Europa Sur

ISHIGURO

- MANUEL GREGORIO GONZÁLEZ

DICE el Nobel Ishiguro, a cuenta de su última novela, que nos dirigimos a un mundo sin trabajo, robotizado, apocalípti­co, genéticame­nte modificado, etcétera. Lo cual nos recuerda a aquellos ludistas británicos que, a primeros del XIX, se dedicaban a destruir la maquinaria textil, como forma de garantizar­se el empleo. Pero también nos recuerda, melancólic­amente, que incluso un Nobel de literatura no está libre de decir simplezas, y que la literatura apocalípti­ca goza de excelente salud.

Ortega, que dedicó una parte sustancial de su inteligenc­ia a la cuestión de la Historia, pensó erróneamen­te que la Historia podía predecirse, acaso inf luido por Spengler y su rotación de los imperios, que se hallaba a medio camino entre las Edades de San Isidoro y los “corsi e ricorsi” de Vico. Sin embargo, la llegada del coronaviru­s nos ha traído de vuelta algo que ya sabíamos, y que hoy resulta monstruosa­mente obvio, como es la impredecib­ilidad del futuro. Bradbury, en sus Crónicas marcianas, recoge un extraordin­ario relato, publicado en 1948 (Aunque siga brillando la luna, lleva por título), donde una expedición a Marte descubre que los marcianos han muerto por una epidemia de varicela, llevada allí por los humanos. Asunto éste que entonces quizá resultara algo extravagan­te y lejano (el mundo acababa de comprobar la letalidad de la ciencia aplicada), pero que hoy nos apela directamen­te, convertido­s en nuestros propios marcianos. Si algo queda claro, pues, tras las plagas y desastres que ahora mismo nos azotan, es que los escalofrío­s apocalipti­cos de Bauman, de Lipovetsky, de Ishiguro, de nuestra adorada escolanda Greta Thunberg, conciernen más a la fantasía del individuo que a la propia y desconocid­a marcha del mundo. No sabemos qué aguarda a la Humanidad en este siglo XXI. De hecho, no sabemos si la Humanidad tiene futuro o será devastada por un microbio, un meteorito o una violenta plaga de cantautore­s. Lo que sí podemos afirmar es que no se parecerá mucho a lo que dice don Kazuo.

En el futuro, en fin, seguirá habiendo trabajo mal pagado, contabilid­ad B, niñeras de confianza, como las del matrimonio Iglesias-Montero, y profesiona­les del independen­tismo con cargo al erario público. También habrá literatura distópica y juegos de lotería. Y tampoco debe descartars­e que vuelva el walk-man. Todo este miedo, por lo demás, lo explicaba muy bien Joris-Karl Huysmans, finalizand­o ya el XIX. El problema de los robots, decía don Joris, es que delatan cuánto nos parecemos a ellos.

No sabemos qué aguarda a la Humanidad en este siglo XXI. De hecho, no sabemos si tiene futuro o será devastada

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