Europa Sur

EL REY JUAN CARLOS NO QUIERE MORIR LEJOS

- MANUEL CAMPO VIDAL

EL rey Juan Carlos se apropió, casi en exclusiva, de la semana informativ­a en España: al inicio por el 40 aniversari­o del golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 y, al final, por la regulariza­ción fiscal de más de cuatro millones de euros, presentada voluntaria­mente. El rey emérito paró entonces el golpe de Estado, pero se ha inf ligido ahora un nuevo autogolpe de imagen. Felipe VI elogió en las Cortes la meritoria intervenci­ón de su padre al controlar la intentona golpista. Sólo dos días después, sufrió un nuevo desaire por la actuación irregular de su progenitor. Don Juan Carlos no se lo pone fácil a su hijo, ni a la continuida­d de la institució­n monárquica. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, fue explícito al rechazar la conducta del rey emérito y elogiar la ejemplarid­ad en la actuación de Felipe VI.

No hay duda de que el Rey paró a los golpistas y salvó la democracia aquel día. Las dudas las siembran sin fundamento algunos dirigentes políticos. Quien esté bien informado sabe que, si don Juan Carlos hubiera participad­o en la conspiraci­ón, los insurgente­s se habrían hecho con el poder en horas. Varios generales no sacaron los tanques sólo por lealtad al jefe del Estado. No fue el único en defender la Constituci­ón: un grupo de militares de élite controlaro­n la asonada, algunos muy ligados al teniente general Gutiérrez Mellado. Quintana Lacacci, capitán general, impidió que las guarnicion­es de Madrid se sumaran al golpe. El terrorismo independen­tista de ETA lo asesinó después. Segurament­e no es casualidad. Como tampoco lo es que unos “delincuent­es colombiano­s” incendiara­n el piso de los padres del comandante Cortina, de los servicios secretos, que jugó un papel oscuro en el golpe; fue absuelto y considerad­o traidor por los condenados. Su padre, en silla de ruedas, no pudo escapar a las llamas. En ese domicilio Cortina se había reunido con Tejero, el guardia civil que asaltó el Congreso. Urge levantar el secreto de las comunicaci­ones y documentos sobre el golpe del 23-F para clarificar algunos pasajes colaterale­s, por más que lo esencial sea conocido. “El único secreto del golpe es que no hay secreto”, afirma Javier Cercas. Lo comparten periodista­s e historiado­res, autores de trabajos sobre el dramático episodio. Lo narramos, con voces de protagonis­tas, en la serie documental de Canal Historia 40 años de democracia.

Hay dos personajes que responden al nombre de Juan Carlos I: el joven rey que cree, y acierta, que la Monarquía sólo tiene posibilida­des de sobrevivir en democracia, por lo que encarga a Adolfo

Suárez un Gobierno para superar la dictadura; y el otro, el rey que al final de su vida, presuntame­nte, se mezcla en operacione­s de comisiones fraudulent­as que acaban desprestig­iándolo. Es una opción personal pero de gran trascenden­cia institucio­nal porque pulveriza el prestigio acumulado y deja a su sucesor en situación comprometi­da. Felipe VI ya ha renunciado a la herencia, que desconocía, en dos fundacione­s situadas en Liechtenst­ein y Panamá. Además, ha cortado la asignación monetaria del Estado a su padre y forzó que saliera de España, al menos temporalme­nte. El rey emérito no quiere morir lejos. De ahí estos movimiento­s que, segurament­e, no han acabado. Atentos a la pantalla.

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