Europa Sur

Explorando caminos de la pintura

● Di Gallery muestra los prometedor­es trabajos de dos jóvenes artistas, Francesc Roselló y Miguel Scheroff

- Juan Bosco Díaz-Urmeneta

Cada artista, en sus inicios, cuenta con un repertorio de imágenes y expresione­s del que intenta apropiarse, es decir, de hacer suyo, tomándolo como campo de acción y de ejercicio. Después irá poco a poco decantando su manera de mirar, expresarse y construir. El arte es hasta cierto punto un intento de edificar y dejar una huella en el tiempo, pero no parte de cero: a veces toda la fuerza se va en reaccionar contra lo que hay, otras veces vuelve los ojos al pasado para intentar superarlo y otras busca en la propia época como si de un gran depósito de materiales se tratara para trazar con ellos lo que quiere decir. Son siempre posibles dos peligros. Uno de ellos, condensar esos intentos en una fórmula bien aprendida que se repetirá sin cesar. El otro, prestar oídos a cualquier novedad. El primero lleva a la esclerosis y el segundo a un quehacer sin carácter ni personalid­ad.

Los artistas jóvenes suelen con frecuencia cultivar y ofrecer perspectiv­as apartadas no sólo de la academia sino de los caminos que se consideran propios del arte. Creo que este es el caso de Miguel Scheroff (Navas de Tolosa, Jaén, 1988). Formado en las facultades de Bellas Artes de Granada, Madrid y Sevilla, sus trabajos hacen pensar en recursos propios de la estética gore, aderezados con cierta ironía, a la que no es ajeno ese modo de concebir las cosas. Incorpora además personajes de videojuego­s (Haunter, Suikune )yaveces parece llevar al lienzo del cuadro lo que podría cubrir un lienzo de pared en algún graffiti de arte urbano.

Estos rasgos no quitan interés a su trabajo. Lleva a ese territorio el

Caín y Abel de Rubens, añadiéndol­e unos animales descuartiz­ados buscando más el efecto de la carne sacrificad­a que la narración bíblica. Pone además a la escena un horizonte color de sangre. En el trabajo de Scheroff destacan la hábil composició­n, influencia­da por el castastrof­ismo, la agitación y las rotas figuras de la estética gore, el valiente uso del color, cercano al arte pop, y una indudable capacidad para el dibujo, como se aprecia en el feroz y vigilante Grifo pintado para la muestra en la pared de la galería.

La obra de Francesc Rosselló (Mallorca, 1994) es bastante diferente. Rosselló cursó Bellas Artes en Barcelona y fue selecciona­do por la Galería Fran Reus para la edición de Panorama 2020, una convocator­ia de arte joven para la que fueron selecciona­dos en ediciones anteriores, Mercedes Pimiento y Cristián Lagata que ahora exponen en el Centro Andaluz de Arte Contemporá­neo. Rosselló parece interesado en un extraño tipo de humor. Se advierte sobre todo en Los restos de San Jorge. En ese lienzo el dragón ha terminado derrotando paladiname­nte al legendario héroe medieval y ahora amenaza a su caballo mientras que del santo promotor de rosas y libros sólo quedan unos pocos huesos.

Mejor resuelto, por su organizaci­ón visual es After Party, cuatro personajes extraviado­s en los corredores de algún estupefaci­ente. Sobre un fondo en el que abundan los colores planos, cuatro figuras que parecen emular la narrativa popular propia de los cuadros-exvotos. Algún rasgo despierta la memoria del aduanero Rousseau. Hay además un elemento llamativo que, no sé si con intención o sin ella, remite a la cultura renacentis­ta o tardomediv­al: me refiero al que se llamó el cuerpo espiritual o simplement­e espíritu. En aquella época pensaban que entre el cuerpo y el alma debía haber un tercer elemento que sirviera de conexión, una suerte de adaptador. Llamaron a esa instancia espíritu y pensaban que, liberado durante el sueño, escapaba del cuerpo, vagaba por espacios insospecha­dos y trasladaba después aquella informació­n, casi siempre cifrada, al durmiente. Intentaban así explicar el origen de las imágenes que escapan de la conciencia. Es tentador relacionar las estilizada­s figuras que escapan de la boca de cada uno de estos personajes con aquellos antiguos mensajeros del sueño.

After Party, más allá de esta considerac­ión, probableme­nte forzada, se inscribe con las demás obras expuestas en una atención al tiempo. Tiempo suspendido del que busca evadirse, tiempo del que no quiso enfrentars­e con la dificultad que entraña vivir, tiempo de quien se arriesga a ser artista (a la sombra del David de Miguel Ángel). La certeza de la muerte se trata con ironía, desde la calavera del experto en sexo hasta la que ref leja esa fuente del Narciso contemporá­neo, el selfie. La caducidad de la f lor (Se lo llevó el viento) es una idea que debería el autor seguir tratando, como también ocurre con un pequeño paisaje en el que las hierbas y los restos de una fiesta parecen disueltos no sé si por un repentino chaparrón, un intempesti­vo vendaval o simplement­e porque el tiempo es insoslayab­le.

Los trabajos expuestos son, como se ve, prometedor­es. Queda por ver como responden al reto justamente del tiempo.

‘Pesadilla barroca’. Francesc ►

Rosselló, Miguel Scheroff. Di Gallery (Muro de los Navarros, 66), Sevilla. Hasta el próximo día 27

Scheroff se inspira, con ironía, en el ‘gore’; a Rosselló le interesa un extraño tipo de humor

 ??  ?? Arriba, ‘After Party’ de Francesc Rosselló; abajo, ‘La pesadilla de Suicune’ de Miguel Scheroff.
Arriba, ‘After Party’ de Francesc Rosselló; abajo, ‘La pesadilla de Suicune’ de Miguel Scheroff.
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