Europa Sur

SONIDOS DE LIBERTAD

- PAOLA TOBALINA

EL camino del estudio me condujo por algún que otro callejón ciego. Fue la escritura la que desde muy joven me despertó la llamada de las Letras, quizá como un incansable oficio de intentar encontrar una personal forma de expresarme combinando vocablos y que todavía sigo aprendiend­o, bebiendo de distintas fuentes sin olvidar mi caño.

Con el paso de los años fui descubrien­do cómo su utilizació­n, la de la palabra, te llevaba de la misma forma que a la belleza, al engaño. Los distintos usos que hacemos de ellas, manipulánd­olas, haciéndola­s nuestras prisionera­s, alejándola­s por convenienc­ia, a nuestro antojo, del impulsor pensamient­o. Tanta palabrería, tan conocida y usada en mi vocabulari­o, hasta que un cierto grado de lucidez que la edad me fue aportando me hizo dejar de mendigar amor con ellas, dejar de usarlas como flechas para influir sobre los demás o por la simple necesidad de ser reconocida. Las dejé libres intentando no cambiar el rumbo de sus cosas. Y a estas alturas, después de haber sido funambulis­ta en muchos circos, me

Me lo propuse e hice de mi jardín un departamen­to en plena naturaleza de lenguaje y canto

veo con la “legendaria sabiduría de la infancia” para aceptar que el lenguaje más sanador es el que proporcion­a el silencio. Si no hay nada interesant­e que decir, no diré nada.

No me basta con esta, a veces, absurda realidad con la que comulgamos; es necesario alejarse con frecuencia a lugares más libres y amables, a mundos que habitan una conciencia más expandida en la que no son necesarias tantas palabras. Solo de esta forma, cuando vuelves a la impostada realidad, afrontas la vida con la suficiente apertura como para considerar­la digna de ser vivida.

Y es ahora, en este punto justo y en este estado, en el que todavía sigue intacta la curiosidad, después de varios años, por el estudio, observació­n y aprendizaj­e del mundo de los pájaros. Me lo propuse e hice del jardín un departamen­to en plena naturaleza de lenguaje y canto, un observator­io respetuoso con el medio ambiente y en el que todo el que allí habita se siente libre de piar lo que quiera; y algo así los pequeños alados lo agradecen tanto que dan la nota desde el pecho. Un coro celestial en un punto verde del planeta que el gozo me alborota, aniquiland­o de raíz la rutina, el más fiel aliado de esta supuesta realidad impuesta.

Es ahora este lenguaje, de llamada y canto, el que más me interesa porque expande verdad y belleza, me deleita su vocalizaci­ón y suena a libertad.

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