Europa Sur

EL RUBIUS SE VA

- RAFAEL PADILLA

YA estarán al tanto de la polvareda levantada por la decisión de El Rubius, youtuber de éxito mundial, de trasladar su residencia a Andorra. Harto de entregar al fisco la mitad de sus muchas ganancias y argumentan­do que la relación entre el Estado y el contribuye­nte ha de ser equilibrad­a, lo que a su juicio aquí no ocurre, enfila el mismo camino que muchos de sus colegas.

Como era previsible, se ha formado la mundial: desde quien pide que se le decapite en plaza pública hasta los que, a veces en medios pagados por todos, le tachan de “cabrón”, “niñato insolidari­o” o “rico de mierda”. No es, creo, la mejor forma de encarar el análisis de un hecho que, más allá de la anécdota, cuestiona la racionalid­ad, por supuesto discutible, de nuestro sistema tributario.

De entrada, debemos diferencia­r legalidad, por una parte, y moralidad y ejemplarid­ad pública, por otra. En relación con lo primero, lo que El Rubius hace es perfectame­nte legal. Si cumple con los requisitos establecid­os, no puede hablarse de evasión ni de fraude.

Hoy por hoy, pues, toda censura fundada ha de insertase en el plano de la moralidad. Y es ahí, querido lector, donde las cosas se complican. Surgen, entonces, viejas preguntas. Así, es generaliza­da la sensación de que nuestro sistema impositivo es confiscato­rio y de que lo obtenido por él se malgasta en chiringuit­os y corruptela­s. Sobre lo primero, aunque hay quien se ampara en porcentaje­s europeos, teniendo en cuenta el peso de los impuestos sobre el poder adquisitiv­o de la mayoría, el sufrimient­o fiscal español sí que parece excesivo. De lo segundo, dígase que el dinero despilfarr­ado supone un porcentaje relativame­nte pequeño del presupuest­o, espectacul­ar, eso sí, aunque no absolutame­nte descalific­ador del empleo adecuado de nuestros ingresos fiscales.

Queda, por último, el asunto de la ejemplarid­ad. En mi opinión, por su influencia en los jóvenes, El Rubius sí que debiera ser ejemplar. Pero, frente a esto, ¿no sería exigible idéntica ejemplarid­ad en una clase política que se salta todo tipo de límites y jamás responde de nada? Si se pide ejemplarid­ad hay que darla primero. Y, al cabo, ¿somos nosotros una sociedad ejemplar en estos temas? Por eso, porque tengo bastantes más dudas que certezas, no seré yo quien fusile a El Rubius. Su caso, que es un síntoma, más que propiciar el insulto fácil, tendría que servir para abrir un debate que, en España, lleva demasiados años aplazado.

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