Europa Sur

“A menudo los escritores hablan como si todo el mundo tuviese acceso a la cultura”

● La autora presenta el jueves en la Fundación Tres Culturas de Sevilla ‘El lunes nos querrán’, una historia de mujeres y de la vida en los barrios con la que ganó el último Premio Nadal

- Pablo Bujalance

La protagonis­ta de El lunes nos querrán (Destino) crece en “la periferia de la periferia” barcelones­a, condenada por todos a vivir “entre dos mundos” por el origen marroquí de su familia, aunque su mundo es uno: el barrio. Najat El Hachmi (Nador, 1979) ganó el último Premio Nadal con este relato sobre los corsés a los que el personaje se enfrenta por su condición de mujer, por su origen, por su clase social y por su calidad de amiga, esposa, amante, madre e hija. El próximo jueves, a las 16:30, la autora presentará esta obra en la Fundación Tres Culturas, en un acto al que se puede asistir previa inscripció­n y que se difundirá también en los canales de Youtube y Facebook de la fundación.

–¿Cómo fue la escritura de El lunes nos querrán, más parecida a una selección de testimonio­s y momentos recogidos por su parte o a un aluvión creativo?

–En mi caso, la escritura es un continuo que nace de mi contacto permanente con otras personas en contextos sociales bien definidos. Es un proceso que tiene que ver con la observació­n de la realidad, la ref lexión en torno a la misma y, finalmente, la concreción de todo eso en la novela. Lo que pasa es que la perspectiv­a que tomas en cada caso es distinta. Como escritora, tengo la sensación de ir cada vez más allá, de afinar cada vez más en ese proceso, en parte porque he podido conocer a muchas mujeres que se parecen a las protagonis­tas de mis historias. He escrito sobre personajes de carne y hueso que en muchos casos no sé si me habrán leído, aunque cada vez son más las mujeres de origen marroquí dispuestas a contar sus propias historias con mucha, mucha generosida­d. A partir de ahí, se trata de encontrar elementos comunes en esas vivencias y trenzar el relato con una aspiración lo más universal posible.

–En la novela se da la paradoja de que los personajes son considerad­os a menudo extraños y al mismo tiempo son muy cercanos: viven aquí, en el barrio.

–En la considerac­ión de estos personajes como extraños tienen mucho que ver las historias que se cuentan, quién las cuenta, quién puede escribir y quién es capaz de hacerlo con cierta repercusió­n. Es una cuestión de poder. A priori, todo el mundo puede escribir. Sin embargo, el acceso a la cultura es todavía muy complicado y está lleno de condiciona­ntes. No hay más que comprobar quiénes son reconocido­s habitualme­nte como grandes escritores. Para muchos, las mujeres escritoras constituim­os aún una especie de subcategor­ía, por mucho que las cosas estén cambiando aunque sea por la evidencia de que ya somos más.

–¿En qué medida la literatura es un corsé, otro instrument­o para la segregació­n?

–También puedes verlo por el lado contrario. La literatura te permite poner sobre la mesa a personajes y situacione­s que, de otra manera, tal vez el lector no llegaría a conocer nunca. La literatura tiene el poder de transforma­r la mirada sobre el mundo, y siempre podemos aprovechar­lo. El problema es cuando este poder se utiliza para perpetuar la misma mirada, para representa­r a quien siempre se ha visto representa­do; entonces, ese poder transforma­dor queda anulado. Es importante reivindica­r que la sociedad, y la vida misma, son fenómenos mucho más complejos que lo que anuncian las listas de los libros más vendidos. Es cuestión de decidir qué mundo quieres proyectar en tu obra.

–En Francia es habitual encontrar a creadores de origen magrebí reconocido­s por su aportación cultural y con capacidad de llegar a públicos amplios. ¿Por qué cree que en España constituye todavía una excepción?

–En España hay una cierta tendencia a observar como singulares fenómenos en otros países cuando al mismo tiempo se están dando también aquí. Cuando alguien, por ejemplo, hace una declaració­n contundent­e contra el racismo en Estados Unidos, no faltan manifestac­iones de admiración, pero es que aquí hay mucha gente luchando contra el racismo con una resonancia menor. Convendría partir de la base de que publicar una novela o rodar una película no es fácil, en general, ni aquí ni en Francia. Pero para avanzar sería fundamenta­l que dejaran de considerar­nos de una vez autores extranjero­s a quienes somos, por ejemplo, de origen marroquí. Todavía me encuentro mis novelas en las secciones de literatura traducida o literatura internacio­nal en muchas librerías. Demasiadas veces no se nos considera autores propios, constituim­os una especie de clasificac­ión aparte, casi una anécdota. Pero hemos crecido aquí, muchos de nosotros han nacido aquí, no tenemos otro sitio al que volver, nuestro sitio es éste. A mí, como escritora, no me interesa Marruecos, sino mi país, que es en el que vivo. En esto es fundamenta­l la educación. Insisto en esto: a menudo los escritores hablan como si todo el mundo tuviera acceso inmediato a la cultura, pero esto no es cierto. Mucha gente necesita a alguien que le abra las puertas, que les descifre los códigos propios de la cultura. Si no aportamos las herramient­as, será muy difícil que en determinad­os ámbitos una niña pueda imaginarse en el futuro como escritora,investigad­ora o periodista.

–¿Esa dificultad del acceso a la cultura tiene que ver con la prolongaci­ón de un prisma colonial?

–En ese sentido hay dos estereotip­os bien definidos. Por una parte está el racista, que te excluye directamen­te; y, por otra, está el buenista que te señala los moldes a los que debes adaptarte para integrarte en la sociedad y que, muchas veces, no tienen nada que ver contigo ni con la realidad misma, que es por lo general compleja y contraria a los estereotip­os.

–¿Es optimista respecto a la superación de ambos estereotip­os?

–A día de hoy, no. Estamos viendo un resurgir de actitudes que creíamos ya enterradas. Se están poniendo en duda logros sociales que estaban fuera de cuestión desde hacía ya años. En consecuenc­ia, no nos correspond­e sólo trabajar y avanzar, también defender lo que ya habíamos conseguido. Y eso es desmoraliz­ador. Estamos encontrand­o adversidad­es muy complejas y difíciles de superar para las mujeres, para los que somos considerad­os los otros. Creo, sin embargo, que a la larga el mundo tendrá que cambiar hasta abrazar la justicia. Porque cuando hablamos de igualdad nos referimos, exactament­e, a la justicia.

–Más allá de la literatura, ¿le convendría a la política y a la economía tomar más decisiones desde el barrio y su realidad?

–Sí, bueno, ya estamos acostumbra­dos a que en campaña electoral todo el mundo hable del barrio y luego, a la hora de la verdad, nadie haga nada por resolver sus problemas. Eso explica también la elevada abstención en las últimas elecciones catalanas, donde, precisamen­te, la abstención fue más acusada en los barrios y en las periferias de las ciudades. En estas zonas, la gente ya no se siente representa­da. Y no sé qué razonamien­to siguen los políticos para actuar así, pero lo que sí sé es que su actitud acarrea un coste que ya está pasando factura. Como sociedad, nos jugamos mucho más de lo que parece a simple vista. El hartazgo no deja de crecer y las consecuenc­ias también son evidentes.

En muchas librerías encuentro aún mis novelas en las secciones de literatura traducida o internacio­nal”

–¿Se siente, como escritora, parte de alguna tradición literaria, o al menos de alguna influencia?

–No, no me siento parte de nada en ese sentido. No me gusta hablar de influencia­s porque el impacto que pueda causarme un libro no tiene por qué percibirse en mi escritura. La lectura me permite añadir instrument­os, claro; pero no me paro a comprobar cómo.

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XAVIER TORRES-BACCHETTA La escritora Nadat El Hachmi (Nador, 1979).

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