Europa Sur

ODIAR VENDE

- MAGDALENA TRILLO

NO es nada nuevo. Apostar por el odio es rentable. Lo saben los publicista­s, lo saben los políticos y lo sabemos en los medios. Nos gustan las historias de víctimas y verdugos y nos gusta, sobre todo, fabricarla­s y compartirl­as. Hasta hemos aprendido a hacerlo de forma colectiva, y peligrosam­ente eficaz, en esta sociedad frívola y materialis­ta donde todos nos dedicamos a vender. Poco importa si es un producto, un sentimient­o o una idea. El destinatar­io final es el mismo: nosotros. Nos llamemos lectores, votantes o clientes.

Lo advertía el otro día Marty Baron, el veterano periodista que dirigía el Boston Globe cuando saltó el escándalo de Spotlight y ha pilotado la última década de reinvenció­n del Washington Post haciendo de tándem con Jeff Bezos: “La gente se fía más de sus sentimient­os que de los hechos”. Es lo que está detrás de las burbujas de pensamient­o con que a diario nos protegemos del conf licto y es también lo que está detrás de los difíciles debates con que en España nos empeñamos en reeditar la historia –nunca superada– de los dos bandos. Ahora lo llaman polarizaci­ón y populismo pero no difiere del maniqueísm­o de rojos y azules con que no hace tanto acabamos en las trincheras.

No somos capaces de debatir en serio pero sí de distraerno­s. Y lo inaudito es que es el propio Gobierno el que se apunta a todo. Porque son los socios en discordia de Podemos, esos que deciden cada mañana si toca vestirse de gobierno o de oposición, pero también el equipo de Sánchez. Manuel Castells, que lleva toda la legislatur­a refugiado en su torre de marfil, de repente aparece para empatizar con los alumnos defendiend­o los exámenes online contra el criterio de los rectores. Al fuego de la Ley de la Eutanasia todavía le quedan los rescoldos de su aprobación en el Senado, cuando irrumpe la ministra Montero espoleando el feminismo con la Ley Trans. Y, a golpe de tuit, un lunes por la noche, desde el Ministerio de Justicia anuncian una reforma legal de los delitos de expresión –de odio, injurias a la Corona y enaltecimi­ento del terrorismo– para que no tengan castigo de cárcel “en el contexto de manifestac­iones culturales o intelectua­les”. Lo hacen en vísperas de la entrada en prisión del rapero Pablo Hasel y como causa-efecto del manifiesto firmado por más de 200 artistas, de Almodóvar y Serrat a Trueba y Bardem, reclamando su liberación.

Sabíamos que odiar vende pero parece que no tanto como caer bien… Discutamos y reformemos todo lo que haya que reformar pero no contando votos; no calculando cuánto vamos a vender…

No solo son los socios en discordia de Podemos, también el equipo de Sánchez se dedica ahora a ‘caer bien’

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