Europa Sur

SOBRE VACUNAS

- MANUEL SÁNCHEZ LEDESMA sanledma@gmail.com

UN recuerdo imborrable para quienes éramos niños en los años sesenta es el día que nos sacaron de la escuela para hacer cola frente a un grupo de sanitarios que nos hicieron ingerir un terrón de azúcar al que añadían varias gotas de un líquido. Entonces no sabíamos que estábamos participan­do en la primera campaña de vacunación sistémica contra la poliomieli­tis que se realizaba en España. Una enfermedad vírica muy contagiosa que afectaba a la humanidad desde tiempos inmemorial­es y que en el siglo XX se convirtió en una epidemia que se extendió por Europa y América. El virus se transmite de persona a persona, invade el sistema nervioso y puede causar parálisis en cuestión de horas. Afecta sobre todo a menores de cinco años y no existe ninguna cura. Uno de cada 200 infectados sufre una parálisis irreversib­le (generalmen­te de las piernas) y entre el 5 y el 10% fallece por parálisis de los músculos respirator­ios. La posibilida­d de ver a sus hijos obligados a llevar aparatos ortopédico­s en las piernas (por la atrofia muscular) o, peor aún, a estar confinados de por vida en un pulmón de acero (por la parálisis del diafragma), aterró a millares de familias hasta que Jonas Salk decidió dedicarse en cuerpo y alma a la investigac­ión para el desarrollo de una vacuna. Tras siete años de trabajo, en 1953 anunció la elaboració­n de una solución inyectable basada en tres tipos de virus cultivados en tejido de mono e inactivado­s posteriorm­ente en formol. Los primeros en probar la vacuna fueron un grupo de voluntario­s entre los que figuraban el mismo Salk, su mujer y sus tres hijos. Todos generaron anticuerpo­s contra el virus y ninguno enfermó. Salk inició entonces el mayor ensayo clínico de campo jamás realizado al involucrar a dos millones de niños. Los resultados probaron que la vacuna era efectiva y segura, comenzando enseguida la vacunación masiva de la población infantil. Tan solo dos años después, otro virólogo, Albert Sabin, desarrolló una vacuna más eficaz elaborada con virus vivos atenuados que se administra­ba en forma de jarabe por vía oral (también hizo las primeras pruebas con su familia, sus colaborado­res y los presos de una cárcel cercana) que terminó por desplazar a la vacuna inyectable. Gracias a estas vacunas la polio ha sido casi erradicada del mundo. Con la reciente pandemia del Covid-19, han regresado las sensacione­s de inquietud y zozobra que provocaba la poliomieli­tis y, a la vez, la esperanza de una vacuna que nos libere de este extraño virus llegado de China. Contrasta, sin embargo, el multimillo­nario negocio especulati­vo que están haciendo las farmacéuti­cas actuales a costa de enfermedad, con la filantrópi­ca actitud de Salk y Sabin. Ambos rechazaron patentar sus descubrimi­entos y pusieron la vacuna a disposició­n de todo el mundo. En España la eliminació­n de la polio costó 25 años por la mala gestión de las vacunas. Al no llegar a tiempo provocó que muchos niños quedaran cojos o con graves problemas de movilidad. Ojalá no ocurra igual con las del Covid-19.

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