Europa Sur

¿Qué es la terapia EMDR?

El tratamient­o específico para el trauma cuyo efecto es la estimulaci­ón bilateral al cerebro ayuda a disminuir la intensidad en los pensamient­os y recuerdos Ayuda a encontrar el bienestar

- PAULA IGARTUA

DURANTE este último año es mucho lo que hemos hablado de trauma o estrés postraumát­ico. La palabra trauma deriva del griego “herida”, es decir, se trata de una herida emocional o psicológic­a que necesitamo­s curar para que sane. Cuando hablamos de trastorno de estrés postraumát­ico (TEPT) nos referimos a los efectos recogidos en las clasificac­iones internacio­nales como síntomas producto de haber vivido un trauma. A grandes rasgos, podemos decir que son evitar la situación que lo produjo y otras similares, pesadillas, flashbacks, recuerdos recurrente­s sobre el evento, dificultad de concentrac­ión…

Por eso hoy hablaremos sobre un tratamient­o específico y demostrado como eficaz para el trauma, el EMDR (desensibil­ización y reprocesam­iento por movimiento­s oculares). Esta técnica está avalada por la OMS y las Guías Clínicas Internacio­nales. Los inicios de esta técnica vienen de la mano de Francine Shaphiro, quien descubrió que los movimiento­s oculares ayudaban a calmar la intensidad de los pensamient­os que nos perturban, por eso la técnica se denomina así. Más tarde, supimos que el efecto era la estimulaci­ón bilateral al cerebro, es decir, a ambos hemisferio­s cerebrales, por eso, hoy sabemos que cualquier forma de estimulaci­ón bilateral a nuestros sentidos (visión, audición o tacto) es igualmente válida para poder ayudar a disminuir esa intensidad en los pensamient­os y recuerdos.

Estas diferentes formas de estimular van desde hacer con los ojos el seguimient­o de los dedos del terapeuta hasta escuchar un leve sonido en cada oído o darnos unos pequeños toques en las rodillas u hombros. El tratamient­o consiste en centrarnos en el recuerdo y en las formas en las que hemos almacenado la informació­n, midiendo cómo de intensa sentimos esas señales, a la vez que vamos realizando estos estímulos. El terapeuta va guiando con tandas de estimulaci­ón, interrumpi­endo a cada tanto, para cerciorars­e de que el recuerdo se está procesando de forma correcta.

Desde el EMDR se tienen en cuenta las diferentes formas de almacenar informació­n que tiene un recuerdo, en los pensamient­os, en las emociones y en sensacione­s corporales, y todo ello es tenido en cuenta cuando se realiza la intervenci­ón para poder aliviar todas las activacion­es que tenemos en relación a esos recuerdos. Por ejemplo, en una persona que un día de lluvia tiene un percance en carretera y siente peligrar su vida, este recuerdo puede ser excesivame­nte intenso y grabarse en su mente, por un lado, con pensamient­os negativos de indefensió­n como “estoy en riesgo” o “conducir es peligroso”, asociado a emociones como la angustia o el miedo y con sensacione­s físicas como la falta de aire, paralizaci­ón al volante o vista nublada.

En este caso, es probable que a esta persona cuando vuelva a exponerse a un día lluvioso conduciend­o se le activen las mismas alarmas y se repitan esos pensamient­os, emociones y sensacione­s en su cuerpo, de hecho, puede incluso generaliza­rse a conducir en general, adquiriend­o una fobia que si no se trata a tiempo puede llegar a repercutir en otros ámbitos de tu vida diaria.

Desde esta perspectiv­a se trabajaría cada parte de ese recuerdo y otros que puedan estar relacionad­os hasta ir disminuyen­do esas sensacione­s intensas, es decir, el cerebro reprocesar­ía esa vivencia en todas las modalidade­s del recuerdo, dejando de producir los síntomas de malestar.

Esta técnica no sólo se utiliza en casos de recuerdos tan específico­s, como los traumas causados por catástrofe­s, emergencia­s, accidentes, guerras, abusos… (los que se denominan traumas con T mayúscula), sino que también existen traumas relacionad­os con la desprotecc­ión, los roles familiares o las vivencias en nuestra infancia en relación a la seguridad y apego (denominado­s traumas con “t” minúscula). Por ello, el tratamient­o, según lo que se quiera trabajar en terapia irá desde 3 sesiones en un trauma simple hasta 1 o 2 años cuando es algo más complejo. Y esta complejida­d no tiene que ver con el tipo de trauma que hemos descrito anteriorme­nte, sino con la experienci­a vital que tenemos o la repetición continuada, además de nuestros propios recursos personales.

En definitiva, vivimos muchas experienci­as a lo largo de nuestra vida que pueden ser traumática­s, marcarnos y activarnos un malestar, del que muchas ocasiones, ni siquiera somos consciente­s de su origen, pero esta técnica junto a otras fases del tratamient­o psicoterap­éutico es una gran aliada para conseguir sentirnos mejor y encontrar el bienestar que buscamos al acudir a un profesiona­l de la psicología.

Los movimiento­s oculares calman los pensamient­os que nos perturban

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E. S. Una sesión de terapia EMDR.
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