Deshielo entre las viejas glorias del bipartidismo
● El incombustible dueto PP-PSOE cierra con RTVE su primer gran pacto de la legislatura entre viejos demonios
El pasado siempre está ahí, el cadáver enterrado en el jardín acaba apareciendo tarde o temprano por muchas rosas que planten encima, la historia es la novela de los hechos y la novela es la historia de los sentimientos.
El Parlamento está fragmentado como nunca, con hasta diez grupos parlamentarios representados, y las dos viejas glorias, PSOE (120) y PP (88) detentan algo más de la mitad de los 350 escaños de una Cámara que acaba de conmemorar el 40 aniversario de la fallida demolición descontrolada que escenificó un grupo de guardias entrando en tropel pisoteando la soberanía popular teledirigidos desde algunos cuarteles, que no desde un palacio cercano al monte del Pardo como algunos siguen empeñados.
LA TENSIÓN SE REBAJA
Las dos viejas glorias siguen inmersas en su incombustible pulso a cuenta mayormente de la gestión de la pandemia, aunque la tensión se ha rebajado durante la última sesión en el Congreso, entre apelaciones a la unidad por parte del presidente del Gobierno al resto de formaciones para torcer el brazo definitivamente al Covid19, y cierta receptividad desde las bancadas de la derecha, desde las que para variar no emanó ninguno de sus habituales pataleos.
Pero este cambio de actitud no ha surgido espontáneamente, obedece a que los dos viejos gallitos han enterrado momentáneamente el hacha de guerra y están negociando. Lo más urgente y prioritario es el desbloqueo del
Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) –lleva más de dos años en funciones–, aunque también se impone la renovación de otros órganos institucionales varados, como el Tribunal Constitucional, el de Cuentas, el Defensor del Pueblo o la Agencia Española de Protección de Datos.
PSOE y PP, agua y aceite, blanco y negro, han sido capaces de hacer un alto en una encarnizada batalla a la que ni los peores momentos de la pandemia pusieron coto y han pactado (también con el concurso de los grupos de Unidas Podemos y PNV) los seis nombres que corresponden al congreso para renovar el Consejo de Administración de RTVE, en el que constituye el primer gran acuerdo de la legislatura.
El bipartidismo se reivindica pues, aunque lo hace entre los demonios de su pasado.
Da fe el comunicado de los partidos independentistas este reciente 23-F.
ERC, EH Bildu, Junts, CUP y BNG no participaron en la conmemoración del fracaso del golpe de Estado porque consideran que tratabade “blanquear”laMonarquía en estos momentos de zozobra y se niegan a dar la vuelta a la tortilla al considerar al Rey emérito más impulsor que freno de la asonada. Unidas Podemos se desmarcó oficial que no oficiosamente de la misiva y los diputados morados recibieron con una significativo silencio el discurso de Felipe VI exaltando la figura de su padre en el peor trance que ha vivido la joven democracia española.
El nuevo frente contra la Constitución y la Corona (casi 70 escaños, un quinto del Parlamento) exhibió credenciales, aunque también puede encuadrarse en ese cuadro abstracto de la anomalía democrática que pregona Pablo Iglesias, puesto que esos mismos que quieren acabar con lo que llaman el régimen del 78 son los mismos que sostienen al Gobierno de Pedro Sánchez, cuyos decretos firma por cierto Felipe VI.
El Gobierno homenajea al Rey con rigor protocolario y responde a los secesionistas catalanes, esos que como ERC han hallado en Arnaldo Otegi a un referente (“nos puede enseñar mucho”, se oyó al speaker en un mitin de Esquerra en la campaña de las catalanas), con una oferta de diálogo ante los altivos secesionistas, que se saben parte importante del andamiaje del precario Gobierno de España. Eso sí, legítimo por otra parte. El propio Sánchez reconoció el miércoles a los comunistas –sí, a los comunistas– su contribución a la Transición, pese al desprecio que sin descanso muestra la derecha a lo que llaman como escupiendo Gobierno “socialcomunista”.
ESTABILIDAD IMPROBABLE
El drama es que la estabilidad institucional depende de unos partidos que como Vox o Unidas Podemos están dispuestos a hacerse fuertes a lomos de la estrategia del conf licto. La negativa morada a condenar sin paliativos espanta a muchos de sus votantes, no a todos, aunque al menos cabe conceder a Iglesias su coherencia en defensa de sus compromisos, el republicano para empezar.
Al otro lado, Vox, que se está erigiendo como pieza insoslayable (a
la prueba del algodón del 14-F me remito) para articular una alternativa de entidad desde el centro derecha (y derechaza). Seguro que a los de Santiago Abascal les hubiera encantado si no que triunfara el golpe de Tejero, al menos la hipótesis contrafactual de que Leopoldo Calvo Sotelo (el hombre que esa desdichada tarde de 1981 iba a ser investido presidente) hubiese gobernado con los golpistas so pretexto de reintegrarlos en el marco democrático. Para seguir agitando el avispero, ahora están sugiriendo una nueva moción de censura contra Casado, digo Sánchez. No les fue nada mal como pueda parecer con la anterior (insisto, al 14-F me remito).
Al tiempo, Pablo Casado está inmerso en su cruzada contra el pasado reciente, nada remoto como el 23-F, preparando una mudanza (que no tiene sentido ni para algunos de sus más conspicuos barones, como el coleccionista de mayorías en la Xunta) y abrochándose el cinturón ante la nueva andanada de Luis Bárcenas, que ahora implica como receptora de sobres con pasta de constructores agradecidos a uno de los símbolos dorados del PP, Esperanza Aguirre, que está imputada en la operación Púnica, uno de los muchos frentes judiciales con los que el PP deberá lidiar a lo largo de los próximos tiempos. Resumen (respectivo):
Uno. El bipartidismo resiste el vendaval de la nueva política y es capaz de negociar sin exabruptos.
Dos. Sus viejos demonios también sobreviven y el jardín desprende cierto hedor desde el subsuelo.
Tres. Algunos tenían al enemigo en casa sin enterarse de la historia, que siempre se reescribe.