La represión deja al menos 18 muertos en el día más sangriento en Birmania
● Las fuerzas de seguridad abrieron fuego de manera indiscriminada para reprimir las manifestaciones masivas contra la junta militar en ciudades como Rangún, Mandalay o Dawei
Al menos 18 manifestantes fallecieron y 30 resultaron heridos ayer en Birmania por la represión de la Policía y el Ejército en las protestas contra la junta militar, según datos de la ONU, en el día más sangriento desde el golpe de Estado del 1 de febrero.
“En varios lugares en todo el país, fuerzas policiales y militares se han enfrentado a manifestaciones pacíficas utilizando la fuerza letal”, denunció ayer en un comunicado la Oficina de la alta comisionada de la ONU para los derechos humanos, Michelle Bachelet.
Según las informaciones recogidas por este organismo, las muertes ocurrieron como resultado de los disparos contra manifestantes en Rangún, la mayor ciudad del país, Dawei, Mandalay, Bago, Pokokku y Myeik.
Las fuerzas de seguridad abrieron fuego de manera indiscriminada para reprimir las manifestaciones masivas que exigen a los militares que devuelvan el poder al pueblo y liberar a los políticos detenidos tras la asonada.
En Mandalay, la segunda ciudad más poblada y donde los militares afrontan una gran oposición, uno de los manifestantes murió al recibir un disparo en la cabeza efectuado por los uniformados, declaró a Efe un testigo que ayudó a recuperar el cadáver, mientras el portal Myanmar Now informó de 6 heridos de bala.
En la antigua capital, un joven pereció por herida de bala al ser alcanzado por un disparo procedente de las autoridades, apuntó el canal Democratic Voice of Burma, mientras el diario Mizzima informó de al menos cuatro heridos por disparos contra una casa.
En Dawei, en el sur del país, la
Policía disparó varias rondas de munición real contra los manifestantes y la prensa local informó de tres fallecidos y una decena de heridas.
El número de muertos, que con los 18 de ayer ascienden a 22 por los disparos directos de los uniformados desde el sublevamiento, podría aumentar dada la violenta represión desatada por las autoridades a lo largo del país.
“Birmania es un campo de batalla”, indicó el cardenal Charles Maung Bo, arzobispo de Rangún, al describir en Twitter la situación actual del país.
La Policía usó también balas de goma, gas lacrimógeno y granadas aturdidoras contra los manifestantes, quienes levantaron en Rangún barricadas improvisadas para frenar las acometidas.
A pesar de las cargas y violencia policial, los manifestantes regresaban una y otra vez a las calles al rebajarse la tensión y en desafío a las fuerzas de seguridad, apoyados en las calles de la antigua capital por unidades militares.
En otras ciudades del país, como Bago, Myitkyina o Lashio, la Policía actuó con violencia para reprimir los movimientos de oposición contra la junta militar, encabezada por el general golpista Ming Aung Hlaing, acusado de genocidio en el Tribunal de La Haya por la campaña militar contra la etnia rohinyá en 2017 en el oeste del país.
En Mandalay un grupo de manifestantes detuvo a cinco policías que viajaban en un coche, blanco y sin la identificación policial, cuyo maletero transportaba al menos media docena de armas y numerosa munición, recogió el diario The Irrawaddy.
Por su parte, el ministerio de Exteriores de Indonesia, el país del Sudeste Asiático que se ha mostrado más activo a la hora de cuestionar la toma del poder por parte de los militares, indicó en un comunicado estar “profundamente preocupado por la escalada de violencia en Birmania que ha provocado víctimas y la pérdida de vidas”.
A pesar de la violencia, los manifestantes volvieron a las calles al rebajarse la tensión