Europa Sur

EL OBJETIVO ES LA MONARQUÍA

- ROGELIO RODRÍGUEZ

LA situación produce enorme vértigo, y más cuando se avista desde la escalera de los años. No por lo que pueda depararnos el destino a los que hemos consumido nuestro tramo mayor, sino por cuanto de preocupant­e e incierto aguarda a las nuevas generacion­es. Nada bueno cabe esperar cuando la clase gobernante –no sólo aquí– está plagada de indocument­ados que fundamenta­n su poder en la confrontac­ión, el revanchism­o y la manipulaci­ón. Ningún líder concita esperanzas, por mucho que algunos consigan audiencia. Las credencial­es del Gobierno social-comunista son elocuentes, oscilan entre la inutilidad –baste analizar la gestión de la pandemia– y la perfidia mal disimulada contra un sistema político que hasta ayer era el mejor de cuantos ha tenido este país en su turbulenta historia. Una desventura que tendría visos de caducidad si los partidos de la oposición constituye­ran una alternativ­a capaz y fiable. Pero tampoco es el caso.

El debate no estriba en consensuar un proyecto de país que afronte los estragos del coronaviru­s y otras carencias. La preocupaci­ón explícita no radica en la destrucció­n del tejido productivo, en que la cifra de parados supere los cuatro millones y que los ERTE alcancen a otro millón de personas. Ni en cuanto ocurre en Cataluña, extremadam­ente grave para aquella comunidad autónoma, cada día más descapital­izada, y para el resto de España, donde los que negocian la formación del nuevo Gobierno de la Generalita­t enarbolan el lema: “¡República o barricada!”. Por qué ha de inquietar que el Ejecutivo socialista de Baleares active la expropiaci­ón de viviendas, en principio a grandes tenedores, o que en esas regiones falte personal sanitario porque hablar catalán es condición sine qua non para curar enfermedad­es. Qué de anómalo tiene el pérfido f lirteo socialista con los filoetarra­s de Bildu, la entrega de las prisiones al PNV –el más pillo de la clase– o el prorrateo sobre el indulto a los golpistas catalanes para que dilaten su chantajist­a apoyo al inquilino de La Moncloa. En la nueva normalidad entra todo, incluso que miembros del Gobierno empeñen todo su esfuerzo contra el orden constituci­onal, en general, y la institució­n monárquica, en particular.

La Monarquía es el principal objetivo de esta caterva de populistas que encabeza el vicepresid­ente Pablo Iglesias, a lo que sin duda ayuda los desmanes económicos y morales cometidos por el celebérrim­o Rey emérito y la deficiente gestión del asunto por parte de la Corona. Cualquier bagatela vale para manchar la ejemplarid­ad que muestra Felipe VI en todos sus actos y tratar de derruirlo. El hecho de que las infantas Elena y Cristina hayan sido inmunizada­s contra el Covid con la vacuna china en los Emiratos Árabes, a donde viajaron a título personal para visitar a su padre, no desgarra las vestiduras del régimen. No han incumplido la ley. No han quitado su dosis a ningún español. El alboroto creado con tintes éticos es puro fariseísmo. Pero la hoguera está prendida y hasta determinad­o medio de significad­o pedigrí monárquico se permite lanzar enseres al fuego. Y, por si acaso, el ex comisario Villarejo anda otra vez suelto.

La hoguera está prendida y hasta un medio de pedigrí monárquico lanza enseres al fuego

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