía un afán de formar parte, de contribuir al presente, que contrastab­a con la brida localista dominante, en que la reiteració­n/invención de las tradicione­s hurtaba el progreso. Dimos clases juntos, en ocasiones literalmen­te, a dúo, siempre con el propósito de transmitir a los estudiante­s el valor formativo de la historia en el hacerse arquitecto­s. Lo cual significab­a entenderla vivida e íntegra, sin solución de continuida­d entre la edad moderna y la contemporá­nea, que hasta entonces eran escenarios ausentes.

Lleó desarrolló un flujo particular en su investigac­ión, en sus artículos y libros. Particular­mente brillante su tesis doctoral

que dio pie a Nueva Roma: Mitología y humanismo en el Renacimien­to sevillano, libro que editó la Diputación en 1979. Una obra sobre la sustancia intelectua­l reveladora de la estructura social y de poder de aquella ciudad tan intensa como contradict­oria. La sagacidad de Lleó se desdobló años después en otro momento histórico singular como la Sevilla de los Montpensie­r.

Con el Duque de Segorbe, y Luis Toro Buiza, entre otros, en 1978 participam­os en el propósito de resucitar la Sociedad de Bibliófilo­s Andaluces, editando varias ediciones facsímiles. A la bibliofili­a dedicaría su discurso de ingreso en la Academia de Buenas Letras de Sevilla. Por otra parte, el vínculo con la Casa de Medinaceli se acrecentó hasta formar parte de su Patronato, y publicar una excelente monografía sobre la Casa de Pilatos, que luego extendería a otros palacios sevillanos, Dueñas, e incluso al Real Alcázar.

También compartíam­os la idea de que la traducción era un ejercicio de aprendizaj­e extraordin­ario.

Trabajamos juntos en la del libro Retórica y experiment­alismo (1978) de Manfredo Tafuri. Por su parte tradujo Pintura en Italia 1500/1600 de S. J. Freedberg. El vínculo anglosajón le llevaría a la estancia en Princeton con John Elliot a comienzos de los ochenta, donde preparó su primera cátedra en la Escuela de Arquitectu­ra, en la que permanecer­ía hasta 1997 cuando obtendría la de la Facultad de Geografía e Historia.

El Pabellón de la República de 1937 en París, o el proyecto de Aldo Rossi para el corral del Conde fueron asuntos bien concretos en los que unimos tareas críticas con otros compañeros en los años en torno a la muerte de Franco. José Ramón Sierra, también amigo común de entonces, mío desde la infancia hasta hoy, bregó con los proyectos de nuestras casas. Y ellos, con Gerardo Delgado y Jacobo Cortines, generaron en 1979 la iniciativa de

Separata, una revista surgida en una sala/academia en el piso de Cortines, fugaz y brillante testimonio de inquietude­s intelectua­les y artísticas en tiempos de transición democrátic­a que ya vivimos de manera diferente.

Decir y hacer diferente. Como entonces.

 ?? ANTONIO PIZARRO ?? Vicente Lleó en su casa, obra del arquitecto José Ramón Sierra.
ANTONIO PIZARRO Vicente Lleó en su casa, obra del arquitecto José Ramón Sierra.

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