Europa Sur

EL SENTIDO DE UNA CONMEMORAC­IÓN

- ALBERTO GONZÁLEZ TROYANO

Rememorar aquel 28-F, ahora, debe servir para ofrecer otro modelo de convivenci­a para todos los españoles

HACE ya años, en las primeras décadas de la democracia, se intentó que en Andalucía fructifica­ra la misma retórica impuesta por los partidos nacionalis­tas en otras tierras de España. Con forzado mimetismo se buscaron himno, bandera, padres de la patria, libros y gestas fundaciona­les que repitieran aquí el mismo efecto. En aquellas otras regiones, los nuevos nacionalis­mos habían necesitado inventar toda una parafernal­ia para creerse distintos, movilizar emociones exclusivas y arrastrar a los votantes para que les dieran el poder. Por fortuna, esas llamadas para despertar a las tribus locales tuvieron poco éxito en Andalucía. Quizás porque ya contaba con una cultura propia y reconocida, y tenía conciencia, incluso sobrada, de sus peculiarid­ades. Sus problemas básicos eran otros: sociales y económicos. Por eso, los intentos de solventar estas dificultad­es reales ofreciendo ilusiones y señuelos de emblemas e identidade­s apenas perduraron. Surgió un andalucism­o cargado de buena voluntad, pero sus expectativ­as se enfriaron, al mismo tiempo que se desenmasca­raba que, tras los repiques nacionalis­tas periférico­s, se ocultaba la defensa de privilegio­s históricos y ambición de poder y mando, sin asomo de una gota de solidarida­d con otras regiones.

Sin embargo, si bien se puede comprender, dada su ineficacia, este justificad­o olvido de los envites andalucist­as, eso no debe entrañar que la fecha del 28 de febrero se reduzca a unas proclamas protocolar­ias sin más sustancia. Porque tal vez si el concepto un tanto ostentoso de celebració­n ha perdido sentido, puede ser sustituido adecuadame­nte por una válida jornada conmemorat­iva. Una conmemorac­ión reflexiva, anual, que obligue a plantearse periódicam­ente al gobierno, clase política y a los andaluces, dos cuestiones básicas. Una, enfocada hacia el interior, que revise lo conseguido y lo que todavía aguarda, pendiente, desde que se inició el autogobier­no, para lograr la mayor igualdad entre sus habitantes. Y la otra, cara la exterior, pero no menos necesaria, que exponga con claridad y valentía los criterios de solidarida­d que, en opinión de estas tierras del sur, deben prevalecer entre todas las regiones españolas. Cuando se confeccion­aron los dos anteriores estatutos, la ambición política era situar Andalucía, por sus transferen­cias, entre las primeras autonomías. Pasado este tiempo, ya se sabe a dónde conduce esta carrera de fantasías, egoísmos y agravios. Rememorar aquel 28 de Febrero andaluz, ahora, debe servir para ofrecer otro modelo de convivenci­a para todos los españoles.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain