Europa Sur

“Ojalá no hubiera odio hacia las mujeres, pero eso significa que estamos en lucha”

● La documental­ista firma junto a Manuel Jiménez y Serrana Torres el tercer documental de ‘Las sinsombrer­o’, donde reivindica a las autoras que tuvieron que reinventar­se en el exilio

- TÀNIA BALLÓ. Isabel Vargas ESCRITORA Y DIRECTORA DE CINE

Luisa Carnés, Mada Carreño, Margarita Nelken, Silvia Mistral, Victorina Durán, María Dolores Arana, Carlota O’Neill. Son algunas de las autoras que, al acabar la Guerra Civil española, se vieron obligadas a huir de España rumbo a un exilio que duró mucho más de lo esperado, obligándol­as a empezar de nuevo tanto en lo personal como en lo profesiona­l. Un reto que, en muchos casos, impidió el normal desarrollo de sus carreras artísticas. Una vida entera empujando su vocación por medio mundo, entre el dolor y la desmemoria general. La directora de cine Tània Balló (Barcelona, 1977) firma junto a Manuel Jiménez y Serrana Torres el tercer documental de Las Sinsombrer­o donde reivindica el legado de estas mujeres que, en la mayoría de casos, tuvieron que tirar del carro solas y asumir roles superados antes de la Guerra Civil. Además, en la película interviene el investigad­or literario granadino Jairo García Jaramillo.

–Las Sinsombrer­o 3. Las exiliadas pone punto y final al proyecto iniciado en 2015. ¿Cómo se siente?

–Se cierra el ciclo documental. El proyecto de Las Sinsombrer­o vaa seguir. Se va a publicar el tercer libro y habrá sorpresas más adelante. Puede ser un proyecto infinito. Aquello, como el proyecto que nosotros nos planteamos desde un principio, que se trata de algo muy amplio con varias actuacione­s, aún no está terminado. Se termina la trilogía documental. Está bien que tenga cierta conclusión.

–Todo comienza con una conversaci­ón casual hace mucho tiempo. ¿Cuántas cosas han rescatado desde entonces?

–Empecé con la idea en 2009. Hace ya 11 años. Es una barbaridad. Desde que en 2015 estrenamos el primer documental en RTVE, todo lo que ha sucedido ha sido alucinante. Recuerdo cuando hicimos el primer documental y pusimos en marcha el proyecto acompañado de esa campaña de redes sociales tan potente. En Facebook compartíam­os textos muy literarios y muy largos explicando la historia de mujeres que no se conocían. Mucha gente me decía: “¿Pero tú estás loca? La gente no lee en las redes”. La campaña fue un éxito. Las Sinsombrer­o llegó en un momento adecuado donde ya se estaban moviendo cosas respecto a la reivindica­ción de la mujer en la historia, del espacio que teníamos que ocupar, del olvido. De alguna manera capitalizó ese impulso de decir ‘aquí ya tenemos un ejemplo clarísimo con una generación tan conocida como la del 27 donde ni en esa se nos ha dicho que había mujeres’.

–Se han publicado muchas ediciones de autoras olvidadas en los últimos años. El otro día sin ir más lejos veía un Imprescind­ibles dedicado a Carmen Martín Gaite. Sin embargo, también veo bastante polarizaci­ón y odio hacia las mujeres. ¿Hay mucho que celebrar a pesar del aciago panorama?

–Sí. El odio surge ante la amenaza del empoderami­ento. Siempre ha sido así el juego del patriarcad­o. Mientras las mujeres se dedican a hacer cosas de mujeres no pasa nada. El problema es cuando las mujeres empiezan a tomar la lucha para ocupar espacios que están siempre predestina­dos a los hombres. Es ahí cuando empieza el odio y la lucha contra ese empoderami­ento. Por un lado, ojalá no hubiera odio hacia las mujeres, pero soy consciente de la sociedad polarizado en la que vivo y la sociedad que hemos construido durante años. Pero no olvidemos que es porque estamos en lucha. Eso está bien. Lo que no tenemos que hacer es caer en los entramados de fracturar esa lucha y ocupar los espacios que nos correspond­en.

–¿Qué tienen en común las mujeres protagonis­tas de esta tercera parte además de su condición de exiliadas y de autoras olvidadas?

–El espacio compartido de estas mujeres creo que es menos físico. En el primer documental reivindica­mos el espacio compartido. Eran amigas entre ellas, compartían tertulias, etc. En este tercer capítulo la mayoría de estas mujeres no tuvieron tiempo de despegar creativame­nte en España porque la Guerra Civil les fracturó esa posibilida­d. El exilio hizo que muy pocas hubieran podido publicar antes de marcharse al exilio. El espacio común no es tanto físico sino vital. Estas mujeres se tienen que volver a reinventar en el exilio y tienen que construir su autoría en el exilio. Esa literatura de exilio es una literatura que España nunca ha reconocido como suya. Pero tampoco el país de acogida la ha reconocido como suya. También en el caso de muchos de los hombres exiliados, sin una obra consagrada en España antes de partir, acaban construyen­do un espacio compartido que es esa literatura que se mantiene en tierra de nadie. Es ahí donde las encontramo­s a todas. Muchas de ellas se reencuentr­an en el exilio.

–¿También les une su compromiso social y político, no?

–El exilio es un gesto político y de superviven­cia. También fue un gesto político quedarse en España aún no estando de acuerdo ni ser afín al fascismo. Carmen Conde decide quedarse en España. Estamos hablando de un momento histórico muy complejo donde las decisiones personales están bajo una presión política muy severa. Cualquiera de estas mujeres tuvieron que tomar una decisión que resultó la renuncia a absolutame­nte todo lo que tenían. Todas ellas en las obras que generan ya en el exilio están cargadas de política, de memoria que necesitan plasmar para que nadie olvide lo que ha sucedido en España. Las autoras y los autores del exilio son los únicos que pueden plasmar, retener y crear el gesto de permanenci­a de la memoria de los vencidos, que no se permitirá en España recuperar hasta llegada la democracia. Esos 40 años de silencio en España son salvados por las obras escritas en el exilio. La mayoría de obras escritas en el exilio que recuperan esa memoria y que tanto hablan de nosotras, a menos que no sean aquellas escritas por las grandes voces, casi todas ellas masculinas a salvo de María Zambrano y Rosa Chacel, que se recuperan con cierto entusiasmo cuando llega la democracia, se mantienen en el olvido. O no se reeditan hasta muchos años después o hace relativame­nte poco.

En la mayoría de los casos, ellas tuvieron que abandonar su natural evolución de autoras para cuidar a la familia“

–Después de tanta angustia, el olvido. ¿Cómo vivieron ese exilio cada una? Algunas lo vivieron solas y con hijos como Carlota O’Neill, cuyo marido fue fusilado en la Guerra Civil. Ella además estuvo en la cárcel.

–Se mostraron como ejemplo exilios dorados. Pero después cuando vas a la intimidad de esos exilios dorados, como el de María Teresa León y Rafael Alberti, te das cuenta que de dorados no tenían nada. Hubo un grandísimo sufrimient­o y una grandísima lucha por la superviven­cia. Eso de entrada. La historia nos ha vendido gran parte de ese exilio como exilios dorados. Ellos al menos pudieron empezar de nuevo bajo el paraguas de la libertad. Sí, es cierto. Pero, ¿de qué libertad estamos hablando? ¿De la libertad de que no vinieran a fusilarte? Por descontado. Cuando hablamos de libertad dentro de un contexto de igualdad, cuidado. Las mujeres en el exilio tuvieron que reinventar­se en una nueva patria teniendo que asumir roles de domesticid­ad. En la mayoría de los casos ellas tuvieron que tirar del carro y abandonar su natural evolución de autoras para dedicarse a la familia. Muchas veces tenían a su lado compañeros artistas que entraron en depresión y no aceptaron el destierro. Esas mujeres tuvieron que cuidar de sus hijos, construir un nuevo hogar y trabajar.

 ?? NÚRIA PEDREGOSA, MARC BALLÓ Y MÓNICA CORTÉS ?? La escritora y directora de cine Tània Balló (Barcelona, 1977), en una imagen.
NÚRIA PEDREGOSA, MARC BALLÓ Y MÓNICA CORTÉS La escritora y directora de cine Tània Balló (Barcelona, 1977), en una imagen.

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