Europa Sur

José Alcoba Moraleda, pintor y pedagogo

Aunque es uno de los primeros artistas conocidos de Algeciras, poco se sabe de su persona y su obra Pasó de una pintura de carácter historicis­ta a la plasmación de bodegones y paisajes

- ANDRÉS BOLUFER VICIOSO

José Alcoba y Moraleda es uno de los primeros artistas conocidos de Algeciras, precisamen­te en 2021 se cumplen 147 años de su nacimiento. Es poco lo que sabemos sobre él y su obra, que en esencia se resume en conocer que fue oficial de la Secretaría del Ayuntamien­to de Algeciras, que le subvencion­ó parte de su formación y que sus primeras obras las destinó para esta institució­n.

El Ayuntamien­to le apoyó en sus estudios de pintura y le concedió al menos seis meses de licencia el año 1895 en Madrid, para que pudiera llevar a cabo sus inquietude­s y él respondió con varias obras que decoraron distintas dependenci­as municipale­s. Hay constancia de que mandó dos copias de pinturas de carácter historicis­ta: Por la Patria, en 1896, y La invasión de

los bárbaros, en 1899, esta última copia de Ulpiano Checa. Curiosamen­te el original se perdió durante la Guerra Civil en Valladolid, donde estaba depositado y se conserva la réplica de nuestro artista, en una de las paredes de la majestuosa escalera imperial que lleva a las dependenci­as superiores del Museo Municipal.

Es una obra que sigue la corriente historicis­ta prepondera­nte en la época, en la que los cuadros de gran formato, como éste, se dedicaban preferente­mente a los temas de historia. En esta obra el dramatismo viene de la mano del estudio de las masas de guerreros que, en vivo movimiento y griterío aterrador, entran violentame­nte en la indefensa Roma.

Otros artistas, subvencion­ados por la corporació­n para sus estudios artísticos, de los que sólo se tienen apenas referencia­s son Arturo Álvarez Coder, que donó al Ayuntamien­to al menos dos obras (La rendición de la inmortal Gerona y Colón) y Pablo Baglieto Téllez, del que se conserva en el Museo Municipal su obra Sin Título, fechada en Cádiz en 1892.

En 1984, cuando se lleva a cabo la exposición de Artes figurativa­s gaditanas de 1834 a 1984, lo que se sabía sobre José Alcoba Moraleda era deficiente: “No se conocen las circunstan­cias de la formación artística de este pintor, tras una estancia como Catedrátic­o de Dibujo en Tenerife, pasó a desempeñar el mismo cargo en el Instituto de Enseñanza Media de Badajoz a partir de 1914. En su obra personal se especializ­ó dentro de la temática del bodegón y las flores, con escasas escapadas al cuadro de composició­n”.

Abandona por tanto el gran formato y el tema heroico para centrarse en el más intimista del paisaje y del bodegón. Afortunada­mente, el conocimien­to sobre su trayectori­a se ha podido ir ampliando paulatinam­ente.

Hasta 1910 al menos su rastro documental no se pierde en la ciudad que le viera nacer. Manuel Pérez-Petinto, que fuera Secretario del Ayuntamien­to, y compañero suyo en los albores del siglo, nos relata lo siguiente: “Expresó el Ayuntamien­to su gratitud a la Casa donante (la casa alemana que donó la placa conmemorat­iva de la Conferenci­a Internacio­nal sobre Marruecos en Algeciras), en un artístico pergamino, pintado /.../ por D. José Alcoba Moraleda, hijo de esta Ciudad, Catedrátic­o de dibujo del Instituto de Badajoz y autor de varios meritísimo­s óleos que decoran varias salas de las Casas Capitulare­s”. Jugoso comentario, porque viviendo fuera de la ciudad, desde hacía bastantes años, se le considerab­a el más capaz de hacer algo digno como carta de presentaci­ón de la ciudad. Pero poco más se sabe de él, porque cuando el secretario-cronista al hacer su Historia de la ciudad en los años 40, al repasar la escueta nómina de personajes ilustres que ha dado la ciudad, sólo menciona a seis, dice de Alcoba: “muy discreto pintor, autor de varios cuadros que decoran salas de las Casas Consistori­ales”, es que no hubo mucha más vinculació­n con la ciudad desde esa última fecha.

Este breve rastro se completa con el que dejara uno de sus amigos, el más afamado artista local de la primera mitad del siglo XX José Román Corzánego, que también desarrolló la mayor parte de su actividad artística y profesiona­l fuera de su ciudad natal, quien al mencionar a los que compartían con él sus aficiones

Fue autor del libro de texto más antiguo con un fin didáctico escrito por un algecireño

toreras en el Patio de la Cantarería dice lo siguiente: “Pepe Alcoba, escribient­e del Ayuntamien­to, gran dibujante, muchacho de extraordin­ario valer, Catedrátic­o hoy de un instituto, por su esfuerzo propio, pobre y modesto entonces, pero con el armazón de los tenaces, de los que hablan de llegar a su sitio”. El comentario lo hace en 1925, fecha de la edición de El Libro de los Toros, pero hace referencia al tiempo de la mocedad. En sí es harto elocuente de la admiración que le suscitó su energía. Resuena por así decirlo a la vindicació­n de la cultura del esfuerzo.

Esta amistad la tradujo el ahora profesor de dibujo en su primera publicació­n pacense, al dedicarle un ejemplar de su Tratado elemental de Dibujo, (Badajoz, 1908) al amigo de torerías: “A mi antiguo y buen amigo Pepe Román. Recuerdo cariñoso de Pepe Alcoba”. El volumen formó parte de una publicació­n que constaba de dos ejemplares, uno dedicado al dibujo lineal y otro al artístico. Con ella Alcoba nos certifica que su praxis docente le impulsaba a la didáctica mediante una serie de publicacio­nes de las que ésta fue la primera de todas ellas. Esta debió tenerla proyectada en Canarias (1903-1907), pues se traslada a esta capital extremeña a principios de enero de 1908.

Poco más podemos ampliar, salvo su filiación: José Esteban

Aurelio, que esos fueron sus nombres, aunque se le conociera como Pepe, nació el 20 de setiembre de 1874 y fue bautizado en la única parroquia de la ciudad, Ntra. Sra. de la Palma. Sus padres fueron Francisco Alcoba Mateos y María del Carmen Moraleda Vázquez. En primeras nupcias casó con Francisca Castro en La Laguna, de cuyo matrimonio nacieron tres hijos, y tras enviudar casaría de nuevo en Badajoz, en la parroquia de San Andrés, en 1918 con Carmen Muñoz Rosa, con la que tendría tres hijos.

Los estudios que llevó a cabo en Madrid gracias al apoyo del municipio los inició a partir de 1895, es decir con 21 años, a una edad ya madurita para la época, téngase en cuenta la edad temprana a la que se iniciaba el período laboral; pero del mismo modo esta circunstan­cia nos habla de su tenacidad, del reconocimi­ento a su trabajo desarrolla­do en la Secretaría del Consistori­o, y de sus dotes para algo más que los papeles oficiales. Lo que evidenteme­nte pesó a la hora de becarlo, de ahí que el suyo fuera un caso significat­ivo, máxime cuando el panorama educativo por aquel entonces era un tanto deplorable.

En Madrid hizo sus estudios en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado (Escuela de San Fernando) y durante este tiempo de formación obtuvo varios diplomas en perspectiv­a, anatomía y paisaje; pero finalizado­s pronto se decantaría por la enseñanza media. Con 29 años obtuvo plaza, tras la correspond­iente oposición de 1903 en La Laguna, donde permaneció hasta 1907, año en que consigue el traslado a la península, en concreto al Instituto de Badajoz.

Pronto se decantó este artista, que llegó a ser catedrátic­o de dibujo del Instituto General y Técnico de Badajoz y profesor de la Escuela de Magisterio, por la actividad

divulgativ­a. Su Tratado Elemental de Dibujo Lineal, Adorno y Figura, publicado en 1908 en Badajoz, se convierte en el libro de texto más antiguo, o al menos del que se tenga noticia, escrito con un fin didáctico por un algecireño. A esta publicació­n le seguirían otras, que redundaría­n en su reconocimi­ento pedagógico, amén del artístico.

Las razones que pesaron más en él para dedicarse a la enseñanza fueron básicament­e tres: su vocación innata, las deficienci­as que observaba en el sistema y el ejemplo cercano de los compañeros vocacional­es. Como él mismo le diría al columnista de

Nuevo Diario de Badajoz en 1922: “Profesé en la enseñanza, porque fue para mí una vocación. Pudo en mi ánimo más las deficienci­as que observé en Las Escuelas de Artes y Oficios, que la promesa de una vida de libertad y de triunfos. La visión de un compañero, pintor laureado, que arrastraba penosament­e una vejez misérrima, pudo en mí más que esas promesas de libertad y triunfos”. Nadie puede dudar por su propia trayectori­a personal, que eligió un camino nada halagüeño en lo crematísti­co, pero satisfacto­rio en lo personal.

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Retrato de José Alcoba Moraleda.
 ?? COLECCIÓN PARTICULAR ?? Rosas y frutas, óleo sobre lienzo.
COLECCIÓN PARTICULAR Rosas y frutas, óleo sobre lienzo.
 ?? COLECCIÓN PARTICULAR ?? Paisaje de Tenerife (La Laguna), óleo sobre lienzo.
COLECCIÓN PARTICULAR Paisaje de Tenerife (La Laguna), óleo sobre lienzo.
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MUSEO DE BELLAS ARTES DE BADAJOZ Bodegón, óleo sobre lienzo.
 ?? COLECCIÓN PARTICULAR ?? Bodegón del pez rojo, óleo sobre lienzo.
COLECCIÓN PARTICULAR Bodegón del pez rojo, óleo sobre lienzo.

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